Filosofía del Desarrollo de las Comunidades Cristianas I: Relocalización

 In Caminando en Justicia, Teología y Cultura

Hace poco empecé a leer, ‘Restoring At-Risk Communities’ por John M. Perkins y me recordó los retos que conlleva nuestro llamado a servir y ayudar a aquellas/os que se encuentran en necesidad. El Dr. Perkins habla de lo importante que es ayudar a nuestro prójimo, específicamente lo que significa convivir con el pobre y lo comprometido que fue nuestro Señor Jesucristo con esta población. “Las condiciones críticas del pobre”, dice Perkins, “nos llaman a crear una revolución como alternativa a la solución”.[1] Es aquí, donde se construye el desarrollo de comunidades cristianas como una práctica para combatir las dificultades que existen en los vecindarios precarios. De acuerdo a Perkins, “las soluciones más creativas a largo plazo para los problemas de los pobres provienen de movimientos populares y de iglesias que se ven a sí mismos como los agentes de Jesús aquí en la tierra”.[2] Esto es uno de los principios bíblicos que Dios nos llamó a practicar, precisamente, dentro de nuestro contexto. Las palabras de Jesús en Mateo 25:35-40, claramente llegan a mi mente: “porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber”. Luego Jesús nos afirma diciendo: “les aseguro que todo lo que hicieron por una/o de mis hermanas/os, aún por la/el más necesitada/o, lo hicieron por mí”. Desde un principio ya Jesús nos mostró las estrategias para combatir la pobreza. Hay un poema chino que recapitula lo significante que es vivir entre las/os necesitadas/os:

Ve a la gente

Vive entre ellas/os

Aprende de ellas/os

Amalas/os

Empieza con lo que saben

Aprovecha lo que tienen:

Pero de las/os mejores líderes

Cuando su tarea haya terminado

La gente comentará

“Lo hemos hecho nosotras/os mismas/os”

La filosofía del desarrollo de comunidades cristianas, según Perkins, es reconocer que Dios no necesariamente nos llamó a servir a las/os más necesitadas/os, sino a convivir con ellas/os. Una cosa es servir como un desconocido en un vecindario con problemas ajenos, y otra cosa es vivir como un vecino y solucionar problemas nuestros. Es decir, no es suficiente servir a aquellas/os desconocidas/os y pensar que entendemos sus dificultades. Es necesario convivir y compartir creando un espacio donde todas/os somos iguales y todas/os sufrimos por igual. ¿Acaso no fue eso lo que nuestro Señor Jesucristo hizo? Dejó su trono y comodidades para convivir con necesidad entre nosotras/os. Dios no solo tuvo simpatía (pensamiento abstracto) con el ser humano y sus condiciones, sino que también tuvo empatía (experiencia concreta) y compartió nuestro sufrimiento, dolor y alegría. No solo podemos pensar y reflexionar qué tan malas están las condiciones del pobre, sino que debemos actuar y practicar el convivir con estas condiciones y encontrar soluciones en conjunto. Esta es la “revolución como solución” que Perkins tanto discute en su libro. El primer punto en su filosofía del desarrollo de comunidades cristianas es la relocalización. Me gustaría compartir cuatro beneficios de la relocalización como estrategia para el desarrollo y restauración de vecindarios en riesgo:

Beneficio #1: Liderazgo Nativo

Uno de los problemas más comunes que se escucha entre pastores/as y organizadores/as en cuanto al desarrollo de vecindarios es la “falta” de líderes. Esto implica varias cosas. Primero, es muy probable que las organizadoras/es no encuentren personas que quieran trabajar en dicho vecindario. Esto es un grave error, ya que en primera instancia, se está tratando de traer líderes ajenos al vecindario. Segundo, esta idea pasa por alto el potencial de líderes que ya existen en el vecindario. Muchos programas tradicionales han fallado por la misma razón. Tratan de traer personal de afuera para “servir” en problemas ajenos de la vecindad. Cuando las/os pastoras/es y organizadoras/es toman la decisión de convivir en el vecindario, tienen la oportunidad de desarrollar líderes nativos que pueden hacerse cargo de su propia vecindad. No hay nada más humillante que gente ajena venga a tu comunidad y te ayude a limpiar tu casa porque creen que estas incapacitado. Tenemos que tener claro, que la gente que vive en vecindarios en necesidad, están en esas condiciones no por ineptos, sino por mala distribución de recursos. Reconozcamos sus líderes, desarrollemos sus capacidades, y en comunidad tomemos responsabilidad en la transformación de estos vecindarios.

Beneficio #2: Economía

No importa la clase social, cuando les preguntas a las familias: ¿Qué factores hacen una comunidad saludable? Siempre, entre sus respuestas estará una economía viable. Además de la seguridad en las calles y la educación. La economía, sin duda alguna, es crucial. Cuando organizadoras/es, líderes, y pastoras/es deciden relocalizarse en los vecindarios de gran necesidad, contribuyen al sistema económico en muchas maneras, como por ejemplo, la compra de bienes raíces, empleo de la iglesia, educación de líderes, involucración de proyectos comunitarios, entre otras. Y no me malinterpreten, no estoy hablando de gentrificación. Más que todo, me refiero al aislamiento que muchos de estos vecindarios sufren por el desprecio. En este tema, Perkins aclara que “la revitalización es necesaria para nuestras ciudades, pero la revitalización que no tiene en cuenta las necesidades de nuestros ciudadanos más vulnerables se convierte en un acto de injusticia.[3] También siempre he escuchado el consejo de que si vives en un vecindario precario, deberías de escapar lo más antes posible. Consejos como este solo alimentan el menosprecio y estigma de la vecindad. El desarrollo de capacidad comunitaria e inversiones de un sistema económico mixto son factores que pudieran ayudar en la revitalización de estas comunidades.

Beneficio #3: Siendo Un/a Buen/a Vecino/a

Me acuerdo cuando era pequeño y mi mamá me dejaba solo en casa con mis hermanas mayores. Era una libertad que nos gustaba tener, escuchábamos música a todo volumen, brincábamos en la cama, hablábamos grosero, en fin, muchas barbaridades. La mayoría de las veces, mi mamá sabía cuándo las cosas estaban completamente fuera de control, de tal manera que nos llamaba por teléfono para que nos tranquilizáramos. Al principio, no sabíamos cómo se daba cuenta: ¿Tendrá mamá super poderes? –Mis hermanas y yo nos preguntábamos–. Hasta que un día nos dimos cuenta que era nuestra vecina que nos mantenía en el ojo y contaba a mi mamá si algo no andaba bien. Cuando líderes se mudan y conviven en vecindarios precarios tienen la oportunidad de crear un ambiente sano, donde se forman relaciones de apoyo y cuidado. Son en esas relaciones donde podemos mostrar el amor de Jesucristo y participar con nuestras/os vecinas/os. Esto es una forma directa de contribuir en el bienestar de la vecindad. Siendo un buen vecino es otra manera de hacer iglesia. Imagínense: ¿Cómo podemos ser buenas/os cristianas/os y no buenas/os vecinas/os?

Beneficio #4: Participación de Iglesias

La presencia de una iglesia en el centro de estas comunidades en riesgo es muy eficaz para su revitalización. En mi opinión, deberíamos ver más centros cristianos e iglesias siendo plantadas en los vecindarios de mucha pobreza. Es ahí donde está la necesidad y el amor de Dios. Cuando las/os pastoras/es mudan permanentemente sus iglesia dentro de la comunidad, llevan con ellas/os un sinnúmero de recursos que favorecen a todas/os las/os vecinas/os de gran manera. Una iglesia puede conllevar tutorías para niñas/os, consejería matrimonial, clases de finanzas, música, programas para las/os jóvenes, reuniones de concilios, centro de votos de elecciones, centro de vacunas, entre muchas cosas más. El edificio de la iglesia, no solo es para los creyentes, sino para cualquier ser humano que necesite la ayuda de Dios.

No hay una iglesia más relevante, que aquella la cual siempre mantiene sus puertas abiertas. La relocalización de las iglesias en vecindarios en riesgo forma parte del desarrollo de capacidad de la comunidad.

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[1] John M. Perkins, “Restoring At-Risk Communities”, (Grand Rapids, MI: Baker Books, 1995), 17

[2] Perkins, “Restoring At-Risk Communities”, 17

[3] Ibid

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