COVID Y Religión: Cuando la Idolatría se Impone a la Salud (Parte II)

 In Teología y Cultura

En los pasados dos años, el covid-19 ha creado, sin duda alguna, gran conmoción en nuestro planeta tierra. Este virus bruscamente ha interrumpido la vida social y paralizado sistemas económicos por doquier. Y por si fuera poco, continúa desafiando la salud no tan solo física, sino también mental de muchos/as. Con los más recientes descubrimientos de la vacuna contra el covid, mientras muchos/as luchan por tenerla, otros/as protestan para no utilizarla. La vacuna contra el covid ha sido uno de los temas más polémicos y polarizantes de este siglo. En el pasado artículo, COVID Y Religión: Cuando la Idolatría se Impone a la Salud (Parte 1), hablamos de cómo muchas sociedades conllevan su salud, por medio de cómo practican su religión. En específico, hablamos como algunos/as cristianos/as están en contra de las vacunas covid-19 por sus propias interpretaciones bíblicas. En este artículo continuaremos dialogando como las religiones predominan en la concepción de nuestra salud y discutiremos cómo nuestro comportamiento, durante esta pandemia, refleja nuestro amor por Dios y por el prójimo. Finalmente, conversaremos del por qué algunos/as Cristianos/as Evangélicos/as relacionan el virus covid-19 con señales de una escatología por venir.

Como ya lo hemos hablado antes, la práctica de creer en las enfermedades como castigo de lo divino, o que provienen de espíritus malignos, es más común de lo que pensamos. No hace mucho, tuve un amigo diagnosticado con cáncer. La noticia nos tomó a todos/as por sorpresa. A pesar de que hoy día es un sobreviviente de cáncer, en ese entonces, fueron semanas y meses de mucha incertidumbre para familiares y amistades. Me acuerdo que una vez estábamos compartiendo entre amigos y platicábamos sobre lo intenso que era saber que uno de nosotros fuese diagnosticado con cáncer. En medio de nuestra tenebrosa conversación, uno entre nosotros le cuestionaba a Dios diciendo: «Sólo le quiero preguntar a Dios, ¿por qué a alguien tan bueno le puede dar cáncer? Tantas personas malas en el mundo, y le tiene que dar cáncer a una persona tan buena como a nuestro amigo». Discutir con Dios de esta manera no es necesariamente malo, en mi opinión. Si me preguntas, solo escucho a un amigo compartir su dolor y frustración, negándose a contemplar la posibilidad de perder a un ser querido. Podemos ver este mismo ejemplo de frustración en algunos poemas de los salmos, donde a través de su colección de literatura, el antiguo Israel encuentra un espacio de empoderamiento donde pueden expresar sus alabanzas, dudas, y frustraciones. Sin embargo, el comentario que expresó mi amigo nos permite entender el pensar de la gran mayoría, y es que insensatamente culpan a Dios por enfermedades inesperadas.

Compartiré tres razones del porqué considero que Dios no tiene la culpa de las enfermedades y menos aún de las pandemias: Primero, Dios no nos castiga por nuestros pecados, sino que nos perdona. Muchas veces vemos a Dios como alguien que nos condena y está listo para juzgarnos, sin embargo, esa narrativa está muy lejos de la verdad. Dios muestra amor y compasión, está dispuesto a perdonar y reconciliarse con su creación. Él no nos hace sufrir por nuestros errores, sino que nos muestra el camino, se compadece y nos abraza en su gracia. Segundo, ignoramos que nuestros cuerpos están limitados. Somos mortales por naturaleza, es decir, nuestros cuerpos no durarán para siempre. Viviremos y moriremos. No solo nuestros cuerpos no durarán para siempre, sino que son vulnerables a muchas cosas que nos pueden causar la muerte en cualquier momento. Por último, nuestras decisiones tienen consecuencias y no podemos desafiar esta realidad. Como seres humanos, pensamos, creamos, y escogemos. Como “agentes libres” tomamos nuestras propias decisiones. Cada causa tiene su efecto, por ende, nuestras acciones causan un cambio de reacciones inevitables que no tienen que ver con Dios. Por lo tanto, es inconsecuente culpar a Dios por algo donde únicamente fue efecto de nuestra propia causa.

El Papa Argentino, Francis I, también conocido como Jorge Mario Bergoglio, dejó saber por comunicado que, «La vacunación es una forma sencilla de promover el bien común y de cuidarnos unos a otros, especialmente a los más vulnerables».[1] El Papa se está refiriendo al pasaje en Mateos 22:39 cuando Jesús habla de amar a nuestro prójimo, como a nosotros mismos. Jesús nos muestra como ejemplo el no solo cuidar de nosotros mismo, sino el que también debemos cuidar de aquellos/as que nos rodean. Esto en sí es un acto de amor hacia el prójimo. Ayudar a prevenir la expansión del covid-19, por medio de la vacunación, es tomar responsabilidad propia, considerando nuestros actos individuales para el bien en la transformar de una sociedad colectiva. Al considerar la salud de otros, y no solo la nuestra, pasamos de un amor egocéntrico, a un amor fraternal. El Papa continuó hablando sobre el amor social y me recordó mucho a Juan Wesley y su santidad social. De acuerdo a Juan Wesley la práctica de ser cristiano/a no solo es individual, sino que también social. La naturaleza de la fe cristiana es llamada a que se comparta en comunidad. El profesor Paul Wesley Chilcote recalca que a consecuencias de la santidad social «fue que el pueblo metodista descubrió la libertad de vivir en la gracia de Dios dentro del contexto de una fraternidad discipulada, una comunidad comprometida».[2] Es decir, una comunidad comprometida unos con otros, dispuestos a hacer el bien común de manera colectiva. Juan Wesley se dirigió muy claramente a aquellos/as que pasaban por alto la dimensión social de la fe, diciendo:

«“Santos solitarios” es una frase no más consistente con el evangelio que los santos adúlteros. El evangelio de Cristo no conoce ninguna religión, sino social; no hay santidad sino santidad social. “La fe que obra por la gracia” es la longitud, la amplitud, la profundidad y la altura de la perfección cristiana. “Este mandamiento tenemos de Cristo, que el que ama a Dios, ame también a su hermano”; y que manifestemos nuestro amor “haciendo el bien a todos; especialmente a los que son de la familia de la fe”».[3]

El procurar el bien por los demás es céntrico en la vida cristiana. El covid-19 es un problema social que se creó en conjunto, por ende, debemos de solucionarlo en conjunto.

Existen muchas especulaciones de cómo el final del mundo terminará. Algunos/as piensan que un enorme meteorito caerá sobre la tierra y la raza humana se extinguirá. Otros/as piensan que será una plaga que transformará a los humanos en mutantes sedientos de sangre. Sin embargo, la realidad es que no sabemos ni cuándo, ni cómo el mundo acabará. Según nos dicen las escrituras cristianas: «en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre».[4] A pesar de esto, abundantes grupos evangélicos relacionan esta pandemia con señales del final del mundo. Quieren anticipar la extinción humana y relatar sucesos contemporáneos con pasajes como el de Mateo 24:7-8, «Se levantará nación contra nación, y reino contra reino. Habrá hambres y terremotos por todas partes. Todo esto será apenas el comienzo de los dolores».[5] Este tipo de advertencia y comparación con la literaturas apocalípticas ha sido muy frecuente en momentos de pánico a través de la historia. Aun así, debemos de recordar que en las escrituras bíblicas también vemos la intervención en la historia humana de un Dios que se llama Yahweh. Un Dios que irrumpe en la historia humana para liberar a los/as oprimidos/as. Este paralelismo sinonímico sobre el nombre Yahweh (liberación y justicia) forma parte del carácter de Dios. Es en este carácter de Dios donde encontramos amor, compasión, perdón y sobre todo, reconciliación. En vez de asumir un fin sin esperanza, debemos de tener presente que la paz, la reconciliación y la restauración en la tierra siempre han estado en los planes de Dios. Jesús nos exhorta a pedirle a Dios que traiga su reino y que haga su voluntad en la tierra así como en el cielo. Tomemos el ejemplo con que nos exhorta 1 Juan 4:7-8: «Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor».[6]

PARA REGRESAR A LA PARTE I DEL ARTÍCULO HAS CLICK AQUÍ.

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[1] Pope Francis,  https://twitter.com/pontifex/status/1427875189509984261. Accedido 12/23/2021

[2] Paul Wesley Chilcote, “Recapturing The Wesleys’ Vision: An Introduction to the Faith of John and Charles Wesley”. (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2004), 45

[3] John Wesley, “Hymns and Sacred Poems” (1739), Preface, page viii

[4] Mateo 24:36, (Nueva Versión Internacional)

[5] Mateo 24:7-8, (NVI)

[6] 1 Juan 4:7-8, (NVI)

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Comments
  • Maria Rodriguez

    Muy bueno tu artículo!! Dios es amor!! Y si queremos al prójimo como a nosotros mismo más cerca estaremos de tener gracia divina.

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