MISIÓN DE DIOS HOY: COMUNIDADES EN CRECIMIENTO INTEGRAL PARTE II

 In Caminando en Justicia, Teología y Cultura

En la primera parte de esta serie de artículos planteamos diferentes desafíos de la misión de Dios hoy y como juegan un rol clave las comunidades locales y su encarnación/inculturación en sus contextos. Esto dentro del marco general que afirma que la Misión de Dios  (que existe en “las iglesias”) incluye el cuidado de la creación, la preservación de la identidad de los pueblos, el sentido profético de la justicia tanto como la proclamación del tiempo mesiánico y la irrupción del Reino. El último aporte ecuménico mundial, llamado Juntos por la vida, sobre misiología ecuménica afirma que la misión de las iglesias debe hacerse a partir de los márgenes. Y que es un llamamiento a entender las complejidades de las dinámicas de poder, los sistemas y las estructuras mundiales, y las realidades contextuales locales.  La misión cristiana se ha entendido y practicado a veces en formas que dejan de reconocer que Dios optó por quienes son empujados sistemáticamente hacia los márgenes. Así pues, la misión desde los márgenes invita a las iglesias a volver a pensar la misión como una vocación que nos inspira el Espíritu de Dios que obra por un mundo en que la plenitud de vida sea posible para toda persona.[1]

En ese sentido, aunque alberguemos la esperanza de la unidad del espíritu en la iglesia una o la catolicidad de la iglesia, es clave hoy honrar las formas en que cada congregación local, orientada por el Espíritu responda a su propia realidad contextual: “el mundo en el que vivimos actualmente ha cambiado y pide a las congregaciones locales que tomen nuevas iniciativas, por ejemplo en el mundo en proceso de secularización del hemisferio norte, las nuevas formas de Misión contextual como el nuevo monarquismo, las iglesias emergentes y las nuevas expresiones han redefinido y revitalizado a las iglesias. Explorar formas contextuales de ser iglesia puede ser particularmente importante para los jóvenes. Algunas Iglesias del hemisferio norte se reúnen actualmente en bares y cafés o en salas de cine reformadas.”[2]

En ese sentido es un proceso de conversión que debe empezar por las propias iglesias locales. Dice Juntos por la Vida: “A lo largo de Juntos por la vida se pone énfasis en seguir a Cristo a través del despojo de sí mismo, o misión Kenótica y en la vulnerabilidad y humildad al evangelizar… La evangelización está arraigada en la humildad, el respeto a todos y prospera en el contexto del diálogo. Con la esperanza de encontrarnos con Dios quien nos ha precedido y ha estado presente con las personas en los respectivos contextos”.[3]

Es un consenso entre pastores/as de diferentes denominaciones en mi país y en tantos otros, que serán necesarios varios cambios en las instituciones eclesiales y mucha creatividad para integrar a las nuevas generaciones. Pero por sobre todo tener la actitud que tuvo Cristo Jesús, “que no se aferró a su ser Dios sino que se despojó a sí mismo” (Filipenses 2:6-7).

Otro aspecto clave que señalan en este documento es la dimensión de la misión llamado el discipulado. Afirman: “Es el momento de interrogarnos como líderes y obreros de la misión ecuménica: ¿somos verdaderos discípulos del Evangelio? En mi opinión esta es la pregunta más importante que cualquier otro discurso académico misiológico en el contexto actual. No es una cuestión de números o de recursos. Es la calidad del discipulado lo que resultará decisivo. Es el momento para dar atención prioritaria y especial a los temas del discipulado auténtico en la misiología ecuménica, dado el contexto actual donde la fe en las riquezas amenaza la credibilidad al Evangelio.”[4]

Y este tema de la evangelización y discipulado nos lleva al tema del crecimiento de las comunidades. Y creemos que el mismo debe ser integral.  Los autores que se han ocupado específicamente del tema han coincidido que existen diferentes aspectos del crecimiento de la iglesia y no solo uno de ellos. Christian A. Schwarz en su libro El ABC del Desarrollo Natural de la Iglesia (Las ocho características básicas de una iglesia saludable)[5] parte, como una de sus primeras respuestas al tema del crecimiento, del hecho que desecha la idea que cualquier iglesia en fase de crecimiento numérico puede ser calificada como “buena iglesia.” Las fuentes de las que partió en su trabajo de campo fueron el estudio de más 1000 iglesias en los 5 continentes sin tomar en cuenta las denominaciones. Así habla de crecimiento cuantitativo y crecimiento cualitativo. A partir de esta relación entre lo cuantitativo y lo cualitativo, saca 4 tipologías de iglesias tratando de encontrar las características de las iglesias de calidad superior y al mismo tiempo de crecimiento numérico, que constituyen uno de esos cuatro tipos. De esta categoría extrae las 8 características que forman parte de su libro y que son las condiciones para una iglesia sana, donde se encarnan los principios bíblicos y el crecimiento natural que debe darse en una iglesia que crece cualitativa y cuantitativamente. Estas características son:

1.- Liderazgo capacitador y visionario, 2.- Ministerio según los dones,

3.- Espiritualidad contagiosa, 4.- Estructuras funcionales,

5.- Culto inspirador, 6.- Células o grupos pequeños integrales,

7.- Evangelismo según necesidades, 8.- Relaciones afectivas.

Hay un aspecto que no aparece en estas 8 características, al menos en forma clara, quizás en el punto 7 como parte del evangelismo según necesidades. Y es la diaconía o el servicio profético, dimensión central de la Missio Dei y que las iglesias deben hacer para ser creíbles y ser testimonio auténtico del amor de Dios (y ya hemos hecho mención en otros ensayos).[6]

Este autor habla de la cuestión del “potencial biótico” definida desde la ecología como “la capacidad inherente de un organismo o de una especie, de multiplicarse y reproducirse a sí misma”. Quienes trabajan en estas tareas (agricultores, ingenieros agrónomos, etc.) procuran que este potencial biótico se despliegue al máximo para lo cual es necesario reducir al mínimo la influencia de factores del medio ambiente y del terreno que pueden resistir este crecimiento. Si no se dieran estos elementos entorpecedores, el crecimiento debería ser un hecho natural, de ahí el título del libro Las 8 características de una iglesia saludable. Schwarz dice que no podemos producir el crecimiento de la iglesia, sino facilitar el potencial biótico que Dios ya ha puesto en la iglesia. Esta debe amortiguar, limitar o eliminar la existencia de elementos entorpecedores, dentro y fuera de la iglesia, a este potencial. Advierte el psicólogo y pastoralista Hugo Santos “…este pensamiento planteado de este modo puede dar lugar a malos entendidos y pensar que solo se trata de sacar los escollos del camino.” Me gusta esa frase que recomienda “…orar como si todo dependiera de Dios y trabajar como si todo dependiera de nosotros.” Las iglesias crecen mediante el poder de Dios y el sabio esfuerzo de su gente. No podemos crecer sin Dios, pero él ha decidido no hacerlo sin nosotros. Dios utiliza a las personas para hacer que sus propósitos se cumplan.”[7]

Hay muchos trabajos sobre este tema, pero entre los trabajos más serios hay un consenso en que   se distingue cuatro tipos de crecimiento:

Crecimiento numérico: que incluye en primer lugar, el crecimiento de los miembros activos, pero también la asistencia dominical, el tamaño del presupuesto y el número de actividades y programas de la iglesia.

Crecimiento en madurez: que significa un “crecimiento en estatura y madurez de cada miembro, crecimiento en la fe y la habilidad para nutrir a otros y ser nutrido por otros”.

Crecimiento orgánico o como organización: esto es el crecimiento como una organización en funcionamiento, apta para mantenerse a sí como organismo vital, como institución que puede atraer a otras organizaciones de la sociedad.

Crecimiento en encarnación: esto es el crecimiento para asumir el significado y los valores de la historia de fe y hacerlos real en el mundo y la sociedad fuera de la congregación. La congregación crece así en la habilidad para encarnar en la comunidad todas las implicancias de su experiencia de fe.

Ese crecimiento integral se detiene muchas veces porque las iglesias en general, como todo grupo o institución humana suelen atravesar un proceso de burocratización en sus estructuras, programas y actividades. Que a veces confunde medios con fines, formas con significados, principalmente en su vida interna, que le ha hecho olvidar sus orígenes, frenar los cambios significativos que necesita y repetir fórmulas que a menudo no resultan atractivas para la gente.[8]

Para romper esa inercia no hay recetas ni fórmulas mágicas. Para mencionar dos aportes recientes de la misiología de tradición wesleyana y ecuménica. Menciono al misionero Douglas Rouffle, que en su último libro plantea que antes que nada la iglesia debe adoptar una mentalidad misionera. Recupera dos aportes importantes del siglo XX. Uno del misionero “Rolland Allen, que nos enseñó que con una mentalidad misionera podemos fundar iglesias como lo hizo Pablo en tiempos de la iglesia primitiva… y en esforzarnos en no controlarlas sino al seguir la guía del Espíritu Santo… en capacitar a quienes se unan a la nueva comunidad de fe para que asuman roles de liderazgo.”[9] También rescata al misionero metodista E. Stanley Jones que nos legó una mentalidad misionera que trabaja por el reino de Dios, que llama a entregar la vida a Jesús pero también a trabajar por el reino que Jesús trabajó: un reino de paz, amor y cooperación con el otro/a.

Y por último el de la Profesora Priscilla Pope Levison que en su reciente libro, afirma: “La iglesia es el problema apremiante de la iglesia, pero la Iglesia también es un punto de promesa, una piedra angular para los que no asisten a la iglesia y la iglesia puede convertirse en una brújula para un mundo desorientado se adopta las cualidades que ejemplifican el buen evangelismo:  hospitalidad, relación, integridad, un mensaje de las buenas nuevas del Evangelio y arraigo en la iglesia,  este tipo de comunidad encarna las buenas nuevas, es la buena nueva.”[10]

Vivimos tiempos difíciles y desafiantes para ser y formar comunidades en crecimiento integral y que apuntan al reino de Dios entre nosotros/as.  Pero es nuestro tiempo y no debemos perder esa visión y rumbo de ser comunidades espiritualmente sanas y sanadoras, evangelizadoras, proféticas y ecuménicas en nuestro servicio y testimonio.

Como afirmaba el decano de los teólogos latinoamericanos protestantes José Miguez Bonino: “la iglesia solo sirve al mundo cuando es iglesia… por lo tanto es prioritario construir la iglesia para poder dar respuesta a las demandas del mundo globalizado.”[11] Una de las funciones principales de la iglesia es ser comunidad que testimonia el amor de Dios con sus obras y hacer discípulos/as de Jesús. Es un desafío ineludible que nos hace este tiempo histórico y el Dios de la vida que nos sigue llamando como ayer “…He aquí la casa de Dios con los seres humanos, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor…”  (Apocalipsis 21:3-4).

PARA REGRESAR A LA PARTE I DEL ARTÍCULO HAS CLICK AQUÍ.

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[1] Ver VV.AA., “Juntos por la vida y la teología contemporánea latinoamericana”, en Kenneth R. Ross, Jooseop Keum, Kyriaki Avtzi, Roderick R. Hewitt y Néstor Míguez (eds.): Nuevas concepciones de misión y los cambios de contexto, vol 3, Perspectivas, (Buenos Aires: La Aurora, 2017), p. 24ss y p.266

[2] Ibid, p.37.

[3] Ibid, p.74.

[4] Ibid, p.319-320

[5] Editorial Clie, Terrasa Barcelona, 1999

[6]https://caminandoenjusticia.com/mision-de-dios-hoy-encuentros-de-gracia-y-misericordia/

[7] Hugo Santos, Algunos presupuestos para pensar la tarea pastoral en relación con el crecimiento de la iglesia, documento interno impreso de Iglesia Evangélica Metodista Argentina, 2014. P.5

[8] Hugo Santos en su artículo “Las estructuras eclesiásticas: una mirada a la iglesia desde la psicología institucional”, en La iglesia local como agente de transformación, (Buenos Aires.: Kairós, 2003), p. 157-177. Allí el autor sostiene que la calidad de las relaciones personales de la iglesia es un aspecto fundamental de su vida y misión, “evaluando permanentemente su organización, la relación con la cultura en la que vive y la salud que promociona” p. 176-177

[9] Douglas Rouffle, Hacia una mentalidad misionera, aquello que los lideres deben saber para alcanzar a sus comunidades, D. resources, Nashville, 2018. P.187-188

[10] Priscilla Pope-Levison, Modelos de evangelismo, Wesley Heritage Foundation, 2022, Midland-Usa, 2022, p.253-254

[11] “El mundo entero es mi parroquia. Misión y oikoumene en el contexto global.  Metodismo y globalización a comienzos del siglo XVIII”. En C. de Teología vol. xxii (2003), Buenos Aires, Isedet.p.103

 

 

 

 

 

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