Metodismo: renovación espiritual y transformación social

 In Historias, Liberación e Historia, Teología y Cultura

Cada 24 de mayo se celebra a nivel mundial el nacimiento del metodismo, donde se recuerda la experiencia espiritual del corazón ardiente de Juan Wesley, el 24 de mayo de 1738 en la calle Aldersgate de Londres. Sin desmerecer ésta, al final del ensayo proponemos —como otros ya han consignado— otra fecha importante sobre el comienzo del metodismo. Cuando hablamos de ese origen del movimiento wesleyano, es importante tener en cuenta las condiciones económico-sociales del contexto histórico en que nació y en que Juan Wesley reflexionó teológicamente, en la Inglaterra del Siglo XVIII. No sólo porque de esa forma comprendemos mejor su pensamiento sino porque encontramos una profunda y acelerada transición histórica, como la que vivimos en nuestro tiempo. Como ya hemos dicho en otros ensayos, muchos analistas afirman que lo que podemos afirmar acerca del período actual es quizá un período de cambios tan significativos como los últimos años del siglo XVIII. En ese período se dio tanto la Revolución industrial como la Revolución Francesa, en el último cuarto del siglo. Surgía una nueva forma de sociedad, como la que está surgiendo ante nuestros propios ojos.

En ese siglo XVIII la economía inglesa se transforma en el centro de la economía mundial, y su imperio colonial se constituye en el imperio dominante. A comienzos de este siglo Inglaterra domina todo el mercado textil mundial, pero el productor más grande es India, a quien le compra con el oro de América su producción, para re-exportarla. Progresivamente coloniza la India, destruyendo su sistema textil, para obtener los medios del mismo. También Inglaterra, logra en 1703 el monopolio del mercado de esclavos (desde su captura en África hasta su venta en América), que antes estaba en manos de los portugueses.

Además, se echan las bases de la industrialización inglesa, siendo la industria textil la más importante. Pero la revolución industrial va reemplazando paulatinamente el textil de lana por el de algodón. El carbón de leña y la madera para la producción y el barco como medio de transporte siguen siendo fundamentales en este siglo. Esta industria textil no es todavía el poder económico inglés, ya que recién en el S. XIX se transforma en dominante, con el establecimiento de la fábrica textil con nuevas tecnologías.

En la cúspide de la estructura social inglesa existían el poder bancario y financiero de las compañías coloniales (América, India), además de latifundistas dueños de grandes haciendas. El empresario industrial no es rico (como en el S. XIX), sino que es uno de segunda clase y en parte salido de la propia clase obrera. Y está el campesino que ha tenido que emigrar a las urbes en busca de trabajo, por haber perdido su tierra debido a que la producción de lana emplea menos mano de obra. Se crea así una población sobrante, migrante, desarraigada que no es contenida en las grandes ciudades sino reprimida con las famosas “leyes contra la vagancia”, que se encuentran entre las más crueles de la historia moderna.[1] Luego con la producción textil de algodón (que se expropió a la India) se emplea a muchos de éstos, pero con pagas miserables y en condiciones terribles, así como también en las minas de carbón. Comienza así la llamada “disciplina fabril”, que implica la transformación profunda de las reglas anteriores de interrelación social.

Aquí aparece el metodismo, que para F. Hinkelammert no es exclusivamente un movimiento religioso de adaptación al capitalismo, sino principalmente uno que debe adaptarse a un nuevo sistema de vida, ofreciendo un sentido contestatario en varios aspectos.

Frente a la impresión de inevitabilidad del proceso de cambio en curso, el metodismo ofrece un sentido de vida, orientación y estabilidad en medio del mismo,[2] frente a una Iglesia Anglicana que se encuentra en un estancamiento espiritual, moral y social.

Es en ese contexto marcado también por el deísmo filosófico británico y por el racionalismo creciente y dominante de la teología anglicana, en que Juan Wesley desarrolla su reflexión, intentando recuperar doctrinas clásicas que habían caído en desuso, como las que remarcaban la condición humana marcada por el pecado, el obsequio de la gracia y su efecto en la renovación de la fe y el testimonio del cristiano.

Si bien para Wesley el nuevo nacimiento es clave, sabemos que el “centro explícito de la preocupación ministerial y el pensamiento doctrinal de Wesley lo constituye la santificación. La gran pregunta que conmueve toda la vida de Wesley: «¡Qué demanda Dios de mí?».[3] De ahí que se interese menos que Lutero por la justificación permanente del pecador y más que él por el proceso de renovación ético-religiosa. Observa Moltmann que para Wesley el pecado es más una enfermedad que hay que curar que una violación del derecho que hay que expiar, y si la santificación es la sanación de la vida espiritual de los hombres, entonces tiene que haber diversos grados de curación. Como el enfermo, el pecador puede colaborar en el proceso de sanación espiritual. Si bien es cierto, que para él todo depende siempre de la gracia de Dios, ésta libera a la voluntad pecadora y suscita en ella nuevas energías.

Por ello es que distinguió cinco niveles en la santificación de la vida:

1) La gracia previniente de Dios despierta la conciencia natural y robustece la voluntad.

2) La gracia persuasiva induce a una penitencia y da lugar al arrepentimiento.

3) La gracia de Dios es vivida objetivamente como justificación y subjetivamente como renacimiento.

4) Esta lleva a una santificación progresiva de la vida.

5) Hasta que los creyentes se hallan totalmente traspasados por el Espíritu Santo y alcanzan el estado de la perfección cristiana, la theosis[4]

Vemos como para él, la santificación, enraizada en nuestra experiencia vital, es la consecuencia necesaria de la justificación. Hasta aquí no hacía más que seguir los razonamientos pedagógicos de Melanchton, pero “lo que dio mordiente a su mensaje fue el descubrimiento de la subjetividad de los creyentes. El sentimiento interno constituía para él la prueba convincente. La experiencia de fe era una «vivencia que caldea el corazón».”[5] Y esto es clave, ya que esta dimensión subjetiva se daba en la incipiente sociedad industrial con su proletariado de hombres solitarios, obligados a abandonar sus pueblos y familias para trabajar en las fábricas. Con sus anhelos de comunidad y su necesidad de lazos y redes afectivas y sociales.

Este descubrimiento de la subjetividad de los creyentes —según advierte Moltmann— fue lo que permitió al metodismo inicial avivar y renovar la fe en la dimensión personal de la experiencia, ofreciendo sentido por el mensaje del evangelio y contención comunitaria en las ecclesiola in ecclesia o bandas metodistas; a las masas obreras que, en su anonimato, se asociaban. Por ello, según Moltmann, la santificación de la vida para Wesley radicaba en una vida de fe consciente, libre y totalmente organizada, personal y comunitariamente.

Si bien esto les devolvía la conciencia que perdían por fuerza en el trabajo, esta interiorización llevó también a una excesiva disciplina cristiana de autocontrol, a la que se sometían ellos y sus cuerpos, que era idéntica a la disciplina laboral de las fábricas. Una cierta regulación de la vida exterior debía conformarse a la experiencia interior del creyente renovado en Cristo. Aquí aparece en lugar central el proceso de santificación, como un crecimiento en la fe y en el amor a Dios y al prójimo. Luego de recibir el Espíritu, de haber nacido a la nueva vida, el pecado exterior puede ser resistido y combatido.

El comportamiento metódico en el trabajo y en la fe se corresponden mutuamente. “En este sentido el metodismo se convirtió en la religión de las sociedades industriales incipientes. Pero su «ascesis intramundana» adoptó una actitud crítica ante la razón instrumental de la sociedad industrial.”[6] Cristianos metodistas fueron entre otros, fundadores de los sindicatos, activistas sociales, y luchadores contra la esclavitud. Y si bien Wesley no era un reformador político —era leal al Rey— sí lo fue en lo social-económico. Aun así, la dirección del primer partido laborista —fundado en 1900— fue metodista. Algunos historiadores afirman incluso que el metodismo anticipó en Inglaterra las ideas de la Revolución Francesa.[7]

El avivamiento wesleyano había comenzado. Algunos creen que un día clave para que comenzara fue el 2 de abril de 1739 en Bristol y no solo el 24 de mayo de 1738 en la calle Aldersgate. Según Wesley, ese día decidió ser «más vil», predicar al aire libre y encarnarse en las luchas de su pueblo. Él informa en su diario: “ A las cuatro de la tarde (del 2 de abril) decidí “ser más vil” [2 Sam. 6:22], y proclamé en los caminos las buenas nuevas de la salvación, hablando desde una pequeña eminencia en un terreno contiguo a la ciudad, a unas tres mil personas. La escritura sobre la que hablé fue esta…: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para predicar el evangelio a los pobres”.

“Desde el principio fue un movimiento en gran parte para y entre los pobres, aquellos a quienes caballeros y damas veían simplemente como parte de la maquinaria del nuevo sistema industrial. Los Wesley predicaron, las multitudes respondieron y así nació el metodismo como movimiento de masas”[8] y una renovación de un sector del cristianismo, que recordamos como importante. En este cambio de época también los cristianismos necesitan ser renovados, para ser sal y luz, agentes de transformación en este tiempo. Que así sea.

__________

[1] Hinkelammert Franz, Las condiciones económico-sociales del Metodismo en la Inglaterra del Siglo XVIII, en “La tradición protestante en la teología latinoamericana,1ºIntento: Lectura de la Tradición metodista”, Costa Rica, (Ed. Duque), DEI,1983. p. 21-29. p.28

[2] Moltmann Jürgen: El Espíritu de la vida, Salamanca, Sígueme, 1998. p.185

[3] J. Míguez Bonino, Hacia una eclesiología evangelizadora. Una perspectiva Wesleyana, San Pablo, Editeo-Ciemal, 2003. p.34. Véase también Moltmann, Ibid., p.183.

[4] Moltmann, Ibid., p.183, dice “Sin duda, Wesley contempló el quinto nivel más como meta final que como experiencia a conseguir, para comprender la santificación como una espera activa de la salvación final.” p.184

[5] Moltmann, Ibid., p.184

[6] Moltmann, Ibid., p.185. Ver también el análisis del metodismo que hace Max Weber en su clásico La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Madrid, Ed. Revista de Derecho Privado, 1967. p.154-198. Allí examina la racionalización sistemática de la vida moral del protestantismo ascético y la aspiración sentimental y racional de perfección del metodismo, como ascesis y su relación con el espíritu capitalista

[7] Th. Jennings, Goods News to the Poor: John Wesley´s Evangelical Economics, Nashville, Ab. Press, 1990. Citado en Moltmann, Ibid., p.185. Tampoco olvidar que hay otros que sostienen que el metodismo impidió que Inglaterra tuviera su revolución francesa son sus claros logros y horrores. Ver en G. Báez Camargo, Genio y espíritu del Metodismo Wesleyano, México, Ed. Jakez, 1962, p.80 [8] Daniel Bruno, https://iglesiametodista.org.ar/cuando-wesley-decidio-ser-mas-vil-2-abril-de-1739/. Centro metodista de estudios Wesleyanos, Argentina

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