Una Teología Decolonial Puertorriqueña – 1

 In Caminando en Justicia, Historias, Liberación e Historia, Teología y Cultura

La identidad de un pueblo es esencial para entender su propósito, valor y significado. Es en ella, donde un pueblo se refugia con amor, pasión y orgullo. Las celebraciones culturales y folclóricas de un pueblo son expresadas a través de su identidad. Es la forma cómo un pueblo se da a conocer. Pero, ¿qué pasa cuando su identidad está comprometida? ¿Qué sucede cuando existen contradicciones en su patria o cuándo su historia se ha contado de forma inextricable? Esto es lo que sucede con mi isla puertorriqueña. Son muchas las razones que limitan y atropellan la identidad borincana. Como por ejemplo, somos la colonia más antigua en el mundo. No hemos tenido autonomía desde la invasión de los Españoles en el 1493.[1] Para complicar más la situación, impropiamente nos consideramos un país,[2] pero técnicamente somos territorio estadounidense, y a pesar de ello nos tratan como “cuidadanxs de segunda clase.”[3] Y para completar, nos gobierna un presidente por el cual no podemos votar. Sin duda alguna, estas y otras irresoluciones continúan afectando a lxs borinqueñxs de una forma u otra.

No obstante, lxs puertorriqueñxs han sido resilientes a través de su historia. A pesar de ser invadidxs, saboteadxs y menospreciadxs, seguimos luchando por quiénes somos y de dónde venimos. Refranes como, “Yo soy boricua, pa’ que tu lo sepas” han formado parte de nuestro lenguaje en celebraciones y diario vivir. Canciones como, “Boricua en la luna” y “En Mi Viejo San Juan” profetizan nuestra identidad y sentimiento borinqueño, no importando cuán lejos que estemos de nuestra bella isla. Hemos contagiado el mundo entero con nuestro sabor caribeño, pero más allá de un lenguaje y sentimiento profundo, nuestras expresiones explícitas se han convertido en una necesidad donde afirmamos nuestra identidad para aquellxs que la ponen en duda. Se nos ha hecho necesario reiterar nuestra patria como mecanismo de defensa contra la colonización. Ahora bien, ¿cómo Puerto Rico continúa encontrando su propósito en medio de tanta diversidad? ¿De qué manera lxs puertorriqueñxs pueden lograr desprenderse del estado psicológico de inferioridad y retomar su valor y significado? La teóloga Teresa Delgado intenta contestar dicha complejidad usando una perspectiva teológica decolonial, comenzando con la paradoja de la identidad del boricua.

Delgado utiliza la literatura de Esmeralda Santiago para desmenuzar y analizar el conflicto de la identidad del puertoriqueño. Santiago en su novela titulada, “América’s Dream” cuenta la historia de una chica llamada América Gonzales que se ve obligada a escapar de su hogar en el pueblo de Vieques, ya que su amante Correa, la maltrataba. Aunque sus golpizas son horripilantes, Correa las alivia con regalos de remisión. Además del abuso físico y emocional, América tiene que lidiar la vida como madre soltera, porque a pesar de que tiene una hija (Rosalinda) con Correa, él está casado y ocupado en su matrimonio de tres hijxs. Desafortunadamente Ester, la mamá de América, también sufrió de relaciones abusivas en su pasado y al parecer la desgracia se vuelve a repetir. Esta gran novela concluye de la misma manera que comenzó. América se encuentra en Nueva York reflexionando sobre las heridas de su pasado y las posibilidades del futuro de que su hija Rosalinda le ocurra lo mismo. Delgado hace la observación que la novela es una parábola que nos ayuda a entender la situación actual que enfrenta Puerto Rico. Cada personaje en la novela es un simbolismo que representa la realidad de la isla. Ester, es la estrella preciosa de nuestra bandera, Rosalinda, se refiere al paraíso de la isla, América, es la encarnación de la gente y su dolor, y Correa hace referencia a los proyectos conocidos como “Manos a la Obra”, que se han desarrollado en la isla a través de los años. Delgado recalca que, “El hecho de que lxs puertorriqueñxs hayan seguido viviendo para contar la historia ha sido una tarea formidable dada la continua opresión y aniquilación; es una prueba de nuestra determinación de sobrevivir.”[4]

Dentro de la antropología teológica podemos explorar quiénes somos y cuál es nuestra función como seres humanxs. Nuestra relación con Dios nos revela tal conocimiento. Es en esta relación donde entendemos que Dios nos da nuestra identidad y podemos aprender sobre nuestro propósito, valor y significado como Puertorriqueñxs. Delgado utiliza las herramientas del antropólogo Christopher Morse para describir lo intrínseco que son lxs seres humanxs, específicamente dentro de la antropología cristiana. La primera categoría es conocidxs y predestinadxs, en el cual Morse habla sobre la libertad que tenemos como creación de Dios y que Dios conoce nuestro propósito aunque para nosotrxs no sea claro. Delgado aclara que esto es una certeza que puede cambiar la perspectiva de los borinqueñxs, ya que “creer que Dios está por nosotrxs incluso cuando el mundo nos rechaza y cuando nos rechazamos a nosotrxs mismos, es una afirmación radical de nuestra identidad actual de transgresión y limitación.”[5] La segunda categoría es llamadxs, donde comprendemos que como creación de Dios, nos llamó bueno y por lo tanto a hacer el bien. Sin embargo, nuestra historia como Puertorriqueñxs dice lo contrario, pero Delgado recalca que:

“Aquí reside el don del diálogo entre las dos visiones de la identidad (Cristiana y Puertorriqueña): al ver la doctrina a través del lente puertorriqueño, podemos decir que nuestra identidad puede ser todo lo que reflejan las historias, y Dios nos garantiza su bondad, relación, e integridad independientemente.”[6]

La tercera nos describe como justificadxs, y se refiere al énfasis que hace la teología cristiana en la justificación que tenemos a través de nuestra fe en Jesucristo.“Significa que nuestra existencia está justificada a los ojos de nuestro creador, incluso cuando esa existencia es precaria e inestable.”[7] Por último, es que somos glorificadxs, Morse explica que a pesar de los atropellos hacia nuestra identidad como puertorriqueñxs, Dios no ha terminado con nuestra jornada. Dios continúa desarrollando nuestra patria con amor, pasión y orgullo, profetizando contra aquello que no nos deja ser quien tenemos que ser.

Delgado hace una conexión entre la identidad del personaje bíblico Raquel, en Génesis, y la identidad Puertorriqueña. La teóloga aclara que si entendemos el empalme entre Raquel, la historia de Israel y Jesús (como parte de su descendencia), podemos descubrir que el significado y valor de Raquel en la historia, ha sido menospreciado y subestimado. La identidad de Raquel usualmente se concentra en quién ella es para su esposo y su hijo, pero nunca en quién ella es como mujer. “Sin embargo, su identidad como mujer y como matriarca de Israel ofrece algunas pistas interesantes sobre cómo el texto demuestra la lealtad y la afinidad de Dios hacia aquellxs que están relegadxs a los márgenes.”[8] Uno de los ejemplos que podemos ver en la vida de Raquel es su sepulcro. A pesar de ser sujeta por su padre o esposo, en el transcurso de su vida su sepulcro tomó lugar en terreno desconocido, en un entremedio. Mientras le pertenecía a todos, no le pertenecía a nadie y su destino estaba fuera de sus manos. Tristemente, Puerto Rico se encuentra en la misma situación; usada, manipulada y en un entremedio poniendo en duda su identidad y de aquellxs que viven y vienen de ella.

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[1] Himilce Novas, Everything You need To Know About Latino History, (New York, NY: Plume Press, 1994), 134.

[2] El no ser identificado como un país, causa mucha tensión y frustración en lxs Puertorriqueñxs. De acuerdo a Google, la definición de un país es una “comunidad social con una organización política común y un territorio y órganos de gobierno propios que es soberana e independiente políticamente de otras comunidades.” Como Puerto Rico no es soberano e independiente políticamente en su totalidad, muchxs ponen en duda su estatus como país. Sin embargo, hay quienes lo consideran un país, ya que cuenta con su propio gobierno, constitución, bandera, himno nacional, y no es un estado de los EE.UU. Por ende, es parte de nuestro conflicto de identidad.

[3] Cuando uso el termino de ser tratadxs como “ciudadanxs de segunda clase” me refiero a las discriminaciones que se manifiestan a través del racismo, gelotofobia, y jingoísmo. También incluye la violacion de derechos como el no poder votar en las elecciones presidenciales y no ser representado en el senado como territorio estadounidense. Otro dilema que se pueden considerar bajo este término es la limitación de autonomía por el bienestar del pueblo sobre problemas internos y sistema ecológico. Al ser ciudadanos estadounidenses, (por obligación y no por decisión) pero no ser completamente aceptadxs, forma parte de nuestro conflicto de identidad.

[4] Teresa Delgado, “A Puerto Rican Decolonial Theology: Prophesy Freedom”, (Nashville, TN: Palgrave Macmillan, 2017), 76.

[5] Delgado, “A Puerto Rican Decolonial Theology: Prophesy Freedom”, 89.

[6] Ibídem., 91.

[7] Ibídem., 92.

[8] Ibídem., 94.

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