El pecado social y la injusticia

 In Caminando en Justicia, Política y Justicia Económica, Teología y Cultura

Durante el verano de 2019, Puerto Rico se estremeció en gran manera. La isla enfrentaba la opresión y marginación por estructuras políticas injustas que privan a los estudiantes de su educación. Lxs puertorriqueñxs estaban indignadxs y furiosxs por el nivel de corrupción y abuso cometido por ambos, el gobierno local de Puerto Rico y federal de los Estados Unidos, en relación con el sistema educativo. Durante más de 12 días consecutivos, lxs puertorriqueñxs protestaron en las calles exigiendo la renuncia del gobernador Ricardo Rosselló. La mayor marcha durante estas manifestaciones ocurrió el 22 de julio de 2019, donde más de 500,000 protestantes inundaron las calles de la capital, San Juan.[1] Esta marcha fue liderada por famosos artistas de música y otras celebridades. Y aunque esta marcha fue pronosticada como una de las más ilustres en la historia de Borinquen, las iglesias tuvieron una mínima participación en ella. ¿Por qué?, ¿acaso la iglesia no cree en la justicia?, ¿acaso la biblia no habla de temas contra la corrupción y opresión? Estas son las preguntas que muchxs se preguntaron al sentir la ausencia de la iglesia durante esta crisis y las cuales pienso responder con una breve teoría y refleccion.

Por supuesto que la iglesia cree en la justicia. Cualquier situación que menosprecie al ser humano del valor con lo cual Dios creó, es un acto de injusticia y la iglesia tiene la responsabilidad de reconciliar ese amor que Dios tiene hacía con su creación. También no cabe duda, que la biblia trata con temas contra la corrupción y opresión. En muchas ocasiones, Jesús demostró una conducta ejemplar hacia lxs más necesitadxs. En Lucas 4:18 podemos encontrar que entre la misión de Jesús estaba ayudar a lxs pobres y liberar a lxs cautivxs de la corrupción. Ahora bien, ¿Porque la iglesia entonces, no practico estos valores durante la crisis del sistema educativo que afectó a miles de estudiantes? Mi teoría es que no fue necesariamente por falta de valores contra la injusticia, sino por un malentendido sobre la doctrina del pecado. Al examinar la doctrina del pecado con un enfoque diferente, establezco el argumento de que existen estructuras institucionales e injusticias personales que contribuyeron al deterioro del sistema educativo de Puerto Rico. La investigación de la doctora Kristin E. Heyer sobre el pecado social e inmigración me servirán como un modelo para desarrollar la conexión entre la corrupción gubernamental que están afectando el sistema educativo. La premisa de Heyer sobre el pecado social es base para entender la subyugación y el dominio que los EE. UU. que precipita la opresión de políticas injustas hacia las escuelas de Puerto Rico, afectando directamente la juventud.

La doctrina del pecado según muchxs eruditxs europexs se clasifica y distingue en dos formas diferentes: relacional y estructural.[2] La fusión de estas categorizaciones es conocida por muchxs teólogxs como pecado social. De estos dos, el primero tiende a enfatizar más entre lxs teólogxs europexs y estadounidenses. Esto se debe a que el pecado a menudo se conceptualiza como personal y como resultado de la agencia moral ejercida, por lo tanto, el enfoque es la individualidad y el yo.[3] Por otro lado, el segundo es incierto. Las iglesias no aducen comúnmente el pecado estructural porque, aunque un sistema o estructura, pueda ser injusta, no puede pecar en sí mismo, ya que carece de libre albedrío personal y, por lo tanto, de agencia moral.[4] Sin embargo, comprender el pecado social a través de conceptos meramente relacionales es limitante e ingenuo. “Si el pecado se conceptualiza solo en términos personales, las estructuras que fomentan el pecado y el mal son más difíciles de desmantelar o erradicar”.[5] Es crucial diversificar nuestra concepción del pecado y comprender que efectivamente existen espacios estructurales involucrados. Lugares estructurales como agencias gubernamentales, sistemas de salud público, instituciones financieras, entre otros establecimientos, presurizan el mal comportamiento en desacuerdo con las leyes morales de Dios que influyen en las personas para que infrinjan esas leyes involuntariamente. Dicho esto, preferir una conceptualización del pecado sobre la otra, sería estéril. Tal como sugirió Kristine Heyers, creo firmemente que una comprensión adecuada del pecado social que explica las dimensiones relacionales y estructurales ilumina la relación entre las ideologías generalizadas con respecto a patrones injustos que afectan la vulnerabilidad de los humanos. Al desarrollar un enfoque holístico del espectro del pecado social, comprendemos cómo el sistema escolar de Puerto Rico se ha profanado a través de las prácticas comunes de políticas opresivas realizadas a través del pecado relacional y los tipos estructurales.

El pecado relacional es un componente clave de la transformación del yo y la reconciliación con Dios porque comienza en nosotrxs. En palabras de Proverbios 4:23, “Por encima de todo, guarda tu corazón, porque todo lo que haces fluye de él”. Debemos proteger nuestrxs corazones de cualquier intrusión de los malos deseos que puedan influir en lxs demás y en lo que hacemos. El pecado relacional comienza con el yo. Como se registra en Génesis 4:7, “Pero si no haces lo correcto, el pecado se agacha en tu puerta; desea tenerte, pero debes gobernarlo”. Unx debe reflexionar sobre sí mismx y ser cautelosx con cualquier deseo que pueda causar daño a otrxs. Si queremos llevar la justicia a lo que es injusticia, primero debemos responsabilizar al individux y luego a la sociedad. La injusticia comienza con nosotrxs. Primero debemos prestar atención a las áreas de nuestras vidas que pueden estar contribuyendo a la injusticia de manera grande y pequeña.

 

El pecado estructural, como este, debe ser discutido y abordado en las iglesias como verdaderos males literales que oprimen la creación de Dios en todas sus formas. Jonathan Sánchez lo resume bien diciendo: “Debemos comprometernos con las realidades del mal en el mundo y nunca olvidar que los sistemas sociales, los gobiernos, las estructuras, las corporaciones, etc. pueden ejercer y ejercen cierto grado de influencia sobre la vida del individux”.[6] Heyer resume bien el argumento elaborando que “las estructuras son entonces de naturaleza consecuente y casual, y somos subjetivamente responsables de las situaciones pecaminosas, pero seguimos sujetos a las influencias externas”.[7]

¿Qué tipo de medidas de acción puede tomar la Iglesia hacia la justicia social como este ejemplo contemporáneo? En medio del caos, la Iglesia debe ponerse de pie y demostrar la compasión de Jesús por las necesidades de los vecindarios en los que ministran. En tales circunstancias, es crucial que las comunidades encuentren la participación de las iglesias. En un momento de crisis, la Iglesia debe compartir y proclamar su voz profética contra los horrendos actos de injusticia cometidos por individuxs y agencias estructurales. Dios usó a muchxs líderes, como lxs profetas del Primer Testamento[8] para alzar sus voces contra las injusticias cometidas por las autoridades, los reyes elegidos, lxs líderes religiosxs y cualquier persona que de alguna manera tuviera la capacidad de influir en otros o estuviera en una posición de poder.[9] En nuestro mundo contemporáneo, las sociedades deben continuar sabiendo que Dios está presente en medio de sus realidades y qué mejor manera que la Iglesia comprometida. Una de las principales razones por las que creo que las iglesias no participaron en las marchas contra la corrupción y el abuso del gobierno en relación con el sistema educativo es debido a su visión distorsionada del pecado social. Demasiado énfasis en el pecado relacional puede minimizar el despotismo de la corrupción, pero demasiada insistencia en el pecado estructural puede descuidar la responsabilidad personal. Esta perspectiva del pecado social ha creado una disparidad entre la crisis educativa y el aislamiento de las iglesias. Ambas formas de pecado social son igualmente importantes y deben aplicarse. La injusticia nos rodea en todas las magnitudes, grandes y pequeñas, ya sean personales o estructurales, y debemos ver, juzgar, y actuar.

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                [1] Nicole Acevedo, Gabe Gutierrez and Annie Rose Ramos, “Puerto Ricans flood streets, demand resignation of governor in huge protest,” https://www.nbcnews.com/news/latino/march-people-puerto-rico-mobilizes-largest-protest-gov-rossell-s-n1032286. Accessed on 10/01/2019.

                [2] Derek R. Nelson. What’s Wrong with Sin: Sin in Individual and Social Perspective from Schleiermacher to Theologies of Liberation. (London: Bloomsbury Publishing PLC. 2009), 81. Accessed March 26, 2019. ProQuest Ebook Central.

                [3] Jonathan D. Sánchez, “Pecado Social”, SMU Thesis. 2019, 40.

                [4] Kristin E. Heyer, “Social Sin and Immigration: Good Fences Make Bad Neighbors.” Theological Studies 71, no. 2 (May 2010): 415.

                [5] Sánchez, “Pecado Social”, 41.

                [6] Sánchez, “Pecado Social”, 43.

                [7] Heyer, “Social Sin and Immigration”, 425.

                [8] Para propósitos relevantes, he decidido referirme al Antiguo Testamento como el Primer Testamento. En todo. Con el tiempo, los individuos parecen haber descuidado la autoridad del Antiguo Testamento por motivos inexactos. Por ejemplo, la palabra “viejo” puede ser muy engañosa, por lo que muchos la consideran poco esencial. Además, la palabra “viejo”, como dijo el Dr. Brian D.Russell, profesor de Antiguo Testamento en el Seminario Teológico de Asbury, puede tener connotaciones negativas.

                [9] Fernanda Casar, “Los profetas que claman por la Tierra,”  https://caminandoenjusticia.com/los-profetas-que-claman-por-la-tierra/. Accessed on 10/18/2019.

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