Conclusiones abiertas: democracia laocrática como cambio cultural

 In Ecología, Liberación e Historia, Política y Justicia Económica, Teología y Cultura
“Democracia laocrática como cambio cultural”
Parte III

Como vemos, se hace necesario reveer varias nociones para atravesar la grave crisis mundial de la civilización y de la cultura política en América latina y el mundo. La última y reciente muestra es lo sucedido en Argentina en los últimos días, donde sectores del mercado mundial castigan a la población por no votar a los candidatos que les garantizan sus negocios y la fuga de capitales. Estas crisis parecen definir aún hoy la decadencia del imperio neoliberal que no ha logrado y ha impedido la democratización política y la redistribución de los bienes materiales y simbólicos.

Con la crudeza y lucidez que lo caracteriza Eduardo Galeano sentencia:

“Este mundo de ahora, esta civilización del sálvese quien pueda y cada cual a lo suyo, está enferma de amnesia y ha perdido el sentido comunitario, que es el papá del sentido común. En épocas remotas, en lo más temprano de los tiempos, cuando éramos los bichos más vulnerables de la zoología terrestre, cuando no pasábamos de la categoría de almuerzo fácil en la mesa de nuestros vecinos voraces, fuimos capaces de sobrevivir, contra toda evidencia, porque supimos defendernos juntos y porque supimos compartir la comida. Hoy en día es más que nunca necesario recordar esas viejas lecciones del sentido común”.[1]

La pregunta, evidentemente, es cómo y desde dónde recobrar ese sentido comunitario.

Si no encontramos una salida de salvación común corremos el riesgo de cataclismos sociales y ecológicos enormes. Como hemos visto hasta aquí, es menester articular una nueva noción de democracia y de sociedad que parta desde abajo, desde los márgenes del poder institucional, económico y no solo desde las estructuras del mismo. Grandes cambios de paradigma y revoluciones en la historia han surgido desde allí.[2]

Por ello es urgente no solo una nueva comprensión de participación democrática, sino también un ejercicio de prácticas alternativas laocráticas que reflejen aquella. Por ejemplo; la democracia señala y asume las cuestiones conflictivas, las discute, las pone a debate, y va descubriendo los antagonismos, las tensiones, los intereses. Por mucho tiempo nos han señalado desde el poder que el conflicto y el antagonismo no son buenos, y se nos instó a  “no conflictuar, a someternos”. El autoritarismo es un sello cultural muy fuerte en América Latina y es necesario desaprenderlo ejerciendo la práctica de la mediación, la negociación, el consenso,etc.

Que bien le haría a nuestras relaciones políticas reconocer al otro con sus diferencias, como un colaborador y no como una amenaza que hay que eliminar o descalificar.

Por ello es importante una transformación cultural y subjetiva.

No bastan solamente los cambios institucionales, sino que el ser humano debe estar siempre presente como sujeto participante, para que donde él interactúe vivan y crezcan los ideales democráticos: en la familia, en la escuela, en el trabajo, en las asociaciones diversas. Es lo que nos hemos referido como las revoluciones moleculares, es decir las transformaciones realizadas en el microcosmos social. Aquí se capitalizan experiencias y se gestan visiones capaces de forzar progresivamente las modificaciones estructurales.

Es por esto que junto a aquellas nociones es urgente transformar la comprensión antropológica. El ser humano debe ser entendido como aquello que es, a imagen y semejanza del Dios Trino, un nudo de relaciones y dimensiones: es biológico e histórico, racional e intuitivo-emocional-espiritual, individual y social. Como ser de relaciones- a imagen del Espíritu Creador y Renovador- él solamente se realiza cuando es sujeto de su propia práctica, cuando incluye la alteridad del otro que también es sujeto y juntos colaboran, actúan en su historia colectiva.

Esta valoración de las microesferas, de los pequeños relatos que pueden aportar con sus prácticas al cambio cultural del conjunto social, puede prestarse a la sospecha de un repliegue al intimismo funcional al sistema.  Por ello, con esto no queremos afirmar que no es urgente una conciencia crítica macrosocial del imperio, como también volver a fundar la economía política, o que no se imponga un insoslayable nuevo paradigma de desarrollo sostenible, como proyecto histórico. [3]

Sin embargo, lo que deseamos remarcar es la centralidad de la transformación cultural y subjetiva[4], en este tiempo crucial, en este kairós del Espíritu de vida. Sus vientos están soplando muy fuertes en esta dirección. Estamos convencidos de esta estrategia, que aunque es más lenta históricamente, es la única que nos garantiza un cambio profundo. Y son formas de fortalecer la imaginación y la resistencia profética[5] al sistema mamónico, y de ir tendiendo redes que pueden crecer –como los panes y peces de la multiplicación de los Evangelios- hasta subvertir órdenes estructurales. El desafío es discernir la relación entre lo micro y lo macro en esas prácticas alternativas.

Es aquí donde cobran importancia las diferentes asociaciones y movimientos sociales contemporáneos antisistémicos y entre ellos la vida y misión de las  iglesias. Es fundamental el espacio social y cultural que las iglesias tienen y pueden jugar- como laboratorios de democracia real-  en la configuración de mentalidades, sensibilidades y de aportar hacia la conformación de una ética pública y social  en consonancia con el evangelio de Jesucristo.

La lectura teológica de esta realidad nos muestra a las claras, la relevancia de la iglesia como comunidad encarnada y testimonio del Espíritu Santo que es fuerza de comunión, denuncia de la mentira y de las apariencias de verdad, y acción por una manera de convivir y de redistribuir los bienes materiales y simbólicos.

Es cierto, que esta dinámica microsocial del Espíritu nos advierte sobre la necesidad de paciencia ante la lentitud de los cambios estructurales, sobre la conciencia de las limitaciones y contradicciones de la condición humana y sus anhelos, sobre su finitud y pecaminosidad. Pero no es menos cierto, que como latinoamericanos hemos sufrido la omnipotencia romántica y eufórica de creer que la salida a nuestros males estaban a la vuelta de la esquina. Cuando la historia nos mostró lo contrario, caímos presos de la frustración. “Frustración que poco a poco ha de convertirse en sabiduría. Reconocer nuestra condición humana es abdicar del sueño de la realización plena de nuestros deseos más bellos”[6]. Es menester redefinir los horizontes utópicos, para no tropezar nuevamente.

Es por esto que la democracia global- planetaria pero laocrática, es un desafío gigantesco en el mundo y en nuestro país, más no imposible. Esta es la condición para que todos sobrevivamos comunitariamente. O repartimos democráticamente-laocráticamente- los bienes de la tierra y elaboramos estrategias creativas de convivencia pacífica entre las sociedades y con la naturaleza, o entonces enfrentaremos violencias y víctimas como jamás se ha visto en la historia humana. El peligro es global, por ello la “salvación” debe ser también global. Como gusta decir a Leonardo Boff, no habrá un arca de Noé que salve algunos y deje perecer a otros. O todos nos salvamos, o todos corremos el riesgo de perdernos.[7]

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[1] Galeano Eduardo, “Los valores sin precio” (palabras pronunciadas en el III Foro Social Mundial en Porto Alegre, Brasil, el(26/01/2003), en Un mundo sin educación, Coord.Luis Alvarez Lozano, (México: Ed. Dríada, 2003),p.134. Negritas mías.

[2] Ver el trabajo de Hans Küng, Teología para la postmodernidad: fundamentación ecuménica, (Madrid: Alianza Editorial, 1989), donde aplica a la teología el pensamiento del físico e historiador de la ciencia Thomas Kuhn.

[3] Ver Carlos Asselborn, “Desigualdad, cultura y acción colectiva”, en Tiempo Latinoamericano, revista del Centro Tiempo Latinoamericano  nº92, Córdoba (Julio 2011).p. 49. Allí el autor creemos enfatiza lo mismo, rescatando la racionalidad  política constructivista y reproductiva a los fines articular una democracia con mayor equidad e igualdad social .

[4] Ver Miguez Nestor, “Hacer Teología latinoamericana en el tiempo de la globalización”, en  El silbo ecuménico del Espíritu, (BsAs: ,Isedet,2004), p.92.  Todo el artículo es muy rico sobre este tema y el de las revoluciones microsociales sin olvidar una conciencia macro-social crítica de las estructuras. También ver un enfoque similar de Leonardo Boff, La dignidad de la tierra. Ecología, Mundialización, Espiritualidad, La emergencia de un nuevo paradigma. (Madrid: Trotta,  2000), p.11.

[5] Ver Walter Brueggemann, La imaginación profética, (Santander: Sal Terrae, 1986),.p.135.

[6] Jung Mo Sung, Sujeto y Sociedades Complejas: para repensar los horizontes utópicos. (Costa Rica: DEI,  2005),p.148. La cursiva es nuestra.

[7] Ver L. Boff. El cuidado esencial, Etica de lo humano, compasión por la tierra. (Madrid: Trotta,  2002), p.156.

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