Marisela y el valle de los huesos secos

 In Caminando en Justicia, Violencia de Género

“Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte”

-Minerva Mirabal

A un mes y once días de que saliera el documental de Netflix “Las tres muertes de Marisela Escobedo” lo pude ver.

El documental narra la historia de una mujer en lucha, que desde diciembre del 2008 vio como cambió su vida y se convirtió en un infierno constante al no saber el paradero de su hija.  Su hija Rubí fue víctima de feminicidio por su pareja, pero se documenta que, desde el inicio de su relación, Sergio Barraza ejercía ciertas violencias como celos y condicionamientos.

Al terminar de ver el documental, he sentido muchas emociones, coraje e impotencia. Pero también me ha dejado algunas reflexiones: ¿Qué debemos hacer los varones frente a la violencia feminicida? ¿Por qué existen historias de vida que superan las historias de terror? ¿Participo de pactos patriarcales y estoy dispuestos a dejar mis privilegios?

El largometraje está muy bien trabajado desde la investigación documental, la parte audiovisual en la fotografía y los audios rescatados del juicio oral, sin embargo, lo que da vida y lo que produce un montón de sentires es la historia y denuncia profética de Marisela, inmediatamente me hizo recordar a un capítulo de la Biblia: Ezequiel 37.

Marisela muere tres veces; la primera cuando después de un par de meses de búsqueda del cuerpo de su hija, encuentra huesos calcinados. La segunda cuando se encuentra frente a un camino largo de impunidad, desde el procedimiento de búsqueda, hasta el momento del juicio donde favorecen al feminicida de su hija. Tercera, cuando frente a las puertas del palacio de gobierno de Chihuahua, la asesinan con un tiro en la cabeza en diciembre de 2010. Pero, así como murió tres veces, su lucha también resucitó y se hizo cada vez más fuerte. Su voz fue levantada y sigue viva, su voz profética aún se oye por las calles pidiendo justicia y libertad. Su voz se une a la de cientos de madres y padres que se les ha rebato una hija, una madre, una hermana.

Marisela en el juicio oral le dijo al feminicida con mucho coraje: “Yo no te perdono, que te perdone Dios…” El feminicida con actitud de “arrepentimiento” y con “acción de aceptación de culpa”, comenta que Dios ya lo había perdonado, dijo: “Me he dado el tiempo de conocer a dios dentro de un penal” simplemente esto es “echar las perlas delante de los cerdos” cuando este feminicida escucho la denuncia, la rechazó y aún seguía burlándose y ridiculizando la muerte de Rubí cuando fue exonerado.

Hoy hago una relectura de Ezequiel 37, y aunque como varón no logre entender el cien por ciento de sentires y coraje de estas madres que buscan a sus hijas… si puedo e intentaré cada vez más ser crítico conmigo mismo en mis conductas y palabras, y ya no callar ante los discursos de violencia de los hombres que me rodean por más sutiles que estos sean. Hoy hago una invitación a los compañeros varones para qué dejemos de reproducir estas violencias psicológicas, físicas, emocionales y hasta espirituales. Que renunciemos a nuestros privilegios y podamos ser empáticos con esta lucha.

Las mujeres de lucha feminista solo piden una cosa: ¡Que dejen de matarlas!

Hay propuestas hoy desde las masculinidades disidentes, construidas desde la alteridad para que dejemos de reproducir estas masculinidades machistas, misóginas y patriarcales, ejercidas como masculinidades hegemónicas y conservadoras. Hoy se trata de ser responsables en el ejercicio de la no violencia, desde dejar de hacer chistes misóginos, hasta no participar o estar coludidos con los pactos patriarcales en ejercicios de violencia de nuestros amigos, familiares o agentes religiosos hacia los cuerpos de las mujeres.

La acción es concreta; debemos denunciar tales actos de violencia y desmarcarnos de estos agentes, en tanto estos no estén dispuestos a la reflexión y transformación. Tal y como Marisela Escobedo nos comparte en su lucha.

Ezequiel 37: La mano del Espíritu de Justicia vino sobre mí, y me llevó, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos.

Yo ya le había perdido el miedo a la muerte…

Me hizo pasar cerca de ellos; eran muchísimos huesos al poniente de la ciudad en el camino real en Ciudad Juárez, estos secos y por cierto secos en gran manera. Este valle era un valle clandestino donde tiraban huesos de puercos y animales y ahí en medio de ellos estaban los de mi hija.

El feminicida no solo mato a mi hija; la partió, la quemo y la escondió entre los huesos de cerdos y viseras de animales.

Luego después de esto me dijo el Espíritu de Justicia y verdad: Marisela, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Yo veo algo más que huesos secos y quemados. No descansaré hasta encontrar justicia en ellos, para mi hija y para los cientos de casos que hay en Ciudad Juárez.

Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de vida.

Así ha dicho la Ruaj divina a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis.

Entonces vi como esos huesos que habían perdido la esperanza se encarnaban, se cubrían de piel y se llenaban de vida… los huesos al recibir carne y aliento de vida reclamaban Justicia.

Luego la Ruaj divina les dijo: yo abro sus tumbas, y las haré salir de sus sepulturas, y les traeré dignidad a cada una de ustedes. Y sabrán que yo soy Dios de justicia y amor, cuando abran sus tumbas, y levante su lucha, pondré mi Espíritu de vida en ustedes, y vivirán.

La lucha no termina, la vida de la profeta Marisela Escobedo continúa…

 

 

Alexis Iram Mejía González

Pasante de Teología por el Seminario Metodista Dr. Gonzalo Báez Camargo. Pastor de la IMMAR desde hace 5 años. Actualmente realiza su ejercicio teológico desde las Masculinidades Alternativas.

 

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Comments
  • Jonathan Sanchez

    Alexis,
    Muy bueno el artículo y excelente re-lectura del pasaje. Como hombre en una sociedad patriarcal, me uno a esta lucha de igualdad y sed de justicia de miles de mujeres abatidas por la violencia.
    Gracias por esta voz profética que es necesaria en la iglesia hoy día.
    Adelante!
    Jonathan

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