Hasta que “El todo sea en todos”: NIETZSCHE y el acceso a la Totalidad. PARTE II

 In Caminando en Justicia, Historias, Liberación e Historia

I Metapolítica: entre la Totalidad y el Nihilismo.

   El 29 de julio pasado, se publicó en este blog un artículo sobre Nietzsche en relación con la Totalidad. En esta ocasión, lo hemos retomado para profundizar más acerca de dicha temática. Una razón de peso nos impulsa a reflexionar sobre ello: Desde los “atentados terroristas” al  World Trade Center, el 11 de septiembre del 2001, se ha instalado una política mundial de incertidumbre. Tal parece que la “metapolítica” está encamina a la administración del terror. Se constata que en el mundo moderno la “administración de la violencia” supera y aplasta cualquier reclamo por dignidad humana, incluso, hasta parece que la misma lucha por la dignidad está determinada por fuertes intereses ideológicos que la revierten; se trata pues de un poder fáctico y muy astuto, que legitimado por lo ideológico implanta un régimen de muerte, tal como San Pablo lo diría en su segunda carta a los Tesalonicenses:  Ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel impío, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca y destruirá con el resplandor de su venida. (2:7-8 RV1995).

   Tal vez, los análisis más rigurosos al respecto que dejan al descubierto «el misterio de la iniquidad» se han elaborado desde los conceptos de Metapolítica, Biopolítica, Biopoder y, no desde la escatología, como suele pensarse. Ya en el siglo XIX Nietzsche preconizaba la llegada de una Gran política que haría volar todo por los aires, inaugurando una era de incertidumbre y profundo vacío que recibe el nombre de Nihilismo:

«El concepto de política quedará absorbido por completo en una guerra de espíritus, todas las formaciones de poder de la vieja sociedad saltarán por los aires ―todas ellas se basan en la mentira: habrá guerras como no las ha habido jamás en la Tierra. Sólo a partir de mí existe en la Tierra gran política.―»[1]

   Así, el Nihilismo es el camino y la puerta de acceso al Anticristo, puesto que ataca esencialmente todo lo que aduce una Totalidad. Sin Totalidad no hay fundamentos: solamente fundamentalismos radicales y totalitarismos asesinos; no hay sentido de la vida, cualquier cosa es un sentido; se instituye el reinado del sinsentido. La exaltación del sinsentido, de lo vacío, hueco, efímero y trivial es el culto de la modernidad. ¡He ahí la relevancia de Nietzsche para nuestros días!

II Posmodernidad: la metanarrativa de la fragmentación

   Se dice que la filosofía nietzscheana representa uno de los principales puntos de partida a la “posmodernidad”. Y, consecuentemente, puede decirse que la característica más relevante del posmodernismo es la “fragmentación”, que apunta indiscutiblemente a una concepción equivocista. En este sentido, la tesis de la fragmentación equivocista sustentada por los posmodernos, deviene una de las más extendidas interpretaciones en la actualidad. Es decir, aduce el carácter de cosmovisión: Weltanschaaung. No obstante, a la pretensión de la posmodernidad se le ha cuestionado ser en sí misma una nueva Weltanschaaung. Jean-François Lyotard señalaba que la inconfundible característica de la posmodernidad es la muerte de los metarrelatos, lo que implica un radical “giro epistemológico” en la cosmovisión de la sociedad: «La «crisis» del saber científico, cuyos signos se multiplican desde fines del siglo XIX, no provienen de una proliferación fortuita de las ciencias que en si misma sería el efecto del progreso de las técnicas y de la expansión del capitalismo. Procede de la erosión interna del principio de legitimidad del saber. Esta erosión es efectiva en el juego especulativo, y es la que, al relajar la trama enciclopédica en la que cada ciencia debía encontrar su lugar, las deja emanciparse».[2]

   Sin embargo, no es Lyotard quien apunta con más agudeza el problema, es más bien Fredric Jameson quien propone que «la narrativa como narrativa  del final de las narrativas»[3] constituye un metarrelato. Según lo plantea Jameson, lo que la postmodernidad refleja es una verdadera necesidad de historia: «El modo más seguro de entender el concepto de lo postmoderno es considerarlo como un intento de pensar históricamente el presente en una época que ha olvidado  cómo se piensa históricamente. En tal caso, o bien lo postmoderno «expresa» (por mucho que lo deforme) un irrefrenable impulso histórico más profundo o lo «reprime» y desvía con eficacia».[4]

   La nueva metanarrativa estriba en la premisa de que la pregunta por el sentido tiene como referencia última la carencia de sentido. Así, el sentido se halla en el sin-sentido. Queda obnubilada la pregunta por el “Sentido de la Historia”. Con el reconocimiento de semejante problemática se podría concluir que estamos ante una contradicción. Sin embargo, no optamos por dicha conclusión, ello significaría la negación del debate y su pertinencia actual. Significaría también la negación de una racionalidad que niega la pluralidad. Por pluralidad no referimos la aceptación de todo aquello que demanda un espacio en la pretensión de verdad, característica ineludible en la noción de verdad del relativismo, ―vale decir que posmodernismo y relativismo no son lo mismo, sin embargo, se acercan mucho en la noción de verdad, en tanto verdad fragmentada― más bien, aquí significa una integra racionalidad mediadora, esto es: que nunca se han de desechar o aceptar a priori las pretensiones de verdad, sino que han de someterse al estatuto epistemológico de la más ardua argumentación posible en determinación de sus condiciones de verdad y facticidad.

III El retorno a la antropología teológica como acceso a la Totalidad

   En contraparte a la presuposición anterior de la fragmentación, hemos de decir que en el pensamiento nietzscheano se constata una pretensión de Totalidad que habilita una Filosofía Critica de la Historia. Con Nietzsche se da un avance en dicho campo del saber, pues ante toda problemática de la vidavitalismo― y el serontología― ahora hay un estatuto radicalmente crítico. Cosa que no podría lograrse con la sola tesis de la fragmentación; pues con ella se niega implícitamente el sustento, sustrato y coherencia de toda pretensión crítica. De hecho, ni siquiera logra legitimar medianamente su derecho a ser realmente crítica. Con ello ponemos al descubierto la apariencia ilusoriaso entblößen wir den Schein―.

   Incluso, la ontología y la onto-teología tienen que reformularse radicalmente una vez confrontadas por Nietzsche. De tal forma que la teología misma, tanto en el siglo XIX, con la enorme influencia de Feuerbach ―sobre todo en su provocativa obra La esencia del cristianismo[5]―; como en el XX, con la antropológica trascendental de Rahner[6], y; sobre todo, con Pannenberg, se vio obligada a replantearse la cuestión del sentido en las inmediaciones de la modernidad. Tanto así que la Teología estableció su punto de acceso a la divinidad mediante la antropología. Actualmente la Antropología Teológica representa un esfuerzo verdaderamente serio en cuanto a Dios y su verdad, y, el hombre y la verdad. Tal como lo ha mostrado rigurosamente Wolfhart Pannenberg en su extensa obra Antropología en perspectiva teológica: «Tal concentración en la antropología de la problemática en torno a los fundamentos de la teología va a la par con la evolución moderna de la idea filosófica de Dios»[7]―. De ahí que la ardua polémica de Nietzsche con la cuestión de Dios enriquece extraordinariamente su Filosofía Critica de la Historia; pues Nietzsche, contrariamente a lo que comúnmente se cree, jamás logra desligarse de la cuestión de Dios y su verdad. Ni siquiera cuando enuncia ―en el parágrafo 125 de La gaya ciencia[8]― la “Muerte de Dios” ―Gott ist tot―. Se desprende de aquí que, al encarar la cuestión de la Muerte de Dios, se estaba realmente encarando a la cuestión de la Totalidad. Pues Dios, en cuanto creador y sustentador del universo ―creatio ex nihilo―, en su carácter teofánico, se presenta a sí mismo como el todo en todos, el principio y el fin, el alfa y la omega. Como la indiscutible Totalidad y fundamento último en la pregunta por el sentido. Así, la pretensión de verdad, implícita en la narrativa nietzscheana, es realmente una reversión de la tesis posmoderna, en cuanto que genealógicamente se rastrea en el subsuelo más profundo, una plenitud como nuevo horizonte.

   Nietzsche pretendía una ruptura radical con la teleología, ésta era realmente la gramática teológica, que no consiste en otra cosa más que en el anuncio ―Kerygma― y el reconocimiento del «Logos hecho carne». Con Nietzsche, Dios se convierte en la mentira más largamente elaborada en Occidente. ¡Nuestra mayor mentira! En respuesta a ello, Nietzsche anticipaba, en su obra programática de 1872: El nacimiento de la tragedia, la tesis de la Totalidad, con la introducción de la idea griega en lo Uno-primordial o lo Uno-incondicionado[9] ―una especie de “fundamento último de la realidad”― en la que todo halla su punto de convergencia. Así, deslegitimando el carácter teológico de la enunciación: «para que Dios sea todo en todos» (1Cor.15:28), bien puede aplicarse a la nietzscheana aspiración de Totalidad. La deslegitimación o ruptura epistemológica se juega prioritariamente en el terreno de la historia ―Geschichte―. Historia que ya no es el discurrir o la irrupción de la divinidad mediante la providencia, sino que ahora es prominentemente la acción del hombre que toma en sus manos el destino, convirtiéndose en creador de su propio sentido τέλος―. El hombre es ya un superhombreÜbermensch―, un creador; alguien que da cuenta de su historia ―Historie―. “El discurso teológico del siglo XX, como discurso hecho «en honor de Dios» se ha ido desarrollando cada vez más como discurso en defensa y a favor de lo «humanum».”[10]

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[1] Friedrich Nietzsche, Obras Completas IV., Madrid, Tecnos, 2016. p.853

[2] Jean-François Lyotard, La condición postmoderna, Cátedra, 1987, p.75

[3] Fredric Jameson, Teoría de la postmodernidad, Madrid, Trotta, 1996, p. 12.

[4] Ibid., p.9

[5] Ludwig Feuerbach, La esencia del cristianismo, Madrid, Trotta, 2013

[6] Karl Rahner, Escritos de teología VI, Madrid, Cristiandad, 2007, pp. 153-268

[7] Wolfhart Pannenberg, Antropología en perspectiva teológica, Salamanca, Sígueme, 1993, p.15

[8] Friedrich Nietzsche, “La gaya ciencia” en, Obras Completas III., Madrid, Tecnos, 2014, pp.802-803

[9] _______, El nacimiento de la tragedia, Madrid, Alianza, 2014, p.55

[10] Rosino Gibellini, La teología del siglo XX, España, Sal Terrae, 1998, p.13

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Comments
  • Maria+Rodriguez

    El nuevo hombre se está planteando cómo discernir sobre tantas realidades oscuras, que por primera vez puede ver a través de su vivencia. Ahora al quitarse una venda de historias falsas puede que despierte a una nueva realidad.

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