En medio del caminar, una Historia más

 In Caminando en Justicia, Historias, Movilidad Humana, Teología y Cultura

Yo recuerdo que abrí los ojos, y casi medio dormido, le pregunté al conductor de mi carro: Leo, ¿qué está pasando? El me vio medio preocupado y me respondió, vamos a pasar por la migra [1] en unos minutos. Su preocupación me impacto y su rostro ese día nunca lo voy a olvidar. En ese momento pensé: ¿por qué tomamos esta ruta?

Momentos más tarde llegamos a una alcabala en donde 3 oficiales, uno con Pastor Alemán, nos hacían señas de que abriéramos la ventana de la camioneta. Después de 10 minutos de preguntas, estaba yo sentado en una oficina esperando. Creo que pasaron como 2 horas, pero no estoy seguro. El oficial sentado frente a mí en una computadora me dijo unas palabras que nuca olvidare: “no podemos ver qué pasa con tus documentos en el sistema, mientras llega la información, estas detenido.” No pensé mucho al respecto, en fin, ¿qué tan malo puede ser?

Dos días estuve entre la oficina del oficial, una celda pequeña en donde entraba y salía, y otra oficina de un supervisor que me seguía haciendo preguntas relacionadas a mi documentación y mi estatus migratorio. Mi respuesta, claro está, siempre fue la misma: tengo una visa de estudiante expirada y estoy esperando su renovación tan pronto comience el año escolar en la universidad.

Hasta esas alturas pienso que el supervisor nunca me creyó. Pero, era la verdad. En esos momentos estaba mi visa estudiantil caducada y estaba en proceso de regresar a la universidad para completar mis estudios de postgrado, y en proceso de casarme. Tenía yo solo 23 años en aquel entonces. Mi futura esposa en aquel tiempo (ahora tenemos más de 16 años de casados) ni siquiera se imaginaba todo lo que estaba sucediendo.

Recuerdo llegar a una cárcel federal al tercer día. No sabía qué tipo de cárcel era. Me di cuenta de que muchos de los guardias de la cárcel eran Latinos. Claro, nunca hablaban español, ni decían que eran Latinos, al menos que fuera absolutamente necesario. La celda “común” en donde terminé, tenía 82 personas. 38 días pase en esa celda común en El Paso, Texas.

En esos días llegue a conocer a muchas personas de Centro América, de Europa, de Sur América, y de países asiáticos. Cada historia diferente, cada lucha con sus propias vueltas y complicaciones, pero cada historia con un hilo central que las conectaba: todos los hombres [2] que conocí, teníamos en común ser víctimas de un proceso migratorio penal arcaico y arraigado en el racismo, colonialismo y clasismo. Claro eso no lo entendía así en esos momentos, tuvieron que pasar muchos años para darme cuenta que sólo había personas de color y de los estratos más bajos de las diferentes sociedades de donde salimos en ese lugar.

Esta es la triste experiencia migratoria de muchos Latinos/as en los EEUU. Esta es la vivencia de la triste realidad de ser “menor” en un mundo donde el dinero manda, donde el color de la piel tiene peso, y en donde ciertas culturas son clasificadas como inferiores.

Casi 20 años han pasado de aquella experiencia traumática que marcó mi vida de una forma negativa. Sin embargo, ahora esa historia la veo y analizo desde una perspectiva diferente: la de ser padre. ¿Qué hubiera pasado, si mi hija y mi hijo estuvieran conmigo aquel día que cruzaba esa alcabala? ¿A dónde hubieran ido ellos? ¿Por cuánto tiempo? Solo pensar en estar separados de ellos me aterroriza. Pero esta es la realidad que más de 300,000 niños/as están viviendo hoy día en la frontera sur de los EEUU.[3] El 97% de estos niños/as que están pasando por este trauma son de 4 países: Honduras, Guatemala, El Salvador y México, y la mayoría de clase baja y alto riesgo.[4]

Hay una línea muy angosta entre el control de la frontera y el cuidado del que la cruza. En los últimos años esta línea ha sido reducida muchísimo más. Las leyes de protección de menores y las leyes federales de protección de la frontera están chocando en una encrucijada de dolor, reflejada en las caras de miles de niños/as.

José Antonio Elena Rodríguez, 16, asesinado en la calle Internacional, en Nogales, México. (2012) Es otra triste historia del encuentro de un niño y la violenta frontera sur de los EEUU.

Según la ley, menores que no tienen representación legal de un adulto no pueden ser detenidos en prisiones o centros de detención por más de 72 hrs.[5] Claro, que esta ley (conocida como Flores)[6] posee un asterisco que indica que si hay una afluencia de más de 130 niños/as detenidos esto puede ser considerado una disposición especial que anula la pauta máxima de 72 hrs requeridas por la ley.

Con casi 115,000 niños/as detenidos (y varios muertos) entre 2018 y el 2019, creo que esta cifra de “Flores” de 130 niños/as debe de ser reconsiderada. Más aún, ¿cómo podemos, dentro de la ley, justificar la detención ilimitada de miles y miles en las fronteras, sin ningún tipo de repercusión para las autoridades que la ejercen?[7]

Éticamente hablando, ¿Cómo podemos justificar los abusos a los derechos humanos de miles de niños/as dentro de un país que clama ser “cristiano”? y más aún, ¿dentro de un gobierno federal que se auto califica como amable, justo, he incluso hasta paternal, para esconder y justificar el daño que la detención crea en esos niños/as?[8]

¿Qué tipo de respuesta debemos de dar a estas injusticias? Esta es la pregunta que como padre ahora me lleva a reconfigurar cierta visión bíblica de exclusión, y una que es muy popular hoy día,[9] a una visión más apropiada llena de compasión, acción, amor y justicia. ¿Qué debo hacer yo como padre?, ¿cómo ciudadano inmigrante?, ¿cómo miembro de mi comunidad y de mi iglesia? ¿Cuál debe ser mi respuesta personal a estos abusos? Y ¿Cuál es la respuesta de la Iglesia?

Es interesante que el 76% de pastores protestantes encuestados en el 2019 creen que es una responsabilidad cristiana el ayudar a la comunidad migrante (indocumentada o no). Al mismo tiempo, 7 de cada 10 de esos pastores encuestados, ¡no están haciendo absolutamente nada al respecto en sus iglesias![10] Creer, hablar y actuar son cosas muy diferentes.

En este tiempo de navidad, dentro de un año azotado por una pandemia global, ¿puede haber una respuesta en la imagen del pesebre? ¿Si Jesús hubiera nacido hoy en la frontera sur de los EEUU, cuál sería el legado de esta imagen, y la respuesta de nuestra acción?

Sabemos que de forma similar a los miles de niños/as que están en la frontera sur, Jesús nació y vivió como infante migrante en una tierra desconocida por sus padres. Forzados por circunstancias opresoras a ir a una tierra hostil. (Mateo 2:13-14)![11] Migrante entre animales, durmiendo con la cabeza cerca del estiércol, el mal olor, la suciedad, y el rechazo. Viviendo entre gente desconocida por miedo a su muerte. Esta es la imagen del pesebre, una imagen real, humana, divina, dura, que nos confronta. El pesebre no es esa imagen romantizada, transformada en una maquina comercial que nos narra aquella noche “silenciosa”. ¿Silencio en medio de animales? La realidad del pesebre es otra, una realidad mixta entre lo humano y lo divino, Dios hecho hombre, viviendo entre nosotros. (Juan 1:14)

Finalmente, creo que la imagen del pesebre nos lleva a una respuesta colectiva hacia el abuso de los derechos humanos de miles de niños/as de una forma clara.[12] Nuestra respuesta debe ser expuesta tangiblemente solo después de entender el problema y reconocer nuestra participación (bien sea por ignorancia o negligencia) dentro del mimo. Nuestra respuesta debe estar arraigada en la acción, más no en las palabras. Esto es un buen primer paso.

Después de ser confrontados por la imagen migratoria del pesebre y por las historias migratorias de lucha hoy día, solo podemos responder sirviendo y amando a nuestras comunidades migrantes y a todos los niños/as que viven en ellas. Como migrante y como padre, no puedo esperar nada menos.

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[1] “La migra” es un nombre común a ICE. En sus siglas en ingles ICE o “Immigration and customs enforcement agency” es el departamento federal de los EEUU (creado en el 2003 después del ataque de septiembre 11, 2001 a las torres gemelas en Nueva York) que se encarga del control migratorio, y vigilancia de las fronteras de los EEUU.

[2] Hombres, porque era una cárcel de solo personas masculinas.

[3] https://www.themarshallproject.org/2020/10/30/500-000-kids-30-millon-ours-trump-s-vast-expansion-of-child-detention. Accesado diciembre 4 del 2020.  La lista completa de niños y niñas detenidos desde el 2017 hasta hoy día puede descargada aquí: https://observablehq.com/@themarshallproject/cbp-child-detentions-2017-to-2020.

[4] http://www.cfr.org/backgrounder/us-detention-child-migrants. Accesado diciembre 4 del 2020.

[5] Valencia, Y., Rodríguez-Silva, I. M. and Lucero, J. A. (2020) ‘The Fight for Human Rights Begins at Home: The challenges of carrying out human rights research on the detention of migrant children in Washington state highlight the colonial roots of state care’, NACLA Report on the Americas, 52(1), pp. 85–92

[6] https://www.aila.org/File/Related/14111359b.pdf. Accesado diciembre 4 del 2020.

[7] Jason De Leon, with photographs by Michael Wells, The Land of open graves: living and dying on the migrant trail. (Oakland, Ca. University of California Press, 2015).

[8] Brabeck, K. M., Lykes, M. B. and Hunter, C. (2014) ‘The psychosocial impact of detention and deportation on US Migrant children and families’, American Journal of Orthopsychiatry, 84(5), pp. 496–505. Ver también: Valencia, Rodriguez-Silva, Lucero, The Fight for Humans Rights Begins at home, 89.

[9] http://lifewayresearch.com/2019/02/20/most-pastors-want-an-end-to-illegal-inmigration-but-also-a-path-to-citizenship/. Accesado diciembre 4 del 2020.

[10] Ibid.

 [11] Mateo parece sugerir que los padres de Jesús emigran a Egipto por miedo a la muerte en manos del rey Herodes después de su nacimiento.

 [12] Thompson, M. (2019) ‘Children at the Border: Existing Tools for Effective Advocacy’, Law & Contemporary Problems, 82(2), pp. 217–242.

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Showing 3 comments
  • Maria

    Viví tu historia con un terror infinito. Pero lo más conmovedor es el hoy, que te une a una esperanza y fe de que existen personas que como tu, levantan su voz en el camino para decir: Hay que cambiar! Hay que levantar la mirada para pedir por esos niños y hombres que buscan una mejor condición para sobrevivir en un mundo cada día más estrecho!

  • Ana

    El tamaño del fenómeno hace fácil generalizar y el sistema legal hace fácil criminalizar al inmigrante, pero hay tantas historias de vida cómo inmigrantes hay. Gracias por compartir tu historia y por hacernos reflexionar sobre la necesidad de ver el valor de cada ser humano, sobretodo desde la perspectiva del pesebre, donde podemos hallar a nuestro propio Cristo cómo niño inmigrante y tratar de extrapolar la situación a los miles de niños y niñas que luchan por sus vidas en la frontera en medio del temor, la incertidumbre, el maltrato, la opresión, etc. En verdad tenemos un llamado social al que responder al que hemos sido ajenos!

    • Jonathan D Sánchez

      Gracias Ana!!! Amen, todos/as debemos estar comprometidos a la acción y no a solo las palabras! Adelante!

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