FLORENTINO Y EL DIABLO. RESPUESTA POPULAR AL MAL. PARTE 2
El texto de Torrealba, en si nos aporta una riqueza literaria que nos ayuda a entender el concepto del mal a través del conocimiento más profundo del Diablo. La premisa folclórica que se desarrollada es la siguiente: conocer al Diablo mejor, nos ayuda a entender y batallar el mal que nos confronta día a día, de una mejor manera. En otras palabras, conociendo a la persona del Diablo, su carácter, enseñanzas y trucos, vivimos mejor preparados para combatirlo. Esta manera de concebir conceptos populares del mal no es nueva y fue expresada claramente por el teólogo Jeffrey Burton Russell en su obra clásica: The Devil. Russel lo formula de esta forma: “…entendiendo el principio detrás de estos males, el cual lo hacemos conociendo al diablo mejor, podemos entender mejor -y combatir- el mal que nos confronta a cada uno como individuos.”[1] Russel, desde una perspectiva histórica, argumenta que la concepción del Diablo (el cual es una reflexión crítica del problema del mal y del sufrimiento humano) tiene un principio teológico histórico de ideas, el cual emerge de la tipología y la sociología.
El concepto en sí enmarca el mismo esfuerzo de entender ideas en términos de la función que cumplen dentro de una sociedad especifica.[2] La historia de los conceptos integra tanto la teología, filosofía, literatura, mitología, arte y la leyenda popular, como visiones de ángulos diferentes a un problema, en este caso, el problema del mal y sus efectos en la vida de las personas. De esta forma la realidad del Diablo, discernida a través de la historia de conceptos, así como lo argumenta Russel, transciende el concepto del Diablo en sí mismo.[3] Lo que busco abordar en el texto de Torrealba, es esta misma historia de conceptos que, hay que tener, para concebir al Diablo que retó a Florentino. El Diablo, en la obra poética, sirve de agente catalítico al entendimiento de que, teológicamente hablando, el mito oral del Diablo primeramente transciende categorías racionales. Para González Muños esto: “…sigue siendo un elemento presente importante desde el punto de vista de la identidad cultural llanera al sostenerse desde la memoria colectiva y social al servicio de la construcción de aspectos que promueven la conservación y salvaguarda de tradiciones.”[4] Esto es importante, porque nos ayuda a ver que el mito popular y la tradición folclórico/oral de un pueblo, es una expresión válida para analizar la vida, y que debe ser tomada en cuenta por la teología.[5]
En el caso de Torrealba, el Diablo tiene un uso primeramente ontológico, que ayuda a ver el mal desde una perspectiva menos filosófica, teórica y más personal y jocosa, pero que a la vez es válida en la búsqueda de una mejor respuesta al problema del mal. De la misma forma, el mito oral del Diablo nos testifica que la construcción de sistemas teológicos enmarca la búsqueda del porqué del sufrimiento humano. El mito habla de cómo un pueblo asimila la realidad histórica, y de cómo dicha realidad es expresada teológicamente. Similarmente, la Biblia (especialmente en el A.T) utiliza conceptos muy análogos, a los descritos por Russel, y que quiero dar al texto de Torrealba. El Diablo, en libros como Job 1-2 y Zacarías 3, es muy similar al Diablo que reta a Florentino. En estos relatos bíblicos, el diablo es exhibido como un agente de Dios, que está presente en la corte celestial.[6] Si, como argumenta Russel, podemos ver que el mito transciende ideas racionales, es más fácil revelar cómo la historia de Job en la narrativa bíblica tiene un valor positivo en la formación del entendimiento del mal, y de cómo debemos tratarlo, incluso cuando Dios está presente en la historia. Sin embargo, la teología del atlántico norte ha sido presa de estas categorías racionales descritas por Russel, que siempre tratan de ver el problema del mal como un problema teológico racional, con bases en los análisis filosóficos conceptuales.
Aportes teológicos del mito del mal
Primero: dentro de estas categorías racionales, descritas anteriormente, las teologías del atlántico norte acentúan que, el bien y el mal parecen ser mutuamente excluyentes. El bien y el mal están en constante lucha, uno tratando de vencer al otro. Sin embrago, dentro del mito popular venezolano hay una combinación importante de ambos lados.[7] En otras palabras, el bien y el mal no son mutuamente excluyentes, sino que ambos tienen una función positiva para dar respuesta al sufrimiento humano, el cual está presente y nos confronta día a día. En las religiones mesoamericanas, por ejemplo, las categorías del bien y del mal suelen tener un valor tanto ontológico, como cultural y teológico pastoral. De la misma forma, la historia de Florentino y el Diablo tiene un valor auténtico que viene de su contexto, porque combina categorías del bien y del mal en la persona del Diablo, que pueden ayudar a la teología a tener una respuesta más robusta y completa al sufrimiento humano. Florentino en su lucha contra el “capitán de la tiniebla”[8] se da cuenta que sólo no es capaz de resistir tan dura batalla. Este es un aporte teológico directo del texto literario a la teología.
Segundo: este duelo personal con el mal y quien le representa informa la respuesta de Florentino a él mismo. Para Florentino, el mal es real, no porque lo escuchó de lejos, sino porque lo reta frente a frente.[9] El Diablo, le sirve para recordar que el mal y el sufrimiento humano no son un problema del intelecto, o categorías racionales solamente.[10] Por el contrario, para Florentino el mal lo acecha, es real y está presente en su vida, sin embargo, para Florentino, el mal no tiene la última respuesta. Esta lucha directa con el mal ha sido una respuesta universal al sufrimiento humano. El enfrentamiento directo con el mal crea una virtud positiva en la persona, la cual da respuesta al sufrimiento humano, al no darle la última palabra al mal.[11] Esto crea una esperanza que es una contribución teológica muy importante. La virtud ganada en la lucha contra el sufrimiento es importante. Claro está, que dicha respuesta teológica tiene que ser dada con muchísimo cuidado. Pastoralmente hablando, decirle a alguien que está en medio de un gran sufrimiento, que Dios tiene la última palabra y que dicho sufrimiento va a hacer a esa persona alguien mejor, es un acto de violencia. Hablaré de esto al final del trabajo con más detalle. Lo que puedo decir por ahora es que dichas respuestas al sufrimiento son reales y han dado frutos positivos a través de la historia y no deben ser ignoradas.[12]
Tercero: el Diablo despierta en Florentino un deseo innato: la batalla tiene que ganarla, pero no lo puede hacer sólo. Aquí hay otro aporte de la literatura popular que debe ser visto por la teología. En el relato de Torrealba, tiene que haber una intervención divina que ayude a Florentino a comprender porque el Diablo lo reta. Su contexto inmediato lleva a Florentino a una reflexión teológica más profunda. Al igual que Job, que una vez, “oyó de Dios”, pero que no es hasta el final de su calamidad y de la restauración divina que puede decir “ahora, mis ojos te han visto”. Pero ¿estaba Job refiriéndose al mal y el sufrimiento, o a Dios? Más aún, ¿podríamos decir[1] Florentino se encuentra en una posición similar, pidiendo una intervención divina, que le ayude a confrontar los acechos del enemigo que lo busca. En las propias palabras de Florentino, se puede sentir la agonía y la desesperación de ver la acción divina:
“Mucho gusto en conocerlo
Tengo señor Satanás.
Zamuros de la Barrosa
Salgan del Alcornocal
Que al Diablo lo cogió el día
Queriéndome atropellar.
Sácame de aquí con Dios
Virgen de la Soledá,
Virgen del Carmen bendita,
Sagrada virgen del Real,
Tierna Virgen del Socorro,
Dulce Virgen de la Paz,
Virgen de la Coromoto,
Virgen de Chiquinquirá,
Piadosa Virgen del Valle,
Santa Virgen del Pilar,
Fiel Madre de los Dolores
Dame el fulgor que tu das,
¡San Miguel!, dame tu escudo,
Tu rejón y tu puñal,
Niño de Atocha bendito,
Santísima Trinidá.”[14]
Esta idea de la intervención divina, lo que en Venezuela se describe como la “encomienda a los Santos”, que busca Florentino, ha sido excluida por mucho tiempo por las teologías tradicionales y sus teodiceas filosóficas. Dentro de dichas teodiceas, el mal se volvió un problema de inconsistencia filosófica e intelectual, en la búsqueda de la verdad racional.[15] Sólo como ejercicio del intelecto, el mal (y hasta cierto punto el bien) son un problema que debe ser resuelto lógicamente dentro de estas tradiciones. En el caso de Florentino, que es muy diferente, el entiende que este enfrentamiento al mal no puede ser resuelto sin una intervención divina. Esto ya es dado dentro del clamor popular venezolano, y para Florentino, la intervención divina es indispensable. La Dra. Jenny González Muñoz lo describe de la siguiente forma, en su estudio de los sistemas religiosos del llano venezolano y el cual es ejemplificado por Florentino:
“Pero en dicha situación [cara a cara con el mal] entra un factor bastante importante como lo es la religiosidad, que es una característica acentuada de la cultura llanera, una religiosidad amparada en la mayor parte de su idiosincrasia por la fe católica, de modo que en coplas y canciones se ve palpable la presencia de dicho sistema de creencias como una esperanza capaz de sobreponerse ante las situaciones más peligrosas, en… [el caso de Florentino], por ejemplo, el Diablo, aunque sea un ser poderoso, Dios y sus aliados son aún más, es decir, el Bien se sobrepone al Mal.”[16]
Dios (y los Santos y Vírgenes que lo representan) dan las herramientas necesarias trascendentales para enfrentar al mal. La pregunta teológica clave es: ¿Cómo Florentino gana la batalla? No es por ser diestro en el canto, ni por ser valiente ni astuto, sino por entregarse a todos los Santos y Vírgenes que le ayudan en su tiempo de angustia. De la misma forma, ¿Cómo podemos responder teológicamente al problema del mal aislados de la esperanza que está solo en Dios? En toda respuesta robusta al sufrimiento humano, tiene que haber elementos de lo divino que llevan a una esperanza futura. En la última parte del artículo veremos algunas conclusiones generales que podemos deducir entre el dialogo de la teología y la cultura popular llanera.
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[1] Jeffrey Burton Russell, The Devil. Perceptions of Evil from Antiquity to Primitive Christianity. (Ithaca, New York. Cornell University Press, Cornell Paperbacks, 1987), 35. (Traducción mía )
[2] Burton Russell, The Devil, 41
[3] Burton Russell, The Devil, 44
[4] González Muñoz, Los espantos de La sabana, 585
[5] González Muñoz, Los espantos de La sabana, 575. Ver la oralidad como construcción de significados y sentidos en la cultural
[6]https://www.christianity.com/theology/theological-faq/how-did-lucifer-fall-and-become-satan-11557519.html. Accesado en noviembre 25, 2018. Dicho argumento teológico también es un mito y una construcción teológica de ciertos conceptos históricos
[7] Burton Russell, The Devil, 50
[8] Torrealba, Florentino y el Diablo, 14
[9] Torrealba, Florentino y el Diablo, 16. El reto del diablo es directo, cara a cara, el cual demanda una confrontación y respuesta directa, cara a cara
[10] William Lane Craig, por ejemplo, hace una distinción muy fuerte entre los dos problemas del mal: El mal teórico y el mal existente. Para más información ver: William Lane Craig, The Problem of Evil. http://www.bethinking.org/suffering/the-problem-of-evil. Accesado en octubre 21, 2018
[11] Lewis, A Grief Observed, 18. Lewis utiliza un argumento similar frente a la muerte de su esposa. A pesar de que la muerta de ella fue una batalla muy dura para Lewis, el entendió que tuvo un crecimiento de virtud, que no hubiera venido en ninguna otra circunstancia
[12] Peterson, The Problem Of Evil, 353. La teodicea de praxis en luz a la teología de la liberación es en mi opinión la mejor y más adecuada respuesta al problema del sufrimiento humano. Claro está que, como toda teodicea, es incompleta, pero exhibe un practica de esperanza, amor, fe y empatía, que muchas otras respuestas al problema del mal ignoran
[13] Job 42:3-6. El entendimiento/iluminación de Job viene con su reconocimiento de que hablaba de cosas que no entendía, pero la respuesta es ambigua: no se sabe si se refiere a Dios, a la respuesta de Dios al mal, o las dos
[14] Torrealba, Florentino y el Diablo, 26
[15] La formulación de la pregunta: ¿De dónde viene el mal? Has sido gravada y acreditada hasta filósofos de la antigüedad como Lactancio y Epicuro. Sin embargo, la formulación “clásica” del problema de mal como una concepción de inconsistencia filosófica es atribuida a David Hume. Para más información ver: Lactantius, “A Treatise on the Anger of God,” (ANF 7:271) Xiii. (Traducción mía) Y de Humes: Michael L Peterson, Editor, The Problem Of Evil. Selected Readings. (Notre Dame, IN: University of Notre Dame Press, 1992), 39. (Traducción mía)
[16] González Muñoz, Los espantos de La sabana, 582
[1] Job 42:3-6. El entendimiento/iluminación de Job viene con su reconocimiento de que hablaba de cosas que no entendía, pero la respuesta es ambigua: no se sabe si se refiere a Dios, a la respuesta de Dios al mal, o las dos.