¿Para qué sirve la teología?

 In Liberación e Historia, Teología y Cultura

Los teólogos profesionales continuamente somos desafiados, directa o indirectamente, con esta cuestión: ¿para qué sirve hacer teología?, o dicho de otra manera: ¿la teología ayuda en algo a la sociedad? Hace poco en un debate que fue televisado, el físico norteamericano Lawrence M. Krauss puso entre las cuerdas a su oponente, el apologista cristiano William Lane Craig, al estirar el interrogante al extremo y preguntarle: «¿qué contribuciones ha brindado la teología en los últimos trescientos años al conocimiento humano?»[1] Nuestro teólogo se mostró confundido y a duras penas dio una respuesta poco convincente. En este ensayo me ocupo de estas cuestiones, comenzando por las críticas que se han hecho a la teología, para después descubrir sus aportes.

Desde la antigüedad ha habido críticos muy duros que han descartado la teología diciendo que se trata de una actividad inútil y que sus autores son personas ociosas; David Hume, por ejemplo, filósofo empirista, condenaba con sarcasmo los tratados que versaban sobre algún tema teológico, dijo:

«Tomemos (de cualquier biblioteca) algún volumen que verse, por ejemplo, sobre la doctrina de Dios o sobre metafísica escolástica, y tendremos que preguntarnos: ¿Contiene algún tipo de razonamiento abstracto sobre la exensión o el número? No. ¿Contiene algún razonamiento, apoyado en la experiencia, sobre algunos hechos o la existencia? No. Pues si es así, arrojémoslo al fuego, porque no puede contener más que fantasmagorías y engaños».[2]

El deísta norteamericano Thomas Paine sostenía que la única teología válida era la natural, es decir, el estudio de la naturaleza, pero desaprobaba la dogmática por estudiar a Dios mediante doctrinas humanas y consideraba que éste era un gran mal que había cometido el cristianismo; él lo expresó así:

«Lo que ahora llamamos filosofía natural, que abarca el círculo entero de la ciencia, y cuyo centro ocupa la astronomía, es el estudio de las obras de Dios y de su poder y sabiduría, y esta es la verdadera teología. Respecto a la teología que se estudia actualmente en su lugar, esta es solo el estudio de opiniones y fantasías humanas sobre Dios; no es el estudio de Dios mismo, a través de sus obras, sino a través de los trabajos y escritos del hombre. Abandonar el sistema original y hermoso de la teología, como un bello inocente, para destruir y reprochar, para dar lugar a la brujería de la superstición, es uno de los mayores males que el sistema cristiano ha hecho al mundo».[3]

Para algunos críticos modernos el oficio del teólogo resulta algo tan inútil y tan absurdo, como esta caricatura que registra Isidoro Loi en su manual de crítica religiosa: «El teólogo se parece a un hombre ciego encerrado en un cuarto oscuro, buscando un gato negro… que no está allí dentro… y que lo encuentra».[4]

Estas citas son más que suficientes para mostrarnos que muchos intelectuales consideran a la teología como una disciplina que se ocupa de quimeras y, por lo tanto, inservible, ya que no se trata de nada concreto, ni aporta nada bueno a la sociedad. Pero, ¿son así las cosas? ¿De veras la teología es algo tan inútil? Para responder a esta cuestión hagamos un repaso por algunos de los grandes teólogos de la historia, para ver qué aportes han hecho.

Si por teología entendemos lo que dicen los dogmáticos modernos, que es el estudio de las relaciones de Dios con la humanidad, entonces debemos contar entre los teólogos a aquellos pensadores que, inspirados por su religión, han propuesto modelos de vida que contribuyan al desarrollo humano.

En este sentido, los teólogos más revolucionarios en la antigüedad fueron los profetas hebreos, personajes cimeros como Isaías, Amós o Miqueas, que reprendieron la injusticia social, y enseñaron que el verdadero culto a Dios consiste en la práctica de la misericordia (véanse los siguientes textos: Isaías 1:11-17; Oseas 6:6; Amós 5:21-24; Miqueas 6:6-8).

Jesucristo mismo debe ser considerado el más grande teólogo de todos los tiempos, porque él fue quien más y mejor nos habló de Dios y de su proyecto para transformar al mundo, proyecto al que llamó “el reino de Dios”; el contenido de éste fue resumido en su discurso inaugural, en una sinagoga de Nazaret: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor» (Lucas 4:18-19).

Como podemos leer en los evangelios, Jesús enseñó a amar a Dios y al prójimo, él puso en práctica sus principios ayudando a todas aquellas personas menospreciadas por la sociedad: pecadores, enfermos, niños, mujeres, ancianos, desamparados, etc.

Con el paso de los siglos, las enseñanzas de Jesús motivaron a muchos pensadores cristianos a intentar mejorar el mundo y contribuir al desarrollo de la humanidad. Los padres de la ciencia moderna, por ejemplo, fueron personas profundamente religiosas, y muchos de ellos teólogos profesionales, como Nicolás de Cusa y Nicolás Copérnico. Uno de los más grandes científicos, Isaac Newton, aunque no era teólogo, dedicó muchas horas al estudio de las Escrituras, y su fe le inspiró a lograr importantes descubrimientos físicos, pues él decía que quería entender el funcionamiento del mundo que Dios había creado.

En el ámbito social hay muchos ejemplos de los aportes que los teólogos han hecho a la humanidad. En el siglo XVIII, John Wesley, iniciador del movimiento metodista, predicó la santidad social y fue uno de los primeros en oponerse a la esclavitud y a los abusos laborales; de él son estas hermosas palabras: «El Evangelio de Cristo no conoce otra religión que la social ni otra santidad que la santidad social. Este mandamiento tenemos de Cristo, que el que ama a Dios, ame también a su hermano».[5]

Las ideas de Wesley inspiraron a otros hombres para luchar por cambios sociales, por ejemplo, a su discípulo, el diplomático William Wilberforce, quien fundó la “Sociedad Pro Supresión del Tráfico de Esclavos”, y logró que en 1833 se firmara el Acta de Emancipación que puso fin a la esclavitud en Inglaterra y sus colonias.

No obstante, si nos atenemos sólo a los aportes teológicos en materia de religión, debemos decir que los teólogos se han esforzado por dar un nuevo entendimiento de Dios y del ser humano; algunas de estas enseñanzas son:

    1. Dios es universal; no es nacionalista ni sectarista; no es exclusivo de un pueblo o raza, tampoco de una secta o religión, sino un Dios para todos los seres humanos.
    2. Dios es espíritu; no es varón ni mujer, no tiene un cuerpo físico ni un género sexual; por lo tanto, no favorece a los varones por encima de las mujeres, sino que tiene las cualidades tanto de un padre como de una madre.
    3. Dios es amor; no actúa como los hombres, que violentan, menosprecian y condenan, sino que busca el bienestar de todas sus criaturas.
    4. El mundo es bueno, porque ha sido creado por Dios como el hogar para todos los seres vivos; por lo tanto, debemos cuidarlo.
    5. Los seres humanos somos hijos de Dios, esto es lo que significa que hemos sido creados a su imagen y semejanza; por lo tanto, la vida humana es sagrada y debemos respetarla.
    6. Los seres humanos somos hermanos, porque procedemos del mismo Dios; por lo tanto, debemos convivir en paz y en armonía.
    7. Los seres humanos somos responsables de cuidar nuestra vida, la de nuestro prójimo y el buen funcionamiento del planeta.

La teología, pues, no es una ciencia inútil o inservible, al contrario, sirve para aportar un entendimiento claro sobre Dios y sobre el mundo, pero principalmente para darle a la religión una voz profética, una voz que convoque a los seres humanos a vivir como corresponde a los hijos de Dios.

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[1] Consulta: 10-XI-2017, https://www.youtube.com/watch?v=evC3aYsDuWc

[2] Karl-Heinz Weger, La crítica religiosa en los tres últimos siglos, p. 203.

[3] Thomas Paine, La edad de la razón (México: Conaculta, 2003), p. 43.

[4] Isidoro Loi, Que Dios se lo pague (México: Océano, 2001), p. 246.

[5] Gonzalo Báez-Camargo, Genio y Espíritu del Metodismo Wesleyano (México: Cupsa, 2008), p. 53.

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Comments
  • Pablo Guillermo Oviedo

    Excelente Ángel.. Gracias por la reflexión sobre la inutilidad eficientista de la teología y su utilidad y valor para defender lo sagrado…la creación

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