FLORENTINO Y EL DIABLO – RESPUESTA POPULAR AL MAL. PARTE 1
La teología de la liberación ha sido una reflexión teológica de todo pueblo sufriente.[1] Latinoamérica no es exclusiva de los derechos y deberes que la teología de la liberación continúa ofreciendo a muchos pueblos oprimidos por todo el mundo. Si entendemos que cada teología es contextual, esto en sí, enmarca la siguiente pregunta: ¿Es la teología de la liberación un movimiento mundial? Particularmente en América latina, en dónde, con más de 30 países distintos, se asimilaron sistemas teológicos muy análogos, que denunciaban el abuso de los llamados países desarrollados y su “teología ortodoxa”.[2]
En América latina, como en otros países de África y Asia, la teología se volvió tanto un escape a los abusos de los países desarrollados, como una voz profética de crítica y libertad. A pesar de todos los aportes que la teología ha dado para la liberación de los pueblos oprimidos, incluso hoy día, quedan muchas áreas dentro de la teología de la liberación que requieren revisión y expansión. La teología ha tomado prestada información de muchas ciencias sociales, (especialmente en Latinoamérica) para expandir sus horizontes y dar mejores respuestas a las problemáticas de muchas personas que sufren, sin embargo, la teología latinoamericana en general (y la teología de la liberación en lo particular) ha ignorado un área importante en la literatura popular y la cultura folclórica de su contexto en gran manera. La premisa es simple, y la pregunta clara: ¿Debe la teología prestar atención a dicha problemática? Y si lo hace: ¿Cómo se integran la literatura y la cultura popular a nuestras doctrinas y dogmas?
Incluso en la más rígida de las teologías siempre hay elementos del quehacer literario. La literatura, en particular la poesía, y la prosa, nos traen una visión muy específica del mundo que debe ser utilizada por la teología. Por ejemplo, le daré una mirada a una obra literaria del folclore venezolano llamada: ‘Florentino y el Diablo’ del Dr. Alberto Torrealba.[3]
En este trabajo, que es una serie de artículos en tres partes, hare un análisis teológico del concepto del mal, insinuado en el texto, que tiene mucho valor para la construcción pastoral de una mejor respuesta al problema del sufrimiento humano.[4] En el famoso texto veremos cómo el mal (ontológico en la persona del Diablo) es presentado y cuáles son los aportes de dicha presentación literaria a la teológica de la liberación.
TEOLOGÍA Y LITERATURA
La teología ha descuidado el uso de la literatura. Con estas palabras cortantes el Dr. Rivera Pagán lo expresa en forma clara: “…con escasas excepciones, la teología no ha prestado auténtica atención reflectiva a lo que del ser humano y sus dilemas se refleja en la producción literaria.”[5] O, peor aún, para Rivera Pagán dado a que la literatura expresa tanto la religión popular, como el sentimiento general de un pueblo, la misma debe informar el quehacer teológico. Esto en si es importante para la reflexión teológica, porque la literatura ayuda a ver cómo ciertos conceptos populares pueden traer nuevas vías de entendimiento de Dios y su creación, que una vez fueron limitadas en Latinoamérica por las teologías tradicionales del atlántico norte,[6] y su aplicación práctica y académica.
En la obra poética del Dr. Alberto Torrealba: “Florentino y el Diablo”[7] hay un sin número de importantes conceptos populares sobre el mal. Estos conceptos, que merecen la atención teológica que Rivera Pagan clama con tanto fulgor, están presentados a la luz de la persona del Diablo, su reto con la humanidad y del sufrimiento humano que resulta de dicho reto.
Torrealba publica esta obra por primera vez en el año 1940,[8] y hace algunas revisiones de esta en los años 1950 y 1957. En la obra, Torrealba describe el encuentro de sus dos protagonistas, Florentino un hombre llanero[9] por un lado, y el Diablo disfrazado de hombre,[10] por el otro. El encuentro entre los dos protagonistas comienza en una fiesta campesina, en donde, la música típica del llano venezolano (la música llanera) suena toda la noche. Florentino, conocido como uno de los mejores “copladores”[11] de la zona, es retado por el oculto Diablo a un duelo de cantos. Torrealba describe al retador así:
“Negra se le ve la manta, negro el caballo también;
bajo el negro pelo’e guama la cara no se le ve.
Pasa cantando una copla sin mirada volver:
-Amigo, por si se atreve, aguárdeme en Santa Inés,
que yo lo voy a buscar para cantar con usted.”[12]
Florentino, sin saber que quien le reta al canto es el Diablo mismo, acepta el reto por compromiso al deber de un buen llanero y de su estatus como coplador adiestrado en el arte del canto:
“…sobre tu pecho desnudo
yo me paro a responder:
sepa el cantador sombrío
que yo cumplo con mi ley
y como canté con todos
tengo que cantar con él.”[13]
Al Florentino aceptar el reto, el Diablo en medio de su cántico, exhibe sus verdaderas intenciones al coplador, el cual, al verse en medio del duelo, no puede sino seguir adelante:
“Oiga vale, ese es el Diablo
–la voz por la sala cruza…
catire quitapesares
contésteme esta pregunta:
¿Cuál es el gallo que siempre
lleva ventaja en la lucha
y aunque le den en el pico
tiene picada segura?”[14]
El Diablo quiere “llevarse” el alma de Florentino, el cual después de oír esas penetrantes palabras, se da cuenta de la gravedad del asunto. Florentino, guiado por el deber de cumplir con la “ley llanera” tiene que terminar el duelo, pero entiende lo que está en juego en su canto: su alma, su vida y más importante que todo, su honor.
El Diablo como personaje principal de la obra, en este caso, está enmarcado dentro de un sistema de creencias, en donde figuras espirituales como él, forman parte de la complejidad del concepto popular. Posteriormente, esta pequeña reseña del texto poético de Torrealba y del sentimiento popular venezolano, abre las puertas a muchas preguntas teológicas encuadradas en una teodicea popular, el cual explorare en la segunda parte del artículo.[15]
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[1] La teología de la liberación como movimiento universal no es nada nuevo. Para más información ver: https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_19840806_theology-liberation_sp.html
[2] El decir teología ortodoxa (en singular) claro está, es incorrecto. Toda teología es contextual, por el cual debemos de hablar de “teologías” en plural y no hay ninguna que puede tener el adjetivo “ortodoxa” sin salir de su contexto
[3] Alberto Arvelo Torrealba, Florentino y el Diablo. Colección de poesía. (Internet, Editorial Letralia, enero de 2015) (Edición Original: septiembre de 1997). https://letralia.com/ed_let/pdf/diablo.pdf. Acceso el día 26 de octubre de 2018
[4] Clive S. Lewis, A Grief Observed. (New York, NW. Harper Collins Publishers. 2000). Lewis en este pequeño trabajo, en el ocaso de la muerte de su esposa, cataloga el sufrimiento humano (y especulativamente el animal) como el altavoz de Dios. O, en otras palabras, lo que Dios usa para captar nuestra atención
[5] Luis N. Rivera Pagán. Mito, Exilio y Demonios. Literatura y Teología en América Latina. (Hato Rey, Puerto Rico, Publicaciones Puertorriqueñas. 2016), 5,7
[6] Joerg Rieger, No Religion but Social Religion. Liberating Wesleyan Theology. (Nashville Tennessee, General Board of higher Education and Ministry, The UMC. 2018). Rieger habla de la liberación de la teología, dando a entender que las doctrinas teológicas y los conceptos del norte atlántico son muy limitadas
[7] Alberto Arvelo Torrealba, Florentino y el Diablo. Colección de poesía. (Internet, Editorial Letralia, enero de 2015) (Edición Original: septiembre de 1997). https://letralia.com/ed_let/pdf/diablo.pdf. Acceso el día 26 de octubre de 2018
[8] Guillermo Morón. Historia de Venezuela. 2nd Edición. (Caracas, Venezuela. Editorial CEC, S.A. 2004, 2011), 237
[9] En Venezuela un llanero es una persona nacida y criada en la llanura venezolana
[10] Miguel A. De La Torre. Albert Hernández. The Quest for the Historical Satan. Minneapolis, MN. Fortress Press, 2011. 199. El Diablo es visto como un embaucador “trickster” dentro los conceptos latinoamericanos, dado a su cercanía a las religiones mesoamericanas. El Diablo puede cambiar forma, puede entrar en animales, y está presente en la oscuridad de la noche y la tormenta cuando azota. (mi propia traducción)
[11] Un coplador en la llanura venezolana es un cantante que utiliza el llamado “octosílabo en estrofas”, que usualmente riman, y son improvisadas, al ritmo de la música llanera
[12] Torrealba, Florentino y el Diablo, 10
[13] Torrealba, Florentino y el Diablo, 11
[14] Michael L Peterson, Editor, The Problem Of Evil. Selected Readings. (Notre Dame, IN: University of Notre Dame Press, 1992), 353. Las teodiceas de praxis siempre han buscado dar respuesta al mal desde una perspectiva del que sufre