Una respuesta teológica al día del amor y la amistad
La próxima semana estaremos celebrando (por lo menos en los EE. UU) el día de San Valentín. También conocido en otros países como el día del amor y la amistad.
Durante esta semana, estuve conversando con mi hija de 7 años sobre este día. Ella pasó toda la semana estresada, tratando de dibujar 18 tarjetas de San Valentín (una para cada compañero/a de clase) por petición de su maestra. Cada niño/a de la clase estuvo en lo mismo.
La idea es que las tarjetas sean repartidas a cada compañero/a de clase durante una pequeña fiesta de San Valentín. Creo que mi hija va a regresar a casa con 18 tarjetas (una de cada compañero/a) en su mano después de la clase. ¿Qué hará ella con estas tarjetas? ¿Las valorara? O ¿las tirara a la basura, en el momento que llegue a la casa? Solamente el tiempo lo dirá.
Lo que sí se, y que el tiempo nos continúa diciendo es, que, tanto para ella como para muchas personas jóvenes y adultas, este día suele ser uno que trae mucha presión social, estrés, e incluso en casos extremos, depresión y melancolía.
No es solo la presión de poder regalar algo a la pareja, como lo experimentó mi hija de una forma muy emocional, sino que el día mismo continúa reforzando patrones tóxicos dentro de muchas de nuestras culturas populares. Particularmente ahora, viviendo en un mundo post pandémico, los típicos planes irreales de salir, regalar y disfrutar están desfalleciendo quizás más y más.
Un estudio sociológico presentado en la Universidad de Oxford, en el 2010, acerca de la red social FACEBOOK, la cadena de noticias CNN reportó que el día después de San Valentín es en el que más parejas se separan.[1] Irónicamente, esto es una reflexión de la toxicidad del día que suele ser visto como bienhechor.
Desde un punto de vista bíblico hay varias cosas que necesitan ser reconfiguradas para poder tener una conversación honesta en cuanto a lo tóxico que este tipo de días ‘feriados’ continúan reforzando.
Primero: Es importante hablar de las expectativas irreales que el día crea, no solamente en parejas, sino también en personas que no tienen ninguna pareja. Para las parejas, está la presión de poder concebir “el día perfecto” que lleve no únicamente regalos y comida, sino también el lugar ideal. Por otro lado, para la persona soltera, crea la presión de tratar de tener la persona ideal, o buscar desesperadamente a alguien para no estar solo/a ese día. Esto a la vez crea situaciones donde las personas buscan compañía empezando desde un punto de partida ilusorio.
Jesús nos recuerda que el afán de la vida (que incluye dichas expectativas irreales) y lo tóxico de todo ello, solamente puede ser mitigado de una forma efectiva con la paz de Dios. Una paz que va más allá de nuestro propio entendimiento (Mateo 6:25).[2]
Segundo: El día continúa reforzando lo inadecuado de los roles de género que están cimentados en un patriarcado excesivo. La idea del ‘príncipe’ que lleva a la dama a una cita maravillosa continúa viva en el mito popular de muchas personas. Esto impide, por ejemplo, a las mujeres, tomar decisiones o hacer planes por estar esperando a que su pareja lo haga. Refuerza patrones de roles dentro de la mujer. De la misma forma, limita las interacciones sociales entre amigos/as, parejas y seres queridos con ritos irreales que son esperados.
Jesús dio lugar de privilegio, no solo a las mujeres que eran parte de su vida y ministerio, sino que llevó a muchas mujeres a ser restituidas dentro de una cultura que las rechazaba. Ejemplos como la mujer cananea, que, pidiendo por la salud de su hija, nos demuestra cómo una mujer de color pudo encauzar las prioridades ministeriales de Jesús mismo (Mateo 15:27).[3]
Tercero: El día continúa esclavizando a personas de bajos recursos, llevándolos a gastar en cosas innecesarias por la simple presión social de tener que ‘ser como todo el mundo es’. Solo en una sociedad de consumo, dada a la esclavitud del capitalismo extremo, esto es posible. Esto es muy difícil de superar para muchas personas, dado a que las expectativas, que ya mencionamos, llevan a muchos/as a gastar lo que no tienen, por poder cumplir lo que la presión dicta. El día de San Valentín es el quinto día donde más se consume en los EE.UU.[4] Sigue siendo un día que genera billones de dólares para la economía del país, pero la realidad del impacto económico y ecológico va más allá que las estadísticas de consumo. En el 2022 se estima que el promedio de gasto para el día en los EE.UU sea de casi $200 dólares.[5]
Lo cual también nos lleva a pensar que este tipo de consumo es algo que va en contra de la voluntad de Dios. El consumo extremo va en contra de lo que entendemos como mayordomía bíblica. Esto sin mencionar en detalles los impactos ecológicos que este tipo de consumo crea. De la misma forma, la esclavitud económica sigue siendo el talón de Aquiles de los países neo-colonizados (Proverbios 22:7).[6]
Cuarto: El día sigue siendo un recordatorio cruel para parejas que han perdido seres queridos. En un mundo post pandémico, en donde millones de personas perdieron su vida en tiempo récord, este tipo de día nos deja un amargo sabor de boca. Nos lleva a pensar en personas que han perdido, por cualquier razón, seres queridos. Este cruel recordatorio lleva a muchos/as a la depresión y hace salir a luz la salud mental de millones de personas. El CDC, o el centro nacional de prevención de enfermedades de los EE.UU (Centers for disease control and prevention, en sus siglas en inglés), nos dice que la pérdida de seres queridos durante la pandemia prolonga el proceso de sanación. Este día de San Valentín y la presión social que trae, puede contribuir a que el proceso de sanidad sea incluso aún más largo.
La salud mental es algo de lo cual no se habla mucho en nuestras iglesias. Sin embargo, la sanidad que promete Dios, consumada en la cruz, no es solo física, sino también mental, espiritual y emocional. Esto lo vemos claramente en el pasaje de Isaías que describe que por sus llagas fuimos sanados. Más aun, dicha sanación no tiene límites. ¿Quizás es esto lo que quiso decir Pablo cuando nos llama a tener la mente de Cristo? (1 Corintios 2:16).[7]
Claro está, que, con todo lo dicho, no estamos expresando que no se debe celebrar días que valoren las relaciones de pareja, y no solo el amor fraternal. Sin embargo, lo que abogamos aquí es que este tipo de celebración consumerista no es consistente con una lectura bíblica que se enfoque en el amor y la justicia de Dios. Una lectura bíblica que vea la opresión, no solamente económica, ecológica, sistemática, y en todas sus otras formas, como un lente de ver y vivir nuestra fe. Como cristianas/os debemos estar dispuestas muchas veces a ser diferentes. A vivir una vida que demuestre valores del reino de Dios que son muy desiguales a los valores venenosos que días como este traen a millones de personas. El caminar con el oprimido, cualquiera que sea, nos demanda una mirada diferente a los patrones irreales de las culturas populares.
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[1] http://www.cnn.com/2010/TECH/social.media/11/02/facebook.breakups/
[2] https://www.biblegateway.com/passage/?search=Mateo%206%3A25-34&version=RVR1960
[3] https://www.biblegateway.com/passage/?search=Mateo%2015:26-28&version=LBLA
[4] https://www.cnbc.com/2022/02/06/how-much-americans-are-planning-to-spend-on-valentines-day.html
[5] Ibid
[6] https://www.biblegateway.com/passage/?search=Proverbios%2022%3A7&version=RVR1960
[7] https://www.biblegateway.com/passage/?search=1%20Corintios%202:15-16&version=LBLA