Masculinidades liberadas y liberadoras: perspectiva bíblica-teológica. Parte I
Mi modesto aporte será desde la perspectiva bíblica-teológica. Desde hace varios años, la reflexión bíblica desde y sobre la realidad de los y las pobres en América Latina y el Caribe se ha instalado con mirada de justicia de género, cómo la perspectiva de género revela y deconstruye los mecanismos de poder de la dominación e injusticia hacia las personas más vulnerables. Esta dominación, desde las teorías de género, es fundamentalmente masculina, en sus expresiones y sus valores, en sus prácticas, denominado sistema patriarcal o patriarcado.
Por ello, poder evidenciar y cuestionar la masculinidad hegemónica como paradigma y estudiar otras masculinidades presentes en texto bíblico y en la historia de la iglesia y la teología, incluso intentos de construirla de manera diferente, provoca un quiebre y un “despertar” de nuevas miradas sobre textos bíblicos que habíamos pasado por alto u observado con intuiciones no dichas.
Es importante subrayar que este despertar se debe, entre otros factores, al cuestionamiento y al aporte que nos han hecho muchas mujeres, que han sabido leer la Palabra, profética y sabiamente desde categorías de género, conformando una teología bíblica feminista, de la cual todos somos deudores. No partimos de “cero”, sino de allí. Hay aportes de América Latina y el Caribe (ver Revista de interpretación bíblica latinoamericana[1]) y en inglés. Se parte entonces de ciertos elementos propios de las teorías de género, trabajadas específicamente desde el campo de masculinidad, y al mismo tiempo se utilizan en el estudio de la Biblia. El resultado es el enriquecimiento de las teorías de género, así como del campo de la hermenéutica bíblica.
Pero son las historias y memorias personales, el elemento fundamental de este despertar. Historias que están marcadas profundamente por las estructuras sociales e imaginarios de tipo patriarcal, que asumen la vivencia en lo cotidiano en las contradicciones de la masculinidad hegemónica, y que se mueven entre el poder y el dolor. Encontramos nuevas experiencias que buscan romper con estas lógicas y plantean una masculinidad más humana, liberadora y justa. Las reflexiones que algunos biblistas/teólogo/as hacen, evidencian las preguntas vitales que nos estamos haciendo, a partir de nuestras experiencias contradictorias, y de los déficits de igualdad de género que hemos cargado por siglos de tradición y consolidación patriarcal, a partir de los silencios que han quedado escondidos en la vida y en la Biblia.
Por ello, nuestras historias de vida son espacios de revelación de lo sagrado y de posibilidad de generación de formas de masculinidad diferentes. Donde lo humano no sea más aprisionado a una visión antropocéntrica, patriarcal, europeizante, heteronormativa, materialista mamónica idolátrica de la globalización actual, etc… Sino a equidad, libertad y responsabilidad con la humanidad y la Tierra, en nuestras relaciones de poder con mujeres y varones. Asumir este despertar implica para nosotros los varones cambios significativos en la manera como comprendemos la vida (nueva narrativa) y el texto y en la manera como nos acercamos a él, con nuevas mediaciones epistemológicas. Aquí radica en gran medida la novedad y el sentido del esfuerzo que desde algunos sectores de la teología en general y la bíblica en particular se están haciendo.
Primero decir que hablo desde mi identidad como varón heterosexual, nieto de inmigrante español, consciente de los privilegios, cargas y mandatos que el patriarcado ha puesto sobre mí y los varones. Y también como compañero de más de 20 años de mi esposa Mirna, mujer feminista que en sus luchas por su liberación del patriarcado –y la de las mujeres como colectivo– me ha acompañado y desafiado en este proceso de deconstrucción o despatriarcalización (quiebre y despertar) que yo experimento y siento que si bien empezó hace años, siempre estoy empezando en varios aspectos. También como padre de dos varones jóvenes y una mujer adolescente que te ponen en tensión y desafían a ser flexible y firme, y a crecer con las nuevas generaciones.
Sin ser biblista especializado y mucho menos especialista en este campo de las nuevas masculinidades liberadas/doras, si he leído por interés en mi transformación personal a cientistas sociales y a biblistas y teólogo/as que me han acompañado en ese pensar. De ISEDET (facultad de teología ecuménica de Buenos Aires donde obtuve mi título de grado) pude enriquecerme con los aportes de profesores/as del foro teología y género y sus libros y en mi último posgrado en el Southern Methodist University (USA) tuve dos materias que me brindaron herramientas para una exégesis y hermenéutica bíblica y teológica con perspectiva de género. También el haber conformado grupos de varones/hombres en diferentes comunidades de fe, me sentí desafiado a trabajar muy incipientemente estos temas en algunas ocasiones. Lo que sigue son sentipensares que más que grandes certezas son una conversación incómoda, urgente y necesaria, sin ánimo de ser definitivas.
El primer presupuesto clave es hermenéutico, la Biblia y su proceso de escritura y traducción (incluso algunas traducciones actuales) fue realizada dentro del sistema patriarcal y aunque sostenemos que la misma fue inspirada por Dios, debemos saber releer y reinterpretar su mensaje liberador y de buena noticia, de salvación, para cada momento histórico y sus desafíos (texto en su contexto, respetar la textualidad y el espíritu en que se escribió, etc.). El énfasis está en intentar hacer dialogar –unir varias perspectivas: los estudios sobre el evangelio por una parte, por otra, los estudios de género y, en concreto, los de masculinidad.
Algunos ejemplos de masculinidades en la Biblia: En el Antiguo Testamento podríamos mencionar a Booz, David, Jonatán, entre otros; pero creo que Jacob en secciones del Génesis es releído por algunos/as biblistas como aquel que aprendió a ser varón y padre de muchos, pero asumiendo sus sombras, a ser comprensivo consigo mismo e integrar su parte femenina y masculina (anima y animus, según psicología de C. G. Jung), desde su relación con Dios y con otros varones y mujeres.
En el Nuevo Testamento es un ejemplo de rasgos de masculinidad diferente al patriarcado, el papá de Jesús, José de Nazareth. Para algunos biblistas José es el que aprende a ser padre asumiendo riesgos de perder su imagen y reputación, por creerle a María en una sociedad patriarcal. Donde el honor era clave en la cultura mediterránea y del Imperio romano. Le cree ante la posibilidad de repudiarla y denunciarla para ser apedreada. Y asume riesgos de vida, ante la amenaza de Herodes y otra vez la espiritualidad íntima y compartida con su compañera, le sostienen y guían. Hay un poema de poeta argentino Daniel Salzano, fallecido hace unos años –cantada por el cantante Jairo– que se llama la Carpintería de José, dice:
“Mirando las estampitas,
nadie puede imaginar
que el esposo de María
era capaz de luchar,
pelear, bailar…. llorar.”
Donde realza la figura de José como padre presente física, psíquica, afectiva y emocionalmente. Esto en una sociedad de padres ausentes en algunos sectores de América Latina, donde es necesario reafirmar la necesidad de aprender a conectar, conocer y gestionar las emociones y el cuerpo, tradicionalmente aspectos no estimulados por la masculinidad hegemónica patriarcal, donde se pone el foco en la función de proveedor económico y de hiperproductivivdad .
Otro ejemplo es Juan el bautista: aquel que debe adentrarse en el desierto, que se anima a trabajar en las oscuridades más profundas para ser un profeta áspero pero sencillo (no centrado en su imagen física ni en su poder de líder popular) firme a su posición y valiente ante el rey y soldados pero solidario y justo en sus denuncias. Y dispuesto a reconocer en su intimidad sus dudas y plantearlas: «¿eres tú el que había de venir…?» pregunta a Jesús desde la cárcel a través de sus seguidores. Y dispuesto a menguarse como líder para dar lugar a otro: Jesús. En este caso, su ego y la masculinidad no centrado en su función pública competitiva de poder, en su trabajo sino en su identidad trascendente de habilitar y potenciar a otros/as.
En la segunda parte seguiremos con Jesús como gran ejemplo de masculinidad contracultural y contra hegemónica a la patriarcal de su época y las conclusiones. Él es, creo, además del criterio central de la fe, de la teología y espiritualidad cristiana sino modelo máximo de humanidad y de masculinidad liberadora.
Dejo link de YouTube sobre Conversatorio y seminario virtual sobre este tema en el que participo con otros dos ponentes (psicólogo y sociólogo), elaborado por el Centro Metodista argentino de Estudios Wesleyanos, el pasado 17 de noviembre 2021.[2]
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[1] Ver por ejemplo Numero 25 dedicado a la teología feminista https://www.centrobiblicoquito.org/images/ribla/25.pdf o el número 56 dedicado a la masculinidad liberada y liberadora https://archive.org/details/revistadeinterpr56depa_0/page/n9/mode/2up. En este último sitio están todos los números de RIBLA, para leer en línea [2] https://www.youtube.com/watch?v=xmVPka1rnVU&t=2152s