LA REFORMA PROTESTANTE: UN VISTAZO HERMENÉUTICO

 In Liberación e Historia

¿Dar vida o quitarla?

La Reforma Protestante, movimiento religioso que surgió en Europa durante el siglo XVI fue una protesta (mejor dicho, un conjunto de protestas) contra la Iglesia de Europa. El evento crucial que da inicio al movimiento es cuando Martín Lutero (1483-1546) un monje alemán, clavó sus 95 tesis en la Catedral de Wittenberg en las cuales denunció públicamente la venta de indulgencias, eran una manera de lucrar con el Cielo. Mero comercio injustificado por la Biblia. Esfuerzos, voces y protestas como estas dieron una nueva forma a la iglesia en la Europa del siglo XVI. Hasta aquí todo bien, pero, ¿nos hemos preguntado qué sucedía en el siglo XV-XVI en las Américas? Mientras que se dividía la iglesia en Europa, a los indígenas en las Américas se les robaba todo. Hablamos entonces de que hace alrededor de 500 años dos eventos sucedieron. Uno da vida, otro la destruye. Ambos hechos son parte de nuestra eclesiología. Entonces pudiéramos decir que hablar de la Reforma nos obliga a hablar de la colonización en América para así darle forma a nuestra fe, misma fe que tiene implicaciones concretas, ya sea de esperanza o de desilusión.

No hay hechos solo interpretaciones.

Entonces, vale la pena echar un vistazo a nuestra propia historia. Es decir, poner nuestra mirada lejos (Europa) es tan necesario como ponerla cerca (América). Debemos evitar a toda costa una vista de búho, que logra ver a distancias muy largas, sin embargo, padece de hipermetropía, un trastorno que impide ver de cerca. Se ha dicho bien que por eso tenemos dos oídos y una boca, para escuchar más y hablar menos. Aunque si tenemos dos oídos no es para escuchar lo mismo dos veces, sino para escuchar más de una versión de los hechos. Y eso de hablar menos se anula cuando no ha sido por decisión propia sino por imposición.

Hace 500 años los españoles, (con el permiso del Papa y los Reyes) emprendieron un recorrido por el mundo con su supuesta búsqueda de especies. Habían creído que llegaban a India, pero pusieron un pie en América. Eduardo Galeano insiste en que no gritaron “tierra a la vista”, sino “oro a la vista”. Si bien, la conquista fue un robo, se hurtó el oro, (oro que era basto en nuestro continente). No obstante, de igual manera se hurtó la memoria. Los colonizadores se empeñaron en borrar la identidad de los indígenas. Como prueba de ello es sabido que en el idioma mayense, Q’anjob’al, el término para el “bautismo”, chi el b’i, significa literalmente “eliminar o borrar el nombre”.[1]

Entonces, la conquista intercambió la cruz por el oro y el evangelio por la memoria. Y habría que cuidarnos de romantizar o minimizar lo ocurrido, señalando que “fue gracias a la conquista que hoy por hoy tenemos el evangelio”. De esta postura hay que cuidarnos todo el tiempo. Elie Wiesel, sobreviviente del holocausto indica que cualquier religión que glorifica el sufrimiento siempre encontrará a alguien a quien hacer sufrir. Entonces, nos queda por celebrar este gran evento que trajo libertad a la historia de la Cristiandad, la Reforma Protestante y a la vez hacernos cargo de los genocidios (y genocidio de la memoria también) que se venían haciendo desde el siglo XV en nombre de Dios. Ambas historias tienen que ser contadas y escuchadas, dado a qué, como dice Nietzsche: “no hay hechos solo interpretaciones”.[2] O sea, el ser humano interpreta, por tanto, toda interpretación está arraigada en la experiencia humana y a partir de la interpretación se emite o no un juicio.

Como un ejemplo más, pienso con respecto al río que divide a México y EE. UU., mejor conocido como Río Bravo. Cuando me fui a estudiar al extranjero, El Paso Texas, para mi sorpresa en los libros de geografía aquel río llevaba por nombre oficial Río Grande. Entonces ¡Es cuestión de perspectiva! Quienes están lejos lo nombran Río Grande mientras que los que estuvimos cerca le bautizamos como Río bravo. Bravo para quienes lo hemos intentado cruzar. Bravo por la fuerza de sus aguas que le han quitado la vida a alrededor de 3,000 personas desde el 2014. (según la OIM; ONU migración).[3] Su fuerza es también simbólica, gracias al militarismo de los Border Patrol que vigilan y castigan, violando y denigrando la dignidad humana de los que intentan cruzar la frontera.  

Un dicho africano dice “La historia no está completa hasta que el león cuenta su versión”. Así que tenemos como tarea escuchar los hechos “no oficiales” como ejercicio hermenéutico. ¿Qué nos dicen y qué revelan? Es decir, ser sensibles a las voces, ya sea que vengan como gritos o susurros de las víctimas. Como teólogo, y más que teólogo, como humano, me preocupa que emitamos juicios únicamente desde nuestra perspectiva. Me asusta pensar en las voces que se han subestimado e incluso silenciado en el pasado, pero también en el presente —por aferrarnos a ver solo desde un horizonte y negarnos a recorrer los múltiples ángulos y perspectivas, ya ni se diga, desde diferentes lentes, y desde los múltiples ojos—.

Nuevos ojos.

Recuerdo también que, leyendo a Jon Sobrino, precisamente un ejemplo de alguien que tiene un tercer ojo, cuenta que cuando Freud, padre del psicoanálisis, sostuvo que la libido era la energía fundamental del hombre, Ernst Bloch le salió al encuentro, su antítesis fue que Freud había dicho eso puesto que tenía el estómago lleno.[4] Es por eso que nuestros ojos con los que nos acercamos a los hechos tienen que cambiar de manera que nuestras interpretaciones tomen en cuenta hasta las realidades más desafortunadas. ¿Acaso hacemos teología desde nuestro sesgo socioeconómico, etnocéntrico, antropocéntrico y hetero normativo?

¡Pero, “ojo”! Tampoco cerrar los ojos sería una opción propia de las religiones que adoptan teologías escapistas. Escapistas porque se/nos alejan de la realidad. Se inventan narrativas de un cielo en el más allá, por dar un ejemplo, impidiendo ejercer, aproximarnos y/o experimentar ese Cielo en al más acá, en esta vida presente.

Debemos entender que nuestros credos, nuestra fe y teologías, como ya se hizo hincapié, tienen implicaciones, tanto destructivas y de muerte como llenas de esperanza y vida. De ahí la urgencia de abrir los ojos, y evaluar nuestras creencias con la pregunta en mano: ¿de qué pozos bebemos al hacer teología? Dado que de tal palo tal astilla, dice el refrán, es necesario incluso, pelearnos con nuestras verdades, como mero ejercicio de rascar donde no pica. De manera que nos veamos obligados a movernos de sitio, por más incómodo que sea. Quizá solo así se activan nuestros ojos, y de una vez por todas aprendemos a ver de lejos y a ver de cerca; lo positivo y lo negativo, lo más y lo menos de nuestra fe.

Otro ejemplo histórico y contundente que pondré es el del ojo de Galileo Galilei en el siglo XVII que fue mal visto por la Iglesia católica. El Astrónomo, científico y además religioso sugirió lo que para ese entonces era una herejía: el heliocentrismo, teoría que sostiene que el sol es el centro del universo. Tal postura desafió la religión y a sus representantes debido a que, en la biblia, en el libro de Josué se indica lo contrario. “Entonces el sol se detuvo y la luna se quedó en su sitio hasta que la nación de Israel terminó de derrotar a sus enemigos” (Josué 10:13). Tras este evento Galileo Galilei llevado frente a la inquisición fue obligado a retractarse. Siglos después el heliocentrismo es lo más aceptado por la ciencia y, dicho sea de paso, por la religión. Quizá, este evento sirva de ejemplo de cómo los ojos religiosos deben buscar una renovación, en caso de que estemos viendo mal los hechos. El tema aquí es el de una mala hermenéutica que se da desde la teología, y de cualquier otra disciplina. Tampoco podemos pasar desapercibido los hechos históricos en los que la ciencia ha sido usada como herramienta de destrucción. Tal como sucedió en los 80 en EE. UU., con la pseudociencia, frenología,[5] estudio del cráneo que promovía la inferioridad de la raza no-blanca. Mejor dicho, perpetuó la esclavitud y las atrocidades que de ella residen.

De manera breve, concluimos que una mala hermenéutica sea desde la teología o desde la ciencia trae consigo consecuencias destructivas. Más hoy nos hacemos cargo de nuestras gallinas y gallineros. En otras palabras, de nuestra religión y teologías. Con respecto al tema de Galileo y su herejía, que nos sirva de alarma, y así atrevernos a desafiar nuestras propias creencias y, ¿por qué no?, desafiar también nuestros métodos hermenéuticos. Con otra pregunta en mano: ¿nos invitan a dialogar, o nos obligan a cerrar los ojos y oídos frente a las otras voces, y puntos de vista? Cobran mucho sentido las palabras de Tomás de Aquino, teólogo del siglo XII, hominem unius libri timeo: “temo al hombre de un solo libro”. Lo que, quizá, quiso decir fue qué le temía al hombre de un solo par de ojos, al hombre de un solo punto de vista. A quienes ven solo desde uno y “verdadero” ángulo, horizonte y perspectiva.

Consecuentemente, reitero en cuestionar incluso nuestra fe, y prácticas que de ella emanen en caso de que nos estemos llevando entre las patas a nuestro prójimo. En caso de que una sola voz silencie otras voces. En caso de que nuestras “sanas doctrinas” no están sanando a nadie.

Muchos interpretaron el mundo, solo falta transformarlo.

Una de las grandes y efectivas luchas, por suerte del movimiento de la Reforma Protestante, fue en contra de la interpretación absoluta. Ya que eran sólo unos pocos, (los papas y eruditos que dominaban el latín) los que tenía acceso a ella, por lo tanto, se encargaban de interpretar la Biblia para el resto. A la luz de estos hechos, Martin Lutero interviene y provoca una escatología social, es decir, le da fin a esa era malvada. Por su parte, propone la Sola Scriptura. Esta nos salva de la interpretación sistemática de unos cuantos, y abre una nueva posibilidad de interpretar por nosotros mismos la Biblia, la fe, y por lo tanto, todo. Por si fuera poco, abre la puerta a una hermenéutica colectiva que nos aleja de la interpretación hegemónica. Empero, no somos pocos los que nos seguimos preguntando: ¿Lutero, y de la Sola Scriptura que nos salva, cuando la escritura es usada como herramienta de odio, guerra, exclusión y pasividad? ¡Eh ahí la paradoja! Si la Sola Scriptura nos salvó de las verdades absolutas de unos cuantos, hacia el resto, ¿Qué nos liberara de la Sola Scriptura?

Quizá una hermenéutica abierta, que nos empuje a sospechar de todo, incluso de nuestros credos y verdades. Sobre todo, que nos invite a escuchar las muchas voces que suenan y resuenan desde el norte y desde el sur, desde Europa y desde Latinoamérica. Sin embargo, no todo queda ahí, porque interpretar es un paso muy necesario, pero solo es eso, un paso. Ya muchos, sugiere Marx, interpretaron al mundo, solo falta transformarlo.[6] Entonces, no basta con un ver distinto, sino un actuar y un vivir distinto. Dicho de otra manera, que hagamos uso de nuestra fe y teologías como herramientas de emancipación, liberación y re-transformación. Una y otra vez, cada y cuando sea posible y necesario. De manera que no suceda una, sino muchas reformas hoy, mañana, y siempre, que le den forma y formas a nuestro quehacer teológico, y nuestras teopraxis.

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[1] Pensar, crear, actuar: Metodologías para una teología contextual, Vida y pensamiento: revista teológica  la universidad bíblica  latinoamericana, volumen 33 (2013): p.252. Accedido octubre 2022

[2] Friedrich Nietzsche, Fragmentos Postumos IV, Madrid, Tecnos, p.222

[3] https://www.iom.int/es/news/oim-mas-muertes-registradas-en-las-americas-en-2019-que-en-anos-anteriores

[4] Jon Sobrino, Where is God? Earthquake, Terrorism, Barbarity, and Hope, trans. Margaret Wilde, MaryKnoll, Orlis, 2004, p 126

[5] Para abundar más en el tema ver, https://pages.vassar.edu/realarchaeology/2017/03/05/phrenology-and-scientific-racism-in-the-19th-century/

[6] Federico Engel, Karl Marx, “Tesis sobre Feuerbach”, en Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, Madrid, Fundacion Federico Engels, 2006, p. 59

Mi nombre es Efraín Belmontes, y soy de la frontera, Cd. Juárez Chih., México. Soy egresado de Garrett Evangelical-Theological Seminary con un MDiv. (Maestría en Divinidades). Actualmente, junto mi familia dirigimos el ministerio, Estandarte en el que trabajamos con niños, adolescentes y jóvenes. A la mano emprendemos junto a amigos una Comunidad de Fe, Dar.

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