Reflexión: El Agradecimiento conduce a la Generosidad
¡La época navideña ha llegado a nuestras puertas! Se siente el espíritu navideño por doquier; entre preparativos de fiestas y hogares decorados con luces, estamos sumergidos en el compartir con nuestros seres queridos. Sin duda alguna, se crea un ambiente de estar agradecidos por lo que tenemos. Es una celebración de acción y gracia. Mientras reflexionaba en las características de esta época, comencé a comprender que dar (acción) es un efecto secundario de ser agradecido. En otras palabras, damos simplemente por el hecho de estar agradecidos.
En esta reflexión, hablaré de cómo el agradecimiento y la gratitud están conectados con la generosidad. Y como estamos hablando de dar gracias, no puedo evitar pensar en mi familia, mi esposa, Kiley y mi hijo Hendrix. Para aquellos que están casados y tienen hijos/as, saben que cuando deciden traer una criatura a esto que llamamos vida, las cosas se vuelven muy desafiantes. Especialmente si eres nuevo en la paternidad y maternidad.
Durante los últimos 15 meses, la vida de mi esposa y la mía han cambiado drásticamente con la llegada de nuestro hijo Hendrix. Comenzando con las alimentaciones a medianoche, los cuidados cuando se enferma, citas con el pediatra, el ajuste de nuestros horarios de trabajo, encontrar quién lo deja en el cuido (guardería) y quién lo recoge. Luego de esas responsabilidades, están los quehaceres del hogar como por ejemplo el cocinar, limpiar la cocina, cortar la grama del patio, Hendrix se vuelve a enfermar y luego nos enfermamos nosotros ahora tenemos que faltar al trabajo. Mi esposa y yo nos preguntamos ¿quién lo va a hacer? Y un largo etcétera. En nuestra situación particular, todo esto empeora ya que nuestros trabajos nos obligan a trabajar en diferentes tiempos del día y por ende, hemos tenido que dividir muchas de estas tareas.
Luego de estar en esta rutina por varios meses, nos ocupamos, estamos cansados, frustrados y perdemos de vista el ser agradecido y la razón del por qué hacemos las cosas. No sé si les pasa a ustedes, pero entre mi esposa y yo, hemos cometido el error de comenzar un juego mental y tomar cuentas de quién hace más y quién hace menos en el hogar o quién tiene el trabajo más difícil y por ende necesita más descanso y consideración. Recuerdo una noche que estaba lavando los platos (una de mis responsabilidades en el hogar) y era una cantidad bastante grande, y realmente no quería hacerlo. Estaba cansado, molesto y simplemente no quería hacerlo; solo quería relajarme por varios minutos y descansar. En ese momento comencé a mirar alrededor para ver qué estaba haciendo mi esposa, solo para hacer un seguimiento de “mis puntos”. Para mi sorpresa, no solamente ella estaba haciendo muchísimas más cosas que yo, sino que al instante tuve una gran convicción en mi corazón. Recordé que hago lo que hago por mi familia, no para guardarles rencor, no por obligación y mucho menos para cobrarles favores, sino porque los amo. Mi acción de ser generoso con mi familia viene de la abundancia de agradecimiento de mi corazón. El acto de dar, en mi opinión, en cualquier nivel y momento debería ser un espacio de amor.
De esta forma, me gustaría compartirles este pasaje que profundiza este punto de vista. Antes de hacerlo, quiero aclarar el siguiente contexto. Si leen todo el capítulo biblico, notarán que los principales sacerdotes, los maestros de la ley y los saduceos están tratando de atrapar a Jesús en un error. Jesús, por otro lado, está notando sus motivos e intenciones y escudriña las condiciones de sus corazones. En cada ocasión estos hombres religiosos estaban tratando de ver si Jesús cometía un error dentro de las reglas establecidas durante ese tiempo y sociedad en particular.
“Mientras todo el pueblo lo escuchaba, Jesús les dijo a sus discípulos: Cuídense de los maestros de la ley. Les gusta pasearse con ropas ostentosas y les encanta que los saluden en las plazas, y ocupar el primer puesto en las sinagogas y los lugares de honor en los banquetes. Devoran los bienes de las viudas y a la vez hacen largas plegarias para impresionar a los demás. Éstos recibirán el peor castigo.” Luca 20: 45-47
En este pasaje, Jesús se refiere directamente a los maestros de la ley. La crítica de Jesús es que aunque parecían estar haciendo todas estas “buenas obras” y siguiendo las reglas con tanta precisión, al final del día, no importa porque sus motivos y las condiciones de sus corazones no estaban en el lugar correcto. Jesús estaba hablando con estos líderes que pretendían hacer el bien, que querían mostrar cuán importantes y perfectas eran sus vidas, pero en el fondo, estas acciones no provenían del amor.
A partir de este ejemplo, podemos ver la lucha típica de las personas religiosas siguiendo la ley con gran detalle y sin comprender el acto de amor, gracia y compasión. Recordemos que la ley solo señala lo que está mal y lo que está bien, en el final, no nos cambia. Es una guía y un punto de referencia. Es solo a través de la fe en la gracia de Jesucristo que llegamos a conocer a Dios. En el proceso de salvación, Dios es quien hace el trabajo pesado. Tu parte es confiar y tener fe. La salvación tiene mucho más que ver con lo que Dios ha hecho por nosotros que con lo que tú has hecho por Dios. Y debido a esto, no importaba que estos líderes religiosos hicieran “buenas obras”, o hicieran largas oraciones. Lo que realmente importaba era la condición de sus corazones. No es hasta que nos damos cuenta de que estamos quebrantados y en necesidad del amor de Dios por nosotros, que podemos reconciliarnos con Dios y con nosotros mismos.
Nuestra generosidad, en cualquier ocasión, no se trata de perfección, tamaño o valor, sino de las intenciones del corazón. De hecho, existen muchas maneras de dar, lo podemos hacer con nuestro tiempo, talento, servicios, finanzas, etc. A Dios no le importa la frecuencia con la que das o cuánto das, a Dios le importa que nuestro comportamiento venga de un lugar de amor. Cuando reconocemos cuán bendecidos y llenos están nuestros corazones, más probable es que seamos generosos con nuestras acciones. En estas navidades, procuremos dar desde un lugar de amor y aprecio por lo que Dios ha hecho por nosotros.
Me gustaría dejarlos con la siguiente meditación de mi amigo, pastor y teólogo, José D. Nieves:
“Dar es el desbordamiento natural de un corazón que entiende que Dios es un Dios de abundancia. No damos para recibir más. No damos ni siquiera por un sentido del deber. No damos porque nos vamos a meter en problemas. Damos porque nos hemos dado cuenta de que todo lo que tenemos proviene de las bendiciones de Dios. Dar es un acto de confianza en Dios. A medida que cultivamos corazones agradecidos por la bondad, la provisión y la presencia de Dios, la generosidad que impacta al mundo fluirá naturalmente en nuestras vidas. ¡Un corazón agradecido conduce a un corazón generoso.”[1]
[1] Rev. José D. Nieves, M.Div., “Serie Acción y Gracias: Generosidad Agradecida”, (Kissimmee, FL.: First Kissimmee UMC, 2022).