Filosofía del Desarrollo de la Comunidad Cristiana II: Reconciliación

 In Caminando en Justicia, Ecología, Teología y Cultura

Hace algunos años atrás, como miembro del grupo de líderes de la Primera Iglesia Metodista de Kissimmee, Florida, tuve la oportunidad de participar en varias reuniones donde se discutía la misión de nuestra iglesia. En ellas, hablamos de las características del corazón de Dios, las necesidades de nuestra comunidad, y nuestro llamado como iglesia. En conjunto, luego de mucha oración y reflexión, llegamos al acuerdo de que nuestra misión sería, «Crear discípulos a través del testimonio, el servicio y la reconciliación en nuestro vecindario y alrededor del mundo».[1] A través del testimonio, estamos llamados a invertir en la vida de los demás. Por medio del servicio, buscamos mostrar nuestras acciones con un amor como el de Cristo. Y mediante la reconciliación, buscamos ser una comunidad unida, llevando esperanza a un mundo dividido, quebrantado y herido.[2] De acuerdo a Chris Rice en ‘Restoring At-Risk Communities’, «el trabajo de reconciliación está en el corazón del desarrollo de la comunidad cristiana» y sin duda alguna es uno de los mayores signos de la verdad del evangelio. En el artículo ‘Filosofía del Desarrollo de las Comunidades Cristianas: Relocalización’ hablé sobre la relocalización y lo esencial que es para las comunidades en riesgo. En esta segunda ocasión, hablaré sobre la reconciliación y cómo debe de ser incorporada como parte de nuestra teología.

¿Qué es la reconciliación?

La reconciliación en sí, trata con la restauración de dos cosas que funcionaban en armonía, pero que en un momento, esa relación fue distorsionada. Más allá de la restauración, la reconciliación nos lleva a entender el propósito y la fusión de esta relación que en un momento estuvo en peligro. En otras palabras, cuando hablamos del concepto de reconciliación, podemos deducir que existe un modelo ideal de lo que conlleva esa relación: un orden con propósito y función. Y cuando la relación es corrompida, padece de aquellas cosas por las cuáles fue formada. Por lo tanto, una relación que no está trabajando para lo que fue intencionalmente creada, es una relación disfuncional. El pecado (individual e institucional) ha distorsionado la relación entre Dios y la raza humana, creando un tipo de “daño colateral” no solo con Dios, sino entre humanos, y con el planeta tierra. Son estas relaciones disfuncionales las que el evangelio vino a reconciliar.

Reconciliación con Dios

La primera relación distorsionada por el pecado fue entre Dios y los seres humanos. A esta le llamo la relación vertical la cual enfatiza la sabiduría y nobleza de Dios en lo alto, revelando su conocimiento hacia con nosotros/as. En Génesis capítulo 2 podemos observar la ideal función de una relación vertical. Dios dando aliento de vida a la raza humana, brindando lo más esencial para los seres humanos. Vemos cómo Dios provee árboles agradables a la vista y buenos para comer dándole la confianza a Adán Eva de comer de cualquier árbol del jardín. Podemos presenciar una comunicación abierta entre los seres humanos y Dios, al punto que todo existía en armonía. Sin embargo, en el capítulo 3 de Génesis examinamos el ejemplo de una relación vertical disfuncional. Adán y Eva ponen en duda, sin razón alguna, la benevolencia de Dios y observamos que hasta quieren ser como Dios. Donde antes había confianza y unidad, ahora hay culpabilidad y división. Claramente se puede ver una discusión entre Dios y los seres humanos que se escondían entre sí por vergüenza y miedo. Esta es la relación primordial que el evangelio quiere reconciliar. El mejor ejemplo de esto se puede presenciar en el carácter de Jesús cuando en Corintios vemos que, «Todo esto proviene de Dios, quien por medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo y nos dio el ministerio de la reconciliación: esto es, que en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados y entregándonos a nosotros [sic.] el mensaje de la reconciliación».[3] La biblia es una historia de amor, donde Dios intenta rescatar, reconciliar y restaurar su relación con la raza humana.

Reconciliación con Otros/as

La segunda relación en necesidad de reconciliación es entre los seres humanos. Los unos/as con los otros/as. A esta le llamo la relación horizontal porque ilustra la dinámica que tenemos con aquellos/as a nuestro alrededor. La urgencia de restaurar esta relación es tan importante como la primera. El pasaje de Mateo 22:36-40 habla sobre la importancia del gran mandamiento, donde Jesús ratifica que el amar a Dios con todo nuestro corazón es sinónimo de amar a nuestro prójimo. No puedes hacer uno sin el otro. Desafortunadamente tenemos la tendencia de detenernos en la mitad del pasaje, pero es fundamental saber que estos dos mandamientos se sostienen y complementan uno al otro. Amar a Dios y odiar a tu prójimo es una paradoja; especialmente cuando tu prójimo ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. A pesar de nuestras diferencias, Jesús siempre nos enseñó a tolerar a aquellos que piensan diferente. En Mateo 5:46 Jesús nos pregunta, «Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa recibirán? ¿Acaso no hacen eso hasta los recaudadores de impuestos?»[4] amar a nuestro prójimo es parte de nuestra función como seres humanos. Desafortunadamente el pecado por medio del racismo institucional, homofobia, falocracia, violencia policiaca, abuso psicológico, entre muchas cosas más ha quebrantado esta relación.

Reconciliación con La Tierra

La tercera relación en peligro de extinción (literalmente) es la que los seres humanos tienen con el planeta tierra. Hay muchos conceptos erróneos y actitudes que cristianos/as tienen que empeoran esta grave situación y a través de este ensayo me gustaría compartir dos de estas falacias. La primera es que algunos cristianos piensan que el cristianismo trata solo y exclusivamente de su relación individual y Dios. Es fundamental entender que el cristianismo se hace en comunidad, en conjunto donde todos/as estamos involucrados como creación de Dios, incluyendo el planeta tierra. El cristianismo no es exclusivo, sino inclusivo. El génesis de la raza humana descrito en las literaturas cristianas, habla sobre la mayordomía que los seres humanos tenían sobre la tierra incluyendo: árboles, animales, ríos, mares y todo tipo de vegetación apetecible. Es parte de nuestro pacto con Dios y entre nosotros/as mismos de cultivar y cuidar nuestro planeta. La segunda falacia dentro de algunas comunidades cristianas está atada con su soteriología, escatología y todo lo que tiene que ver con el fin del ser humano. Creo que estos temas tienen más en común de lo que pensamos y no deberían de tratarse como dicotomías. La paz, reconciliación y restauración en la tierra siempre han estado en los planes de Dios. Podemos ver como ejemplo las instrucciones de oración en Mateo 6:10 donde Jesús nos exhorta a pedirle a Dios que venga su reino y que haga su voluntad en la tierra así como en el cielo. El planeta tierra forma parte de los seres humanos como la creación de Dios, por ende está entrelazado y debería de ser considerado dentro de la soteriología y escatología. La restauración del planeta tierra no debería de ser una responsabilidad, sino una necesidad, sin ella no podríamos sobrevivir.

La teología de la reconciliación es central en el corazón de Dios. «Nuestra capacidad para reconciliarnos será un factor clave en nuestro éxito o fracaso en el futuro»[5]. ¡Pongamos la teología de la reconciliación en acción! Nuestras vidas dependen de ella.

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[1] First United Methodist Kissimmee, https://kissimmeefumc.org/our-church/. Accedido en 06/06/2021.

[2] Ibid.

[3] 2 Corintios 5: 18-19, Nueva Versión Internacional (NVI).

[4] Mateo 5:46, Nueva Versión Internacional (NIV).

[5] Spencer Perkins, “Restoring At-Risk Communities”, (Grand Rapids, MI: Baker Books, 1995), 134.

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