W. Pannenberg: La victoria escatológica de la nueva creación. Parte II

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Introducción: Pannenberg en las Memorias del rebelde Hans Küng

En enero pasado se publicó la primera parte de este artículo, hoy retomamos su continuación. Lo que hemos intentado es reflexionar brevemente, pero con profundidad, sobre Dios. La tarea es harto difícil, pero Pannenberg nos la facilita un poco con su brillante rigor científico. Dedicamos este artículo a la memoria de Hans Küng, fallecido apenas este martes 6 de abril del 2021. Iniciamos con lo que Küng dice sobre Pannenberg en su voluminosa obra titulada La encarnación de Dios. Introducción al pensamiento de Hegel como prolegómenos para una cristología futura:

«Pannenberg llama la atención sobre el hecho de que el estudio crítico y la trasformación del concepto filosófico de Dios no siempre se realizaron con suficiente profundidad. La idea de Dios como principio natural del mundo, según los griegos, y la de Dios como Señor soberano de ese mundo, y de su historia, resaltada en el Antiguo y el Nuevo Testamento, entran como componentes en un concepto de Dios donde ambos elementos están desequilibrados. En virtud de los predicados de inmutabilidad, atemporalidad, simplicidad e inefabilidad, Dios quedó situado con demasiada frecuencia en una insuperable lejanía, y no se tomaron suficientemente en serio sus libres actuaciones salvíficas».[1]

Al igual que Küng, Pannenberg también sigue muy cerca de Hegel en su concepción de la historia. Pues la de Hegel es una de las reflexiones más vigorosas y fecundas que pueda haber en la modernidad sobre la Filosofía y la Teología de la Historia.[2]

Cabe destacar también que lo que unía a los dos teólogos era el talante ecuménico, bien cimentada en una profunda y densa riqueza intelectual. Es posible que el universal pensamiento de Hegel haya contribuido a ello. La colaboración ecuménica entre Hans Küng y Wolfhart Pannenberg queda atestiguada en las Memorias de Verdad controvertida, donde Küng relata lo siguiente:

«El martes 11 de diciembre dicto en el gran auditorio de la Fundación Siemens en Múnich, ante un público selecto de invitados con mucha gente ilustre del mundo académico y de otros ámbitos, la última conferencia de 1979 sobre el tema: «¿Deberían creer los ejecutivos en Dios?». La presentación corre a cargo del erudito y perspicaz teólogo evangélico de Múnich WOLFHART PANNENBERG, ecuménicamente vinculado a mí: un impresionante alegato de casi media hora, al hilo de todo lo que he publicado hasta el momento, para afirmar que, a despecho de todas las críticas, soy un buen teólogo católico».[3]

En el mismo volumen de las Memorias, Pannenberg y Küng se encuentran nuevamente colaborando en la creación de «un grupo de trabajo de los institutos ecuménicos universitarios con el fin de acometer las preguntas más candentes del diálogo entre católicos y evangélicos: la reforma y el reconocimiento reciproco de los ministerios eclesiásticos».[4]

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Nuestra reflexión gira en torno al último apartado del capítulo VII –es el primer capítulo del volumen II de la Teología Sistemática– y lleva por título: Creación y escatología. Pannenberg lo divide en tres partes: 1). Unidad y diferencia entre acto de creación y esjaton, 2). Principio y fin del universo y, 3). Fe en la creación y teodicea. Quienes se han familiarizado con nuestros artículos saben que el primero es introductorio, el segundo intermedio y el tercero representa un desarrollo avanzado.

I. La escatología es el principio y no el final de la teología

La sistematización dogmática de la teología en la modernidad, al menos en la tradición protestante –mejor conocida como teología sistemática– que data con las obras de Felipe Melanchthon, Johann Gerhard, Johann Alting, Jorge Calixto y Abraham Calov, presupone la escatología como el apartado final de la dogmática.[5] Todavía el orden se mantiene, en razón de interés lógico ¡y también dogmático! No obstante, la desventaja del orden lógico estriba en el innegable hecho de que la esperanza, en este caso, entendida como la concomitante victoria escatológica de Dios, quede desligada de la nueva creación y su eficacia en nuestro tiempo presente. Jürgen Moltmann ha plasmado excelentemente el problema:

«Durante mucho tiempo la escatología ha venido siendo definida como la “doctrina de las cosas ultimas”…Pero al retrasar hasta el “último día”  tales acontecimientos, estos perdían su significado de orientación, de aliento y de crítica para la totalidad de los días que el hombre pasaba aquí en la historia, más acá del final. Por ello las doctrinas acerca de este final llevaban una vida peculiarmente estéril, situadas al final de la dogmática cristiana».[6]

Incluso el mismo Pannenberg discute la escatología al final de su extenso tercer volumen de la Sistemática, pero con la palpable diferencia de que no existe tal idea de que la nueva creación es algo propiamente del futuro, sino que prolépticamente está ya dado en su mismo principio. Pannenberg dice:

«Como Dios y su poder soberano constituyen el contenido central de la salvación escatológica, la escatología no es sólo tema de un capítulo particular de la dogmática, sino que determina la perspectiva para la totalidad de la doctrina cristiana. Con el futuro escatológico, entra en el tiempo la eternidad de Dios, y desde él está creadoramente presente a todo lo temporal que precede a este futuro. Y es que el futuro de Dios es el origen creador de todas las cosas en la contingencia de su existencia y, a la vez, el último horizonte para el significado definitivo y, así, para la esencia de todas las cosas y acontecimientos. En el camino de su historia en el tiempo, las cosas y los hombres existen sólo por anticipación de lo que serán a la luz de su último futuro, el adviento de Dios».[7]

En Pannenberg la categoría de «prolepsis» es central, en tanto en cuanto representa la permanente actualización del tiempo divino entre la historia humana. Tiempo divino que al impregnar de sentido y significación todo acontecer humano e histórico, haciendo imposible la antítesis dualista entre “historia sagrada” y otra “profana”, “mundana”, sino que toda historia es historia de Dios. Al no estar presente dicho dualismo, el reclamo de Dios sobre su creación total es significativamente manifestación de su soberano Señorío sobre la historia. Aquellos enfoque teológicos que aun operan bajo la enunciación kerygmatica de un mundo donde Dios ha perdido su competencia, no son más que deísmo disfrazado de evangelio.

II. La ineludible tensión histórica entre principio y fin

La categoría de escatología no solamente conlleva una tensión dialéctica y existencial, sino también y, esencialmente histórica. Pues ya se hable de principio o fin del universo, queda la categorización referida a lo histórico, sin embargo, queda también superada la historia. Pero la historia puede ser el devenir espacio-temporal de la humanidad, todo lo factible y constatable de historiar. Mientras que lo histórico denota, más bien, la historia en cuanto reflexión del ser sobre la significatividad de su devenir. De ahí que las disciplinas de Teología de la Historia y Filosofía de la Historia sean gemelas.

Pannenberg abre el segundo apartado señalando dicha complejidad:

«El discurso teológico sobre la relación entre creación y escatología presupone que tiene algún sentido hablar de principio y fin del mundo. Este presupuesto puede ser cualquier cosa menos evidente. Ya en la era patrística, la teología cristiana se veía confrontada con concepciones que defendían una ausencia de principio y una duración ilimitada del mundo».[8]

En el recuento histórico de la patrística y en la historia del pensamiento cristiano queda claro el interés de las primigenias comunidades de fe sobre la cuestión del tiempo. También una ligera revisión a la historia moderna de la filosofía deja ver la relevancia que la cuestión del tiempo, el espacio y la historia ha tenido y que, de hecho, vuelve cada vez a suscitar intensos debates que superan el terreno propio de las consideraciones abstractas filosófico-teológicas para constituirse en foco central de las ciencias como la física y las cosmología. Por aducir un notable ejemplo solamente, Albert Einstein reflexionó vigorosamente sobre las implicaciones físico-teóricas del tiempo revolucionando la ciencia moderna mediante una nueva concepción del tiempo.[9]

Si hay o no un principio y un fin del universo, más que religar las consideraciones a la física teórica, a la cosmología e incluso a la astronomía y la misma teología, no será sino en el terreno de la historia donde ha de encontrarse su mayor complejidad.

Conclusión

Nuestra anterior aseveración se basa en el hecho de que es en la historia donde finalmente ha de reconocerse plenamente la irrupción de Dios entre la realidad humana, se trata efectivamente de la actuación salvífica de Dios como victoria escatológica de la nueva creación, tal como se expresa en la Segunda carta a los Corintios «Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo» (5:19a RV 1995). Para Pannenberg, es la esperanza escatológica de la redención la que se hace palpable en el decurso histórico desde el principio hasta el fin. Y es, además, lo que salva las polaridades que conlleva la tensión histórica entre su enunciación primera, su larga y difícil espera y, finalmente, su realización definitiva como principio a la manera de consumación.

En ese sentido, Pannenberg escribe:

«La tradición bíblica conoce, al menos desde la aparición de la apocalíptica, la idea de un fin del mundo y pone esa idea en conexión con la esperanza en el futuro del reino de Dios. Para la teología cristiana, la esperanza marcada por esas ideas, y fundida con la fe en la segunda venida de Cristo, ha conservado una importancia fundamental, independientemente de las grandes diferencias acerca del lapso de tiempo que media hasta el fin».[10]  

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[1] Küng, Hans. La encarnación de Dios. Introducción al pensamiento de Hegel como prolegómenos para una cristología futura, Barcelona, Herder, 1974, p.580

[2] Véase: Hegel, G.W.F. Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, Madrid, Alianza, 2001

[3] Küng, Hans. Verdad Controvertida. Memorias, Madrid, Trotta, 2009, p.613

[4] Ibid., p.347

[5] La cuestión se trata de forma extensa en Pannenberg, W. Teología sistemática I, Madrid, UPCO., 1992, pp.27-49

[6] Moltmann, Jürgen. Teología de la esperanza, Salamanca, Sígueme, 1981, p.19

[7] Pannenberg, W. Teología sistemática III, Madrid, UPCO., 2007, pp.72-73

[8] Pannenberg, W. Teología sistemática II, Madrid, UPCO., 1996, p.159

[9] Nos ha parecido excelente la obra de Isaacson, Walter. Einstein. Su vida y su universo, Barcelona, Penguin Random House, 2017

[10] Pannenberg, Teología sistemática II…, p.171

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Comments
  • Manuel Guzmán Martínez

    Tiempos y entretiempos se entretejen en el devenir del presente que un segundo después ya se fue, el presente que se hace pasado y vislumbra una vida mejor. Es interesante escuchar las voces de igualdad de tiempos que tienen como referente a la historia como evidencia, de ahí que el punto de vista de Pannemberg reconcilie los tiempos no dejando a espera la redención sino trayéndola cerca acorde al tiempo en que se vive, siempre a la mano y a la orden.
    Manuel Guzmán Martínez.

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