FLORENTINO Y EL DIABLO: APLICACIÓN Y CONCLUSIÓN. PARTE III
Hemos visto hasta ahora cómo el mito popular, hasta cierto punto, ha sido excluido por ciertas tradiciones teológicas. Describí a detalle cómo el mito popular venezolano, a través del análisis teológico de una poesía de Alberto Torrealba, puede asistir al quehacer teológico en tres áreas importantes, y puede dar respuestas más evidentes a la realidad del sufrimiento humano. En esta última sección, voy a retornar a la aplicación práctica de estas contribuciones teológicas del mito popular y de la concepción mítica de la persona del Diablo como agente de lo divino.
Primero, quiero hacer una pausa en el concepto de la persona del Diablo. En la poesía de Torrealba, como ya vimos anteriormente, el Diablo es más que un concepto ilusorio. En la cultura popular venezolana, el Diablo tiene una connotación diferente a las teologías del atlántico norte, donde el bien y el mal están en un dualismo extremo. Dichas teologías del atlántico norte tienden a tener una concepción ilusoria del Diablo como el padre/autor de todo mal. Pero es necesario detenernos a preguntar, el porqué de dicha concepción. El Diablo, al ser padre de todo mal, absuelve a Dios de toda culpa y responsabilidad de la presencia del mal en el mundo. Pero esto es un extremo muy peligroso, porque también absuelve de responsabilidad a aquellos que están en poder y privilegio y que se benefician del status quo que causa el sufrimiento de muchas personas en el mundo. La teología del atlántico norte (queriéndolo o no), se ha convertido en la expresión teológica de las elites del mundo. Los teólogos latinos Miguel A. De la Torre y Albert Hernández ya han hecho alusión al peligro que existe en ver a la persona del Diablo de esta forma.[1] Pero cabe la pregunta: ¿Entonces qué podemos decir del aporte teológico de la visión del Diablo que está plasmada en la poesía de Torrealba? ¿No es acaso un concepto del Diablo que tiene una función de constante auto evaluación ética? Este aporte teológico de la literatura, en la figura del Diablo como un embaucador, pone a prueba nuestra ética pastoral. El propósito del reto directo del Diablo a Florentino pone también a prueba la idea misma de que, todas nuestras acciones tienen una consecuencia ética y espiritual, que deben ser consideradas. Toda respuesta al problema del mal (intencional o no, pastoral o no) tiene que ser dada con muchísimo cuidado al que sufre. Este es un aporte práctico del concepto popular del mal. Al Diablo y el mal hay que llevarlos con mucho cuidado y en completa comunión con lo divino. Si la respuesta al sufrimiento humano viene desde la perspectiva del valor positivo de dicho sufrimiento (clásicamente entendido como el desarrollo de la virtud) ella misma requiere que la persona que sufre alcance esa conclusión por sí misma. Esto debe ser natural y no forzado, debido a lo complicado que puede ser tener simpatía por alguien que está pasando por una situación difícil. Desde una perspectiva pastoral, hay que dejar sufrir al que sufre y caminar con él en su sufrimiento sin cuestionamiento ni confrontación. ¿Acaso no fue esto lo que causó a Job el estar molesto con sus amigos y familiares?[2] Una buena pregunta al quehacer teológico.
En un segundo plano, y quizá en una forma más profunda, es de suma importancia, entender que hay una responsabilidad pastoral que nos demanda participar y estar en apoyo con el que sufre. En las palabras de Henry Nouwen: “…el sufrimiento es un compañero no bienvenido y… cualquier persona que, queriendo, entrar en el dolor de un extraño es una persona notable.[3]” Palabras que han sido muy importantes en mi propio caminar teológico y en mi búsqueda de respuestas más apropiadas al sufrimiento humano. De la misma manera, hay una responsabilidad ética de señalar los sistemas de maldad, que ayudan al status quo a crear y mantener el sufrimiento en el mundo. La teología latinoamericana de la liberación, como reflexión teológica de todo pueblo sufriente, asumió que el razonamiento teológico es el segundo plano de acción/respuesta. El sufrir con el que sufre (partir de la praxis) y llamar a conciencia al que causa el sufrimiento, es el primer plano de acción/respuesta al mal. Al caminar con el que sufre, la teología demuestra que el mal es vencido, no con argumentos teológicos o filosóficos (este trabajo incluido) sino con amor, empatía y esperanza. Desde la perspectiva de la teología de la liberación, y la ética pastoral que ella levanta, para mi sigue siendo la mejor vía de respuesta al sufrimiento humano. La partida de la praxis (como primer acto teológico) nos lleva a cuestionar el status quo, y dar aliento al oprimido. En el campo pastoral, no hay mejor respuesta al sufrimiento humano que esta: sufrir con el que sufre, incluso con lo limitado que pueda ser, vivir con el que vive. De la misma forma, la biblia nos llamó a estar en solidaridad con el/la que sufre, con el/la oprimido/a. Esto va más allá de el raciocinio intelectual. Este tipo de respuestas al sufrimiento humano, como hemos visto que es entendida dentro de la cultura popular en América latina, es sustancial y válida. Es una respuesta de segundo plano, pero no de segunda categoría.
A manera de conclusión y para una investigación futura, es importante decir que más análisis teológico es requerido en cuando a la participación de Dios en el sufrimiento humano. Especialmente desde esta perspectiva pastoral práctica que estoy presentando. ¿Cómo Dios participa en el sufrimiento de una persona (si lo hace), o de una comunidad? Y más real aun, ¿Cómo Dios se involucra con nuestras propias experiencias del mal y el sufrimiento? Estas preguntas son importantes para las doctrinas de la cristología y del ser humano. ¿Está Dios participando del sufrimiento humano en la persona de Cristo? Algunos teólogos de la liberación han hecho señas a esto, pero siempre limitados por las teologías tradicionales. ¿Qué puede aportar la literatura y los conceptos populares a dichas doctrinas? Son interrogantes teológicas que pueden ser levantadas en dichas áreas de la teología, que merecen atención y dedicación honesta. Esto debe darse, si queremos de verdad dar respuestas éticas a la construcción de una nueva metodología del sufrimiento y doctrinas de la iglesia que estén a la par de la realidad del que sufre.
Estas interpelaciones teológicas también puedan servir como puntos de entrada al dialogo ecuménico e interreligioso. En una forma más generalizada y que también requiere atención. Es importante que la teología preste cuidado a otros entendimientos y tradiciones de conceptos populares que puedan asistir en dar más esperanza al que sufre. Si el problema del sufrimiento humano es un problema universal, la teología de la liberación debe prestar atención a otros sistemas de creencias, y a cómo estos tratan de forma pastoral al que sufre. Si tomamos el desafío que el Dr. Rivera Pagan nos da al principio de este pequeño trabajo teológico de una forma prudente, entonces debemos tener en cuenta el diálogo ecuménico e interreligioso como parte de ese reto. De este modo la teología de la liberación no caerá en el mismo descuido que ha tenido con la literatura y con conceptos populares. Esto a su vez también puede ser beneficioso, el ver los aportes que otras tradiciones dan a herramientas espirituales como la oración, la meditación y la empatía. Estas herramientas siguen siendo usadas para contrarrestar los efectos del mal en el mundo. A lo largo de la historia, las herramientas espirituales son de alto beneficio para la sanidad y restauración tanto del que sufre como el que causa sufrimiento. En mi propio caminar teológico, estas herramientas, junto con una comunidad de apoyo, me han ayudado a derribar las grandes murallas del sufrimiento. A la par, con Job, creo que la creencia en un Dios que está vivo, que me ama, que sufre conmigo, y que está en control, es la base de la mejor metodología de respuesta al sufrimiento humano. Junto con Job, podemos ser la esperanza de aquellos que sufren y la manifestación de Dios en la tierra. Esto es una praxis que libera al oprimido en muchos espacios diferentes.
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[1] De La Torre. Hernández. The Quest for the Historical Satan, 198 (mi propia traducción)
[2] Job 1:11-13. Los amigos de Job trataron de “simpatizar con el” por 7 días y 7 noches sin decir una palabra. Job 27:5. Job disgustado con sus amigos les dice que nunca admitirá que ellos están correctos
[3] Henri Nouwen, In Memoriam (Notre Dame: Ave Maria Press, 1980), 14. (mi propia traducción)