Más allá de la Celebración

 In Caminando en Justicia, Política y Justicia Económica, Teología y Cultura

El hombre religioso (Homus Religioso) se identifica a sí mismo como parte de la creación divina, que está llena de la presencia del Ser Superior. Vive su realidad entre lo sagrado y lo profano, es decir, entre lo que pertenece a la esfera del encuentro con la divinidad y lo que está fuera de ella. Son dos espacios distintos en los que el homo religioso habita, su realidad se encuentra en ambos círculos de acción y el lugar sacro tiene una dimensión espacio-temporal separada de la cotidianidad profana. Pero, así como el Misterio impacta la vida humana, ¿no debe también la dimensión sacra del homo religioso impactar la dimensión profana? El ser humano no puede desprenderse de esa otra realidad, sobretodo porque está fundamentada ontológicamente por la realidad sacra. ¿Cómo conciliamos estas dos realidades y sobretodo, cómo la realidad sagrada debe darle forma a la profana?

El mito narra lo que ocurrió al inicio del tiempo, los acontecimientos primordiales. Sus protagonistas no son humanos, sino dioses y héroes. Según Jenny Asse Chayo citando a David Bidney, “el mito objetiviza y organiza las esperanzas y los miedos humanos y los metamorfosea en trabajos persistentes y durables.”[1] Hay mucho más que palabras e historias en el mito, hay deseo de trascendencia y retorno. Conecta al homo religioso con el pasado ancestral, la memoria colectiva y la realidad actual. Cuenta la historia y da las herramientas que hacen posible recrear el anhelado pasado mítico.

En palabras de José Antonio Pastor Cruz, “lo que los mitos pretenden hacer comprensible no puede explicitarse completamente ni desde lo oral ni desde lo escrito, precisamente porque su naturaleza es simbólica y, por ende, cultural”[2], entonces, ya que las palabras no son suficientes, tenemos el rito, una representación actual que permite revivir el momento in illo tempore.

Toda expresión cultica implica la manifestación hierofánica, la ruptura espacio-temporal del Misterio para recrear, sea teogonía, cosmogonía o nacimiento: el momento íntimo y puro del comienzo. El hombre religioso busca incansablemente la repetición de esta experiencia, que lo conecta con sus orígenes y que tiene una dimensión social: Nada de lo que el homo religioso vive en su experiencia sagrada escapa del ámbito comunitario, si fuera una experiencia aislada, no habría razón para transferir el mito. El ser humano es de naturaleza gregaria y como tal, todas sus esferas de actividad tienen un componente social.

Toda la épica literaria mitológica está tachonada de luchas y gestas que culminan en victoria y renacimiento. Así los rituales de fin de año o el bautismo cristiano, por ejemplo, recrean ritualmente el paso de muerte a vida, de lo que mengua o termina a lo que se renueva o vuelve a empezar. Estos actos están impregnados de deseos y propósitos, memoria histórica y autenticidad.

Recapitulando, el homo religioso divide su tiempo en sagrado y profano. En el tiempo sagrado se recuperan y recrean los acontecimientos primordiales, el rito es el medio para recrear dichas experiencias y el mito es la base histórico-literaria para su ejecución. De manera que, el rito recrea al mito, pero a su vez, el rito le da vida al mito. Esta interacción crea una dinámica que va mas allá de solo historia-acción; el mito tiene en sí mismo un elemento de instrucción, está hecho para ser transmitido de generación a generación, mientras el carácter activo del rito, crea una experiencia de aprendizaje kinestésico que impacta tanto la trasmisión del mito como la sociedad en la que se repite.

El carácter iterativo de los ritos comprueba que la realidad sacra fundamenta la profana. Así, por ejemplo, la supervivencia de las sociedades primitivas dependía de las condiciones climáticas, por eso se encuentran múltiples celebraciones rituales, para recibir la época de las cosechas o para aplacar los elementos naturales (sequías, plagas, inundaciones). En la sociedad contemporánea no está en juego ya la supervivencia, pero aún así, tanto quien es religioso como quien no lo es, vive al ritmo de las celebraciones rituales que dan inicio y fin a los ciclos naturales. Aún quien no cree en la pascua, puede ver en ella la primavera, aún quien no da gracias Dios, siente el cambiar del clima, las hojas caer, el inconfundible aroma del otoño ¡y si vive en Estados Unidos, tiene un día libre el último jueves de noviembre! En la fe cristiana, las celebraciones de la pascua de resurrección están llenas de alegría y esperanza porque rememoran la victoria de Jesús y confirman nuestra redención: ¡Cristo vive! Lamentablemente, estos ritos se han convertido más en repeticiones que en experiencias.

La separación que crea el espacio sagrado, divide la actividad humana en acciones prácticas, que se dan en el tiempo profano y acciones alegóricas que se dan en el tiempo sagrado, pero dichas acciones alegóricas contienen enseñanzas que moldean el pensamiento y las acciones del hombre religioso una vez fuera del tiempo sacro. Si la persona vive la celebración ritual en su plena significación, no es posible que vuelva al tiempo profano siendo igual a como salió de él. Hay una enseñanza profunda en cada mito y un llamamiento mayor en cada rito. ¿Qué valor tendría el tiempo sagrado, si no hay cambio alguno al volver al profano?

Mito y rito transmiten los más altos estándares morales y las más elevadas aspiraciones humanas. La recreación del pasado mítico implica la renovación de la existencia, lo que debe llevar a la persona religiosa a perseguir un estilo de vida acorde con la experiencia revelada-recreada. Trayendo este pensamiento a la fe cristiana, las celebraciones en las que participamos los creyentes, más que repeticiones llenas de emocionalismo, deben ser auténticas experiencias transformadoras; las verdades narradas en la Biblia y el ejemplo de vida de Jesús, más que mitos y parábolas, deben ser la guía que dirija nuestro comportamiento, el estándar que mida nuestra estatura moral y deben reflejarse en acción social. Los evangelios nos hablan de aquél que sanó, alimentó, aconsejó y finalmente se entregó por amor, ¿Qué hacemos nosotros -seguidores e imitadores- cuando nuestra propia gente sufre injusticia social, opresión, pobreza, discriminación? ¿Estamos dejando que la experiencia conmemorativa nos transforme de tal forma que seamos ahora aquellos pies que van y aquellas manos que consuelan, aman y cuidan? Es necesario que nuestra experiencia sagrada irrumpa en la realidad profana, adquiriendo el carácter pragmático de las enseñanzas de Jesús.

 “Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino.” Salmo 119.105

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[1] Jenny Asse Chayo. El Mito, El Rito y La Literatura. file:///Users/anamunera/Desktop/Mito,%20Rito%20y%20Literatura.pdf Accesado el 4 de mayo de 2020

[2] Pastor, Jose Antonio. Corrientes Interpretativas de los Mitos. 1998. https://www.uv.es/~japastor/mitos/t-indice.htm. Accesado el 4 de mayo de 2020.

Asse Chayo, Jenny. El Mito, El Rito y La Literatura. Casa del Tiempo. UAM. Recuperado de: http://www.uam.mx/difusion/revista/oct2002/asse.pdf

Botero, Fernando y Endara, Lourdes. Mito Rito Símbolo. Lecturas Antropológicas.Recopilación. Instituto de Antropología Aplicada. Quito, Ecuador. 2000. Recuperado de: https://digitalrepository.unm.edu/cgi/viewcontent.cgi?referer=https://www.google.com/&httpsredir=1&article=1329&context=abya_yala

Eliade, Mircea. Lo Sagrado y Lo Profano. Paidós. Barcelona, España. 1998.

Imaz, Virginia. Mito y Ritual. Boletín #79. Antropología y Narración Oral. 28 de enero de 2020. AEDA. Recuperado de

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Mitos de los Indios Americanos. 26 de agosto de 2019. Recuperado de: https://www.estudioschamanicos.com/mitos-los-nativos-americanos-fuego/

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Velasco, J. Martin. Introducción a La Fenomenología de Religión. Madrid, España. Cristiandad. 1979. Recuperado de: https://asburyseminary.instructure.com/files/141956/download?download_frd=1

Wassén, Henry. Mitos y Cuentos de Los Indios Cuna. Journal de la Société des Américanistes. 1934. Recuperado de https://www.persee.fr/doc/jsa_0037-9174_1934_num_26_1_1905

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Sobre la Autora…

Ana María Múnera

Casada, mamá de Alejandro y Nicolás. Ingeniería química y sierva de Dios por su misericordia. Cursó el programa de institutos de la UTC con el concilio de Iglesias de Dios en 2012 y el Programa Latino de Formación Ministerial en el Seminario Teológico Asbury, concentración en estudios pastorales en 2020.

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