¿Dónde vemos lo Sagrado?

 In Teología y Cultura

Durante el verano tuve la oportunidad de viajar a Villanova, Philadelphia a tomar la clase Teología Contextual con la Dr. Cristian De La Rosa (de la Escuela de Teología de Boston University). La experiencia fue impactante y transformadora, y una continua invitación a meditar en lo sagrado desde nuestros contextos específicos.  Retomando las lecciones aprendidas, hoy comparto mi reflexión contextual sobre el significado de lo sagrado.

Lo sagrado es una parte integral de la existencia humana, manifestándose de diversas formas en distintas comunidades. Trasciende las prácticas religiosas y abarca las dimensiones culturales, sociales y personales de la vida.[1] Al examinar lo sagrado en mi comunidad, lo encuentro no solo en los lugares de culto, sino también en las acciones cotidianas, las relaciones comunitarias y las acciones de justicia social. Esta exploración revela cómo lo sagrado fomenta un sentido de pertenencia, propósito y transformación en nuestras vidas comunitarias.

Una de las manifestaciones más evidentes de lo sagrado en nuestras comunidades se encuentra en los lugares de culto. Las iglesias, mezquitas, sinagogas, templos y otros edificios religiosos sirven como símbolos físicos de lo sagrado. Estos espacios proporcionan un entorno para el culto comunitario, los rituales y las prácticas espirituales, facilitando una conexión colectiva con lo divino. Los lugares de culto no solo son sitios de compromiso espiritual, sino también centros de interacción social, educación y apoyo comunitario.

Más allá de los entornos religiosos formales, lo sagrado está entremetido en el tejido de la vida diaria a través de acciones ordinarias impregnadas de significado espiritual. Actos de bondad, compasión y servicio a los demás pueden considerarse manifestaciones de lo sagrado. En muchas tradiciones, estas acciones se consideran expresiones del amor y la compasión divinos. Por ejemplo, el concepto cristiano de “ágape” (amor incondicional) anima a los creyentes a ver a Cristo en cada persona que encuentran, transformando así las interacciones cotidianas en momentos sagrados.

En el suroeste de Texas, organizaciones como “Las Hermanas”, ejemplifican este principio a través de sus actividades caritativas, servicio comunitario y defensa social. Al proporcionar espacios para encuentros, alimentos para los hambrientos, visitar a los enfermos y apoyar iniciativas educativas, este grupo encarnó lo sagrado en su compromiso con la justicia social y el bienestar de los demás.[2] Tales acciones afirman la creencia de que lo divino está presente en la lucha por la justicia, y en servir y elevar a los marginados y vulnerables.

Mi comunidad de fe, El Buen Pastor UMC en San Marcos TX, encarna lo sagrado a través del cuidado dedicado a los necesitados. Cada semana, abrimos nuestras puertas a individuos que enfrentan dificultades económicas, proporcionándoles recursos esenciales como alimentos, ropa y otras necesidades. Más allá del apoyo material, creamos un espacio para escuchar, compartir historias y ofrecer oraciones para aquellos que buscan consuelo y guía. A través de estos actos de compasión y solidaridad, adoptamos un sentido de pertenencia y nutrición espiritual para todos los involucrados.

Lo sagrado también se manifiesta en las relaciones y vínculos comunitarios. Estas relaciones, basadas en el respeto mutuo, el amor y la solidaridad, reflejan la sacralidad de la conexión humana. En muchas culturas indígenas, el concepto de parentesco se extiende más allá de las relaciones de sangre para incluir a toda la comunidad e incluso al mundo natural. Esta visión holística reconoce la interconexión de toda la vida y la responsabilidad sagrada de cuidarnos unos a otros y al medio ambiente. Esto solo ocurre cuando nos abrimos a tener encuentros genuinos entre iguales y diferentes, es ahí donde la ocurre el verdadero intercambio y la transformación.

Lo sagrado también reside dentro de los individuos, manifestándose a través de la reflexión personal y el crecimiento espiritual. Prácticas como la oración, la meditación, la contemplación y el contacto con la naturaleza brindan oportunidades para que las personas se conecten con lo Divino, busquen guía y cultiven la paz interior. Estas prácticas a menudo conducen a una transformación personal, inspirando a los individuos a vivir sus valores de maneras significativas, como en el caso de César Chávez, un importante personaje histórico del movimiento chicano, quien conectó su importante activismo social con las prácticas contemplativas de la fe. Porque cuando uno está en pie de lucha, debe cultivar su espíritu para sobrellevar las grandes cargas de impotencia y dolor.

En conclusión, lo sagrado es una presencia multifacética en nuestras comunidades, que, por un lado, permea los lugares de culto, las acciones cotidianas, las relaciones comunitarias, los esfuerzos de justicia social y las prácticas espirituales personales, y por otro, crea nuevos espacios.

Al reconocer y honrar lo sagrado en estas diversas formas, podemos construir una comunidad más compasiva, justa e interconectada. Lo sagrado, por lo tanto, sirve como una fuente profunda de significado, guiando nuestras acciones y relaciones hacia una existencia más holística y armoniosa.

[1] Roberto S. Goizueta, The Symbolic World of Mexican American Religion (Cornell University Press: 2002) Pg. 129.

[2] Gastón Espinosa, Virgilio Elizondo, Jesse Miranda, Latino Religions and Civic Activism in the United States. (Oxford University Press: 2005) Pg. 98-105

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