El concepto del Ser Humano: enfoque sinérgico entre filosofía y teología

 In Teología y Cultura

Introducción

Al introducirnos en un tema de tanta envergadura como es lo concerniente al ser humano, su concepto, la persona y existencia del Ser como tal, muchas ideas pueden salir a la luz en la búsqueda de un terreno que permita delinear un mejor entendimiento del tema. Pero al mismo tiempo es cierto, que así, como surgen ideas también pueden venir las confusiones y errores al momento de abordar un tópico de tanta importancia como lo es el concepto del Ser Humano.

I El hombre y la mujer: una reflexión constante

Esta idea del ser humano, de complejidad y cuidadoso manejo del tema en cuestión, es el que en su momento Jürgen Moltmann dejo ver tras escribir las siguientes palabras en referencia al hombre:

«La reflexión teológica está tratando hoy de establecer un punto de conexión con las cuestiones-clave de la experiencia, la problemática y la discusión actuales. «El hombre» [sic.] ofrece aquí, sin duda, el campo más amplio que cabe imaginar, de preguntas comúnmente compartidas y respuestas por entero diversas. Hombres [sic.] lo son todos quienes tienen rostro humano, y sin embargo el carácter humano o humanidad del hombre supone una pregunta irresuelta para cada uno de ellos y para todos en común».[1]

Como hemos de observar en las palabras de Moltmann, la reflexión constante en el caso de la teología ha sido la de profundizar en diversos temas, que sin lugar a duda, han de ser controversiales e importantes para la vida del ser humano. Entre los cuales, el ser humano surge y se levanta, como uno de los grandes tópicos de estudio por parte de la teología. Y no sólo la teología es la que se embarca en un profundo estudio del tema, sino que también la filosofía se suma en esta búsqueda a través de la categorización de preguntas como: ¿qué es el hombre y la mujer? ¿Cuál es al propósito del ser humano en su trascurrir por la vida? ¿Por qué es tan complejo el ser humano? Y así, podría la filosofía seguir elaborando un sinfín de preguntas que ameritan una profunda reflexión, y si se quiere, consternación al no poder muchas veces entender esa máquina tan compleja y tan bien diseñada llamada ser humano. Como acertadamente comenta  Gabriel Amengual:

«La importancia de este concepto radica en que decide y define lo más específico del hombre. [sic.] Algunos ponen el rasgo definitorio del hombre [sic.] en su carácter espiritual, y, por tanto, en la cuestión del alma-cuerpo; otros, en la libertad; otros, la mayoría, en el concepto de persona. En todo caso todos vienen a coincidir en que lo definitorio del hombre [sic.] tiene que ver con su carácter personal».[2]

El concepto del ser humano varía dependiendo del modo en que se aborda, por ejemplo, el caso del enfoque  alama- cuerpo. Pero que en última instancia, se supedita en su mayoría, al concepto del carácter personal del mismo.  En ente breve ensayo, se aborda abordando el concepto de persona desde un enfoque sinérgico entre la filosofía y la teología.

II La Sinergia entre filosofía y Teología

En primer lugar, la filosofía se despliega como ese puente que intenta de manera sincera desentrañar las profundidades de aquello tan sublime, y por cierto, muy complejo que se conoce como Ser humano o Persona. En esta complejidad, la filosofía intenta echar mano y establecer una conexión con la ciencia, a través de la psicología, la fisiología y demás. Todo con el fin último de poder comprender a perfección al ser humano desde que nace hasta que muere. Pero como dice Juan Luis Borda, esta empresa también se ha de quedar inconclusa: «Sin embargo, también hay que reconocer que todos estos estudios resultan limitados para dar cuenta de las dimensiones inmensas del espíritu humano». [3] De tal manera que hablar del ser humano no se limita a dimensiones que solo encallen en lo material, su funcionamiento, sus acciones motrices, su inteligibilidad, es decir, lo que psicológicamente constituye ser una Persona.

Cuando nos mostramos prestos a entrar en las aguas de lo que constituye ser persona, su concepto como tal, el área al cual se circunscribe este gran sisma llamado ser humano, debe abarcar más terreno y sondear aspectos que involucren aquello que para muchos es un misterio pero que no por ello ha de ser negado como una verdad, esto es, lo espiritual del Ser humano. Esto quiere decir, que el hombre y la mujer no son una mera máquina que actúa por reacciones o impulsos incontrolables sin ningún tipo de raciocinio moral que lo lleve como los animales a responder al estímulo sin medir las consecuencias de sus acciones. Esto deja ver que la acción de ser humano conlleva a una constante que va desde lo individual, ser uno mismo, con su propia individualidad y capacidad de reflexión no coaccionada (lo que habla de la libertad humana) hasta lo interrelacional, teniendo a Dios como lo más importante, desde que nace hasta el día en que muere. Y al ser humano, como ese reflejo de la imagen de Dios que ha de ser cuidada no solo en lo individual (ser uno mismo) sino dentro de la sociedad, porque Dios dijo: «Amaras a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 22:339). Las palabras de Amengual apoyan la tesis antes mencionada:

«La Persona es respuesta. Es respuesta en sentido ontológico, puesto que la existencia es respuesta a la llamada del ser de cada uno a ser cada uno, a ser un sí-mismo como han puesto de relieve Kierkegaard, Heidegger y Levinas; es respuesta en sentido social, puesto que la persona se va haciendo en respuesta a las llamadas e interpelaciones del otro y de los otros, tal como han puesto de manifestó las teorías de la intersubjetividad; finalmente, en respuesta también en sentirlo teológico: Dios es el que llama a la existencia y a una realización responsable (respondible ante él y ante otros) de la existencia. Afirmar que la persona es respuesta, además de poner de relieve que hay algo, alguien, previo a ella y, de alguna manera fúndate de ella, también implica un fuerte componente de acción, una dimensión de quehacer, puesto que, ser es respuesta. Significa que la persona se hace respondiendo».[4]

Amengual arroja luz para poder entender un poco mejor lo que significa ser persona. Y es en este sentido, que el autor comprime el significado de persona en unas breves palabras: «La persona es respuesta. Es respuesta, en un sentido ontológico». Es decir, según la condición existencial del ser humano (de que existe) como único en su categoría: no hay otro como él o ella que pueda percibir la realidad desde un enfoque racional y que como respuesta a dicha percepción, lo impele a tomar decisiones moralmente significantes para él y para el entorno que le rodea. Esto significa que ser Persona es ser responsable ante uno mismo, ante Dios quien es el Creador, y por último, antes los demás como consecuencia de ser seres sociales, no por voluntad propia, sino por el mismo diseño del Creador, quien, en primera instancia, creo lo que existe no por mera necesidad, sino porque su amor relacional bajo su soberana decisión fue lo que le llevo a crear al ser humano y todo lo que vemos. Esto, con el firme propósito de que pudiese generar una sinergia relacional: el ser humano con Dios (verticalmente) y el ser humano con el ser humano (horizontalmente).

Ser persona es ser respuesta ante las demandas que tal empresa conlleva, ante Dios como autoexistente, creador, y por ende con la prerrogativa de decidir e imponer sus normas ante el mundo entero. Ser persona, es ser consciente de que eres responsable y capaz de hacer o dejar de hacer en un momento dado. William Lane Craig al hablar del concepto de persona, sostiene lo siguiente:

«Más bien, eres consciente de que eres el ser que posee y unifica esas experiencias en cada momento del tiempo y que eres el mismo yo que perdura en el tiempo. En resumen, eres consciente de ser un sujeto mental que está en tu cuerpo, que posee y une tus experiencias, y que mantiene la igualdad a través del tiempo».[5]

Lo que hace únicos a los seres humanos, es como dice Craig, esa capacidad de tener experiencias y unificarlas, siendo la misma persona en todo momento durante el paso del tiempo. Y siendo responsables de nuestras propias acciones.

III Hacia un enfoque integral del ser humano

La filosofía antropológica propone un enfoque integral del ser humano, no busca separar sus partes sino que busca entenderlo como un todo funcional que piensa, siente, se relaciona, y es responsable ante Dios y la sociedad en general. Dicho todo esto, surge una pregunta: ¿cómo podemos integrar esta idea con la teología bíblica? En breves palabras, la teología se inserta como la prerrogativa de Dios, en cuanto a cómo ha de entenderse al ser humano en relación a todas sus complejidades. Pero para ello, es necesario fundamentar el acercamiento teológico cómo una de las mejores explicaciones evidentes que ayudan a entender al ser humano y todo que lo que se observa debajo del sol. En este sentido, el filósofo cristiano David Clark, atina cuando comenta que:

«Los teólogos y los filósofos que comparan las macroperspectivas entre sí realizan una tarea legitima. Se trata de la actividad critica de evaluar los méritos racionales relativos de las perspectivas religiosas a gran escala. En realidad el juicio se refiere a la hipótesis que muestra la mayor coherencia, alcance, adecuación explicativa, belleza y visibilidad, es decir, la teoría que mejor explica la mayor variedad de pruebas. Del mismo modo, la cosmovisión cristiana se justifica en la medida en que presenta estas cualidades».[6]

Esto quiere decir que el presupuesto teológico debe ser revisado para que, posteriormente, pueda ser reivindicado como fuente absoluta y fidedigna de vida para toda persona. Creemos que el cristianismo explica con mayor precisión  la realidad del ser humano desde que el mundo es mundo. El ser humano al ser creado por Dios contiene todos los elementos que le definen y le proporcionan el ser persona, tal como el texto bíblico lo menciona: «Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre [sic.] a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra» (Gen. 1:26).

Solo Dios le da la capacidad al ser humano de ser realmente persona. Esto es así, por el simple hecho de haberle creado, y posterior a ello, otorgarles normas como las de señorear (responsabilidad) todo lo que Él creo. El hombre lleva impresa la imagen de Dios, por tanto, tiene propósito y un sentido pleno de ser durante todo el peregrinaje que Él le otorgue. Es por ello, que nadie tiene la prerrogativa de dañar o desdeñar, de manera individual y social, dicha imagen de Dios en el ser humano. Y como punto final, al mismo tiempo, el deber de todo hombre y mujer por la degradación a la cual ha llegado producto del pecado, trayendo como consecuencia la alineación con Dios, es el de abrazar no por imposición, sino por fe coherente, al Señor Jesucristo. Como acertadamente comenta William Lane Craig, en su libro Fe Razonable, al citar a Blaise Pascal:

«El conocimiento de Dios sin el conocimiento de la miseria del hombre [sic.] engendra orgullo, y el conocimiento de la miseria del hombre [sic.] sin el conocimiento de Dios engendra desesperación, pero el conocimiento de Jesucristo le proporciona al hombre [sic.] el conocimiento de ambos simultáneamente».[7] (Carig, Lane, 2018, pág. 68).

Conclusión:

Hemos visto  que entre filosofía y teología no tiene por qué haber un conflicto, al contrario, una sana y congruente sinergia es lo que tiene que darse entre ambas ramas del saber. Ambas confluyen en el mismo punto, el ser humano sin Dios es un ser sin propósito, desnudo y desdichado en un mundo que no solventa el problema, sino que por el contrario, lo acrecienta.  Por tal razón, la necesidad imperiosa de creer y seguir a Cristo sin calificativos específicos (calvinista o Arminiano) salvo, por medio de una fe sincera nacida de un corazón arrepentido y entregado completamente al Salvador y su palabra.

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[1] Moltmann, J. El hombre antropología cristiana en los conflictos presentes, España, Sigueme, 1976, p.11

[2] Amengual, G.  Antropologia filosófica. El Concepto de Persona, España, BAC., 2007, p.205

[3] Borda, J. ¿Qué es el hombre? Aproximación teológica a la antropología, España, Scripta Theologica, 1998, p.8

[4] Amengual, op.cit., p.207

[5] Lane Craig, W. Fundamentos filosóficos para una cosmovisión cristiana, EU., Kerigma, 2018, p.378

[6] Clark, D. Método teológico para conocer y amar a Dios, EU., Kerigma, 2021, p.312

[7] Lane Craig, W. Fe razonable. Apologética y veracidad cristiana. EU., 2018, Kerigma, p.68

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Daniel Tovar es de la ciudad de Caracas, Venezuela, actualmente cursa su licenciatura en teología en el Seminario Teológico Kerigma, institución donde ha realizado también un diplomado en escatología, un diplomado en apologética y cursa actualmente un diplomado en teología sistemática. Ha colaborado en el ministerio Reasons for Hope, que dirige el Dr. Juan Valdes.

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