Paul Tillich y la pregunta por el “FIN DE LA HISTORIA”. Parte II

 In Liberación e Historia

Introducción

En abril del 2020 se publicó un artículo sobre Paul Tillich en este blog. Hoy lo retomamos para profundizar un poco más. Tillich, Junto a Karl Barth y Rudolf Bultmann, era una de las tres figuras que dominaban el escenario teológico europeo en la primera mitad del siglo XX. A diferencia de ellos –y desde luego, de otros prominentes teólogos de la Europa continental, y también del amplio mundo teológico angloamericano– Tillich se distinguió por desarrollar una densa Teología Filosófica, especialmente en su Teología Sistemática –escrita entre 1951-1963–. Lo suyo no es propiamente una dogmática como lo es en Barth, tampoco una penetrante exegesis como en Bultmann. Sino un interés teológico-filosófico en torno a los más acuciantes problemas culturales universales —la Bildung—. Pero, sobre todo, en Tillich la cuestión en torno a la pregunta por el fin de la historia es definitoria. Más no lo es a la manera de ser relegada a mera temática escatológica, como apéndice o forzoso agregado a un sistema, tal como sucedía en muchas teologías sistemáticas de entonces. Más bien, la difícil cuestión del fin de la historia constituye una extraordinaria habilitación crítica hacia los problemas acuciantes del mundo moderno. Los 14 volúmenes de sus Gesammelte Werke así lo testifican. Ya en su Teología de la cultura, decía: «el problema de la religión y la cultura ocupó siempre un lugar central entre mis intereses…La mayoría de mis escritos…intentan definir el vínculo que existe entre el cristianismo y la cultura secular».[1]

Cuando Tillich muere, el 22 de octubre de 1965, en la ciudad de Chicago, EU, su voz gozaba de un enorme prestigio, una indiscutible influencia en disciplinas más allá de la teología, como es el caso de la teoría psicoanalítica y la psicoterapia, tal como Rollo May lo refiere en Paulus Tillich: As Spiritual Teacher,[2] o como lo refleja también en su participación en Psicoanálisis y filosofía existencial, junto al afamado y controvertido psiquiatra escoces Ronald Laing.[3]

I El proyecto de la Teología Sistemática

El proyecto de la Teología Sistemática de Tillich puede rastrearse en su origen hasta el periodo de estudiante. Relata que en el «verano de 1905, cuando yo era estudiante en Tübingen…abrigaba ya la idea de conquistar el mundo con un sistema de pensamiento. El que yo fuera a abordar en serio semejante empresa no pasaba por entonces de ser un simple sueño. Pero después, poco a poco, he tratado de hacer realidad ese sueño».[4]

El primer volumen discute los temas de La razón y la revelación. El ser y Dios. Resulta de suma importancia notar el enorme interés que le concede a la Teología Natural, elaborando desde ella los materiales epistemológicos que han de ser la base sobre la que girará su sistema. Con este giro teológico claramente se está distanciando de los programas de Bultmann y Barth, en tanto en cuanto que la teología, como racionalización e inteligibilidad del mensaje divino, pregunta y atiende la manifestación del Logos ahí donde aparece entre los más amplios y ambiguos procesos histórico-existenciales.

El segundo volumen es el más breve, consta de 246 páginas, se discute La existencia y Cristo. Su talante existencial se asoma por todo el volumen, que se desarrolla en fértil debate en diálogo con el pensamiento de Kierkegaard, Nietzsche, Marx, Hegel, Schopenhauer, Freud y muchos más; tendiendo siempre de fondo la ontología moderna. Probablemente es el volumen más polémico, pues en la cristología se dice de Cristo que es el «símbolo» del nuevo ser.[5]

El tercer volumen es el más denso y difícil de leer –519 páginas–. Discute las cuestiones de La vida y el Espíritu. La historia y el Reino de Dios. La segunda parte del volumen compone la “quinta parte” del sistema teológico, donde plasma su teología de la historia, mediante un tratamiento reposado y profundo. Es la parte donde se deja ver el alcance crítico del teólogo luterano, pues la teología que quiera ser relevante ante el mundo moderno no podrá jamás realizarse de espaldas a la historia. Pretender hacerlo es traicionar el espíritu mismo del quehacer teológico. La acción de Dios, su revelación, es continuamente un irrumpir la historia, dando testimonio de sí mismo. De ahí lo indivisible entre historia y teología.

II El programa apologético

La complejidad del enorme proyecto de Tillich puede captarse concretamente en la Introducción del primer volumen de la Sistemática –casi 100 páginas–. No solamente es Introducción al volumen, sino a todo el sistema teológico. Desde el primer párrafo se dice que «Un sistema teológico, en principio, debería satisfacer dos necesidades fundamentales: la afirmación de la verdad del mensaje cristiano y la interpretación de esta verdad para cada nueva generación».[6] El sistema teológico se divide en dos partes: uno que se interroga por los más vastos problemas concernientes al hombre moderno y su profunda crisis de significado. Y, el otro que ofrece las respuestas a esa carencia de sentido y significación que la situación caótica mundial de la posguerra había franqueado. Esto recibe el nombre de método de correlación y es decididamente apologético.

Con «la afirmación de la verdad del mensaje cristiano» quiere señalar Tillich el poder del kerigma como en quien ha de encontrarse la más plausible comprensión de la realidad para cada momento histórico. Y, justamente, la conciencia del momento histórico deviene conciencia histórica —Es la categoría que abre la quinta parte[7]—. En ella el hombre moderno se sabe inmerso ante una situación que lo interpela en cuanto a la verdad. Pues la crisis de la modernidad, la crisis de la cultura, no es otra más que aquella que surge del ataque a lo que una vez representó el centro de gravitación, aquella comprensión de la historia como unidad y totalidad. De ahí que en el primer volumen Tillich denuncia que los intentos por desentenderse de un «terreno común»[8] en cuanto a la cuestión de la unidad o «unicidad», en torno a la verdad de Dios y su mensaje en Jesucristo, son insuficientes y, además, callejones sin salida que ya no pueden hablarle inteligentemente a la situación actual. En consecuencia, «existe una razón…para desconfiar de los métodos apologéticos, sobre todo, por parte de los teólogos kerigmáticos», quienes «Temen que el terreno común destruya la unicidad del mensaje». En consecuencia, el kerigma se vuelve una más de las «ambigüedades» de la vida. ¿Y acaso no es justamente de esta imposibilidad o impotencia de responder a la crisis de sentido en la modernidad, donde se ha abierto un profundo silencio del kerigma ante las preguntas escatológicas?

III El problema de los fundamentalismos

Resulta de mucha actualidad para nuestro momento histórico el punto de partida que Tillich escoge en su Introducción al primer volumen. A saber, la crítica a los fundamentalismos. Los cuatro párrafos que conforman “el mensaje y la situación”, giran en torno a ello y, se constata que la crítica es fuerte:

«el fundamentalismo posee rasgos demoníacos. Destruye la humilde sinceridad de la búsqueda de la verdad, crea en sus seguidores una crisis de ciencia y conciencia, y los convierte en fanáticos porque se ven forzados a suprimir ciertos elementos de verdad que apenas perciben».[9]

El fundamentalismo no es un fenómeno propio de la religión, pero es, probablemente, en lo religioso, donde alcanza su plenitud, pues usurpa el nombre mismo de Dios, «haciéndose pasar por Dios» —2 Tesalonicenses 2:3-4 —. Con justa razón lo apunta Tillich ya en el tercer volumen: «Lo santo es el lugar favorito de lo demoníaco».[10] Y tan demoníaco es el intento de imponer una verdad divina en la religión, como erigirse en líder político incuestionable. Son pretensiones que anulan cualquier respuesta honesta a la pregunta por el fin de la historia:

«Los conflictos históricos entre lo viejo y lo nuevo alcanzan su etapa más destructiva si uno de los dos se arroga para sí mismo la ultimidad. Esta pretensión autoelevadora de ultimidad es la definición de lo demoníaco y en ningún sitio está tan de manifiesto lo demoníaco como bajo la dimensión histórica. La pretensión de ultimidad toma la forma de pretender tener o aportar lo último hacia lo que corre la historia. Esto ha ocurrido no sólo en la política sino aún más directamente en la esfera religiosa. La lucha entre lo viejo sagrado y lo nuevo profético es un tema central de la historia de las religiones y, de acuerdo con el hecho de que lo santo es el lugar favorito de lo demoníaco, estos conflictos alcanzan una fuerza destructora que pasa por encima de todo en las guerras y en las persecuciones religiosas. Desde el punto de vista de la dimensión histórica, este es el conflicto entre grupos diferentes que pretenden representar  la finalidad de la historia ya sea en términos de su plenitud real o en términos de su plenitud anticipada».[11]

Conclusión:

Es, pues, el fundamentalismo una incapacidad con respecto a la comprensión de la verdad. Los fundamentalismos surgen cuando se niega el fundamento. Tal negación deviene entrega ciega a lo demoníaco. De ahí que entre fundamentalismo y totalitarismo se juega la vida misma de la existencia humana. Pues fueron los totalitarismos, en su forma política de “regímenes totalitarios”, quienes arrastraron al mundo a las dos Guerras Mundiales, en las primeras décadas del siglo pasado. Tanto los fundamentalismos como los totalitarismos «Confunden la verdad eterna con la expresión temporal de tal verdad».[12] Una vez que semejante grado de perversión de los radicalismos religiosos, políticos e ideológicos encuentran su camino libre, es entonces que surge con urgencia absoluta la pregunta por el fin de la historia, pues la humanidad misma está bajo amenaza.

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[1] Paul Tillich, Teología de la cultura, Buenos Aires, Amorrortu, 1974, p.11

[2] Rollo May, Paulus Tillich: As Spiritual Teacher, Dallas, Tx, Saybrook, 1988

[3] H.M. Ruitenbeek, P. Tillich, L. Binswagner, et. al., Psicoanálisis y filosofía existencial, Buenos Aires, Paidós, 1965

[4] Rosino Gibellini, La teología del siglo XX, Santander, Sal Terrae, 1998, p.101

[5] Tillich, Teología Sistemática II, Salamanca, Sígueme, 1982, pp.122-124

[6] Tillich, Teología Sistemática I, Salamanca, Sígueme, 1982, p. 15

[7] Tillich, Teología Sistemática III, Salamanca, Sígueme, 1984, pp.363-366

[8] Tillich, TS I., p.19

[9] Ibid., pp.15-16

[10] Tillich, TS III., p.415

[11] Idem

[12] Tillich, TS I, p.15

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