Epistemología Latina – Repensando el pecado

 In Movilidad Humana, Teología y Cultura

Es interesante hablar de conceptos teológicos con colegas anglosajones. Para muchos de ellos/as el pecado es bastante simple, dado a que muchos de sus fundamentos teológicos están arraigados en categorías binarias.[1] Ya he hablado de eso en otros artículos, así que solo diré que hay mucho más que el verde o el rojo.

Sin embargo, la conversación del pecado en sí es bastante interesante, porque irónicamente ver el pecado en términos binarios es común en nuestros pueblos latinos. Cuando digo común me refiero a un solo tipo de aplicación del concepto binario a nuestros términos teológicos. En este artículo quería meditar un poco en lo que teológicamente entendemos como pecado, cómo esto es visto y entendido en nuestras comunidades y cómo podemos ir más allá de nuestras propias limitaciones teológicas, para traer más liberación a nuestros pueblos.

La dificultad está en que, en los países del Atlántico Norte el pecado ha estado por mucho tiempo conectado únicamente con la agencia moral y la individualidad. Aunque la agencia moral es sin duda alguna, parte de la ecuación teológica, no es el único factor de una doctrina robusta del pecado. En una doctrina robusta debe de existir también un espacio para la dimensión social que es sin duda ignorada por muchos teólogos/as anglo.[2]

Históricamente, la doctrina del pecado ha sido categorizada en dos escuelas de pensamientos distintas (he aquí la dicotomía de una de las dimensiones binarias): la escuela relacional y la escuela estructural.[3]

Primeramente, el pecado[4] es conceptualizo de una forma personal y es el resultado de la acción de la agencia moral. En otras palabras, el pecado: “…en su propio sentido es siempre un acto personal, porque es un acto que sale de la libertad del individuo y no propiamente de un grupo o comunidad.”[5] Desde esta perspectiva, el pecado no es nada más que el individuo actuando en contradicción a las leyes morales de Dios o rompiendo estructuras de relación. En esta conceptualización, el pecado es de tipo casual. El individuo tiene la última palabra de pecar o no con sus acciones y en el ejercicio de su libre albedrío. Sin embargo, hay un problema con esta conceptualización del pecado, el cual sale a la luz cuando enfocamos la responsabilidad personal sobre la realidad contextual y las fuerzas externas y cómo estas afectan al individuo.

Segundo, el pecado ha sido conceptualizado exclusivamente en términos sociales. En este extremo, el pecado puede ser entendido como el impacto y la influencia del contexto en el individuo. Como resultado, la agencia moral del yo se pierde en esta transacción, otro extremo peligroso. Visto de esta forma, las elecciones individuales son determinadas o influenciadas por el contexto del agente moral, dándole una vía propia a los contextos y sistemas. Por ejemplo, el teólogo Dereck R. Nelson ya nos ha advertido del peligro de este problema en su crítica a la posición Latinoamérica en cuanto a la doctrina del pecado. Nelson dice: “La teología de la liberación latinoamericana [y] casi todos [sic.] sus seguidores conciben el pecado social como esencialmente opresión estructural.” Nelson sigue adelante: “… en ningún tema concreto están estos dos tipos [de pecado social e individual] usados de una forma creativa y desarrollada.”[6] La crítica de Nelson la tomo muy en serio, y es precisamente esto lo que estoy tratando de alcanzar teológicamente aquí. Yo creo que, en la crisis migratoria de los EE.UU. en lo particular, y en la movilidad humana en general, hay una oportunidad teológica para desarrollar una doctrina del pecado que busque amalgamar los dos extremos opuestos y tener aplicaciones pastorales inmediatas. Mas allá de esto, la crítica de Nelson la tomo de una forma muy personal debido a mi experiencia trabajando con inmigrantes y refugiados de todo el mundo por muchos años, ella pasa a ser lo más personal posible. Hablaré más delante de esto a detalle.

El pecado, en su forma más estricta no debe o puede ser solo individual. Gutiérrez no los recuerda diciendo: “El pecado, la separación con Dios, no es algo que ocurre solamente en un santuario íntimo del corazón. Siempre se mueve a relaciones interpersonales.”[7] Si el pecado es conceptualizado solo en términos personales, las estructuras y sistemas que fomentan el mal son imposibles de erradicar. Uno de los problemas con esta forma de conceptualizar el pecado es que la moralidad personal no necesita involucrarse de una forma directa con estas realidades estructurales. Nosotros/as como agentes morales podemos vivir una vida moral justa sin hacer absolutamente nada para cambiar las estructuras de poder que oprimen a millones de personas. ¿Pero es esto una moralidad valida?

La crítica anterior de Nelson es precisamente dirigida a la teología de la liberación que cayó, en cierta forma, dentro de este extremo. Nelson lo explica así: “Los teólogos [sic.] de la liberación muchas veces enfatizan el aspecto social del pecado de una forma tan fuerte que el rol del individuo es eclipsado.”[8] De una forma simple, si el pecado de un individuo se produjo por influencias externas, el individuo debe ser absuelto del pecado y de sus consecuencias. Este tipo de pecado social puede ser conceptualizado como ‘no voluntario.’ Claro está, que esto es problemático por muchas razones, pero la más importante es que esta conceptualización abre la puerta para que personas se laven las manos de todo tipo de responsabilidad moral.

Empero, no podemos olvidar que los sistemas sociales, gobiernos, estructuras, corporaciones, etc. pueden y ejercen un grado de influencia en las decisiones del individuo.[9] Heyer lo describe muy bien: “las estructuras son tanto casual como consecuencial en su naturaleza, y somos subjetivamente responsables por las situaciones de pecado, y  sin embargo seguimos sujetos a las influencias externas.”[10] De la misma forma, el individuo tiene el poder (y la obligación moral) de cambiar todo tipo de sistema de opresión total. Esta relación entre lo social e individual no puede ser ignorada. Esta es la razón por la cual Gutiérrez insiste que el pecado es tanto personal como social, y que el personal causa lo social.[11]

Estas dos conceptualizaciones opuestas del pecado me dan permiso para abogar por un punto de partida conceptual más comprensivo. Yo busco una conceptualización teológica del pecado social, que no solo tome en serio la dimensión espiritual y personal del pecado, sino que también busque resaltar las dimensiones institucionales y no voluntarias del mal. En mi próximo articulo hablare más de esto y mostrare un ejemplo que nos puede ayudar a ver y desarrollar una doctrina del pecado que sea más sazonada con los sabores complejos de nuestras culturas latinas. Esta reconfiguración de la doctrina del pecado es importante y requerida para la liberación de millones de personas que viven en los márgenes de la teología.

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[1] https://caminandoenjusticia.com/epistemologia-latina-repensando-el-pensamiento-binario/

[2] Joerg Rieger. With Contributions by Paulo Ayres Mattos, Helmut Renders, and José Carlos de Souza. No Religion But Social Religion. Liberating Wesleyan Theology. (Nashville, TN. The general board of higher education and ministry, The United Methodist Church. 2018), 5

 [3] Derek R. Nelson. What’s Wrong with Sin: Sin in Individual and Social Perspective from Schleiermacher to Theologies of Liberation. (London: Bloomsbury Publishing PLC. 2009), 81. Accesado Marzo 26 del 2019. ProQuest Ebook 81. Nelson resume estos dos estilos y sus representantes tipo relacional vía John Nevin’s y tipo estructural vía Albrecht Ritschl.

[4] Yo uso una definición similar del pecado que se ve muy frecuentemente en la biblia como ‘fallar el blanco’ Yo no enfatizo el pecado como una violación moral (a pesar de que existe un elemento moral en el). El pecado como todo termino teológico es contextual y yo usualmente descanso al entendimiento del pecado plasmado en la teología de la liberación como más sistemático que moral. Para una definición más exhaustiva ver: Joel B. Green, ed. Dictionary of Scripture and Ethics, 1170

 [5] Heyer. Social Sin and Immigration, 416

 [6]CentralNelson. What’s Wrong with Sin?, 81

 [7] Gutierrez, The Power of Poor in History, 147

[8] Nelson. What’s Wrong with Sin?, 87

 [9] Heyer, Social Sin and Immigration, 425. Heyer resume el dilema muy bien: “… en vez de caer tanto en el miedo de que el pecado social arriesga el eliminar la responsabilidad personal, o la idea de que todo pecado es social y que el pecado personal es solo una manifestación de esta forma social primordial… [nosotros/as debemos] dilucidar más una dialéctica relacional entre el pecado personal y social.”

[10] Ibid., 425

 [11] Gutierrez, The Power of the Poor in History, 147

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