Contra la violencia y la indiferencia en medio de la contingencia

 In Caminando en Justicia, Teología y Cultura, Violencia de Género

Ayer se cumplió un mes desde que estamos encerrados en casa. En nuestro caso particular, todo esto comenzó desde el jueves 12 de marzo. Han sido semanas largas con momento buenos, pero también con momentos de mucha angustia y preocupación. En mi trabajo nos redujeron el tiempo y el salario a la mitad, y hemos tenido que idear formas de estar con contacto con los niños con los que trabajamos. A mi esposo, gracias a Dios no le han hecho ningún cambio, continua con su horario y salario normal, y de hecho con más trabajo que antes. Mis hijos han cruzado por todos los estados de ánimo, y en general se siente optimistas, aunque ha habido momentos en los que ni ellos se soportan. Nuestra casa, que no es tan pequeña pero tampoco es grande, a veces parece reducirse, así como la paciencia, pero seguimos caminando.

Para todos está siendo una experiencia completamente diferente, sin embargo, no todos estamos enfrentando la situación del mismo modo. Vagando por las redes me encontré con una frase que dice más o menos así: “No estamos en el mismo barco, estamos en el mismo mar viviendo la misma tempestad, pero unos en yates, otros en lanchas, otros con algún trozo de madera que les permite seguir a flote y unos más nadando con solo con sus propias fuerzas.” Me quedé pensando en la cruda realidad que hay detrás de esta sabia frase.

Tengo la bendición de trabajar y estar en contacto con personas en situación de vulnerabilidad, madres solteras y cabezas del hogar que se han quedado desempleadas, niños que ya de por sí vivían en precariedad por estar bajo la tutela de sus abuelos, cuyo único sustento es una pensión que no les rinde ni para medio mes, migrantes que no tienen ni si quiera un techo donde dormir, etc. Estos escenarios me hacen reafirmar que vivimos tiempos muy difíciles que ponen de manifiesto la injusticia de este sistema caído, autoridades que están rebasadas y que no han sabido responder, una sociedad llena de gente egoísta que no tiene empatía, y gente que aprovecha su vulnerabilidad para obtener más beneficios.

Sin duda todos estamos padeciendo, mucha gente con enfermedades mentales está más alterada debido al encierro, y los índices de personas con depresión aumentan con velocidad. La violencia de género continúa creciendo, sí, tristemente seguimos escuchando noticias de muertes de mujeres en manos de sus parejas, de niñas y niños en manos de sus padres o padrastros, de mujeres que están siendo continuamente violentadas por estar encerradas con su abusador.

Todo parece indicar que no hay nada bueno que podamos rescatar de este momento que como humanidad estamos atravesando, sin embargo, mi esperanza aun no decae.

Justo ayer conmemoramos con alegría la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Recordamos que cuando todo parecía estar perdido, después de la traición, de la captura y el juicio injusto, de lo que parecía ser el triunfo de las autoridades religiosas y políticas, y de vivir la terrible y cruel muerte de Jesús, ocurrió un inesperado milagro que desconcertó a todos y retornó la esperanza.

De acuerdo con Jn 20, cuando María Magdalena descubrió la tumba vacía, su tristeza y desesperación no la dejaban ver más allá, no le permitían ver que quien estaba ahí era el mismo Jesús, hasta que él con ternura la llamó por su nombre. Fue en ese momento que ella pudo ver a su maestro, aunque irreconocible. Jesús nos sigue llamando por nuestro nombre, para hacernos ver más allá de nuestra inmediata realidad. Y así como lo hizo con María Magdalena, nos encomienda ser y llevar esperanza.

La encomienda implica salir de nosotros mismos, salir de nuestro dolor y sentir, para ver más allá, para ver a nuestro prójimo, a aquel que está nadando con sus propias fuerzas, aquel que sabe que detenerse implica morir. Enfocarnos en el otro nos demanda ser creativos, para pensar en formas en las que podamos ayudar, en las que podamos apaciguar el dolor y la desesperación de aquellos que están sostenidos por un trozo de madera.

Hoy quiero decirte que comprendo tu tristeza y dolor, yo también los siento y lucho día a día para no dejarme vencer por la angustia y el temor. Pero también quiero invitarte a ser creativo. Seguro que en tu comunidad de fe ya tienen algunas iniciativas, pero nunca está demás promover otras ideas:

1. Júntate con otros, no te quedes solo. Comparte tus ideas y busca un equipo.
2. Junten productos básicos para armar despensas, tu pon la cantidad que quieras reunir y promuévelo en tu colonia o vecindario.
3. Cocina algo sencillo en gran volumen y lánzate con alguien a llevarle comida a la gente que está en las calles.
4. Si tienes la facilidad sigue consumiendo productos de negocios locales.
5. Ofrécete a pedirle el super en línea a alguien que no sepa cómo, o incluso a ir por el mandado de algún familia o vecino de edad avanzada.
6. Si eres psicólogo, terapeuta o consejero, ofrece tu ayuda y escucha activa a quienes están lidiando con la depresión y la angustia.
7. Si sabes de construcción, plomería o electricidad puede ofrecer tus servicios para ayudar a quienes están en necesidad.

Busca ministerios, organizaciones que trabajen con grupos vulnerables para que te den una pista de qué puedes hacer y cómo puedes ayudar. O incluso, si eres de los más aventados, ve a dar un paseo por algunos barrios no muy lejos de donde estás, y seguro encontrarás algún lugar en donde puedas canalizar la ayuda que vas juntando.
Has alianzas, involucra a otros, contagia la esperanza. Siempre he creído que no hay mejor terapia que servir a otros, especialmente a aquellos que más lo necesitan.

Con las debidas precauciones y tomando en cuenta todas las medidas de seguridad, hagamos más, no olvidemos que compartir las buenas nuevas tiene que venir forzosamente acompañadas de actos de liberación, eso es justo lo que Jesús nos enseñó y eso es lo que significa seguir sus pasos.

No dejemos de orar unos por otros, de estar al pendiente. No nos encerremos en nosotros mismos, es un lugar peligroso y no hay mucho que podamos hacer ahí dentro.
Recobremos nuestra fuerza, ánimo y esperanza, que cuando más oscura se ve la noche significa que ya va a amanecer.

Recommended Posts

Start typing and press Enter to search