Walter Benjamín: Un acercamiento Teológico a la “sexta tesis” sobre la Historia. Parte III

 In Caminando en Justicia, Liberación e Historia, Teología y Cultura

Introducción

El desarrollo de esta parte final, de la serie de tres artículos sobre Walter Benjamín, gira entorno a la enunciación de que El concepto de Historia, visto desde el horizonte abierto que provee la Teología, reconoce la realidad de una antítesis siempre presente en la búsqueda de esperanza y, sin embargo, cree que en ello reside su fuerza renovadora, puesto que la búsqueda, limitada y casi eclipsada, se “fortalece en su debilidad”. Retomemos la “sexta tesis”:

«Articular el pasado históricamente no significa reconocerlo «tal y como propiamente ha sido». Significa apoderarse de un recuerdo que relampaguea en el instante de un peligro. Al materialismo histórico le toca retener una imagen del pasado como la que imprevistamente se presenta al sujeto histórico en el instante mismo del peligro. Y éste amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a sus propios receptores. Para una y otros él es uno y el mismo: a saber, convertirse en instrumento de la clase dominante. Así, en cada época es preciso intentar arrancar de manos de nuevo la tradición al conformismo que siempre se halla a punto de avasallarla. El Mesías no viene solamente como el Redentor; viene como vencedor del Anticristo. El don de encender la chispa de la esperanza sólo es inherente al historiógrafo que esté convencido de que ni los muertos estarán seguros ante el enemigo si es que éste vence. Y éste enemigo no ha cesado de vencer.[1]

 

I La teología como formación de carácter universal

Es cierto que la teología de Benjamín es judía y, desde ella ha de entenderse su concepción mesiánico-escatológica. Sin embargo, los movimientos de ida y vuelta en torno a la más amplia cultura circundante, y más exactamente, en torno a la formación por medio de la culturaBildung―, desde el siglo XVI hasta principios del XX, tienen mucho que ver con la configuración teológica de la modernidad. Semejante configuración implica su universalidad. A la teología, en cuanto discurso de Dios, o como lo decía Wittgenstein en 1930: “discurso en honor de Dios”,[2] no le está permitido presentarse como repliegue a sí, sustrayéndose en la mera contingencialidad del hacer sistemático. Sino que, en la abstracción del hacer sistemático, en cuanto racionalización del Logos como abstracto universal concreto, realidad última que todo lo determina, trascendentalidad absoluta de lo real, o desvelamiento de lo Uno incondicional, invierte la esencia de la develación de su sí ante la realidad concreta universal. La teología, contrariamente, es desenvolvimiento universal del Logos en su facticidad histórico-concreta. De ahí que en el prólogo  del cuarto evangelio –1:1-18– el Logos queda circunscrito al espacio concreto de la humanización. ¡Humanización histórica plena!

Probablemente sea Hegel el antecedente en quien más pueda constatarse nuestra aseveración. Pues Hegel reflexiona rigurosamente en cuanto en tanto al sujeto autoconsciente que supera las ambigüedades de aquello que aparentemente pretende liberarlo –Schein–. Algo que se nota ya inicialmente en su Fenomenología del espíritu.[3]

También Troeltsch lo ha analizado magistralmente en su breve obra: El protestantismo y el mundo moderno[4] –obra de referencia obligada en esta cuestión–. Benjamín, en cuanto hombre de Bildung, entendió la significativa carga teológica del ambiente en que vivía y, por la Tesis XI,[5] se entiende que parte de la comprensión la obtuvo con la lectura de La ética protestante y el espíritu del capitalismo de Weber.[6] Además, el desenmascaramiento de la apariencia ilusoriaSchein– es un objetivo constatable tanto en Nietzsche  como en Kant –que lo hayan o no logrado sigue siendo debatible–, de quienes Benjamín se sirve en su crítica.

II Reiteración benjaminiana del ejercicio teológico

Walter Benjamín se concibe así mismo como teólogo. Ya en la primera tesis de Über den Begriff der Geschichte introduce la relevancia de la teología para la comprensión del mundo, y la sigue hasta el final del documento.[7] Con la categoría de “Teología” queremos indicar tres concepciones distintas que en Benjamín están estrechamente enlazadas: 1). Encontramos una Teología Mesiánica, propiamente judía. Mucha de la bibliografía sobre Benjamín contiene un extenso tratamiento al respecto. 2). Hallamos también una Teología Política, que en el período de entreguerras y en el de posguerra, adquirió una notoriedad impresionante; y, 3). Puede observarse una Teología de la Historia, que es un poco más difícil de rastrear porque se corre el riesgo de no distinguirla de las dos anteriores. Hay que decir, además, que una buena parte de la bibliografía sobre Benjamín ―al menos en español― tiende a subsumir las dos últimas por una Filosofía de la Historia. No obstante, cada una tiene sus propios reclamos en la obra benjaminiana. La distinción entre ellas es compleja porque en las Tesis aparecen estrechamente entrelazadas. Pero no solamente en las tesis, sino en el corpus benjaminiano en su totalidad. Aunque, debemos decirlo,  las Tesis pertenecen a su momento más teológico. ¡He ahí una justificación razonable para nuestro abordaje!

III Antítesis teológica benjaminiana: Anticristo vs Mesías

En la teología, el concepto de Anticristo siempre ha estado envuelto en un intrigante misterio, ¿Quién o qué es?, ¿es una persona que saltará al escenario de la historia universal, o se trata de un sistema que se impone ante toda acción de justicia pervirtiendo el derecho y aplastando la esperanza? Ambas representaciones tienen su validez, además, tienen también su derecho a una consideración seria, pues la misma categoría oscila entre una simplicidad que fácilmente puede llevar a decir: ¡he ahí la personificación del anticristo! Sin embargo, la exclamación puede ser equívoca cuando la categoría se piensa en razón de sistemas e ideologías que implican una macroestructura, política, económica y religiosa. Entonces, lo que se podría exclamar sería: ¡he ahí el sistema del anticristo!

En la Tesis de Benjamín, ambas representaciones son válidas: Hitler personificaba bastante bien la figura del Anticristo, primero como el seductor, «un hombre despreciable…que tomará el reino con halagos» de las naciones y, del mismo pueblo judío, tal como se describe la categoría en Daniel 11 y, tal como el devenir histórico atestigua de sobra. La noción popularizada del Anticristo se ha remitido casi exclusivamente a su facticidad individual, desplazando su instrumentalidad socio-política. Se desplaza con ello la búsqueda del modus operandi anticristiano, enmarañado en cada estructura de poder. El Nuevo Testamento no autoriza dicha concepción, pues lo presenta como agente incansable en todos los momentos de la historia: «Porque ya está obrando el misterio de iniquidad; solamente espera hasta que sea quitado de en medio el que ahora impide» (2 Tesalonicenses 2:7 RV 1909). ¿Ese astuto ocultamiento del Anticristo no es acaso su mayor éxito al momento?, pues su denuncia directa, confrontación y resistencia queda relegada a un futuro indeterminado.

Precisamente aquí sale a colación la antítesis teológica: el obrar del Anticristo es sistemático, lento, silencioso pero firme y profundo; en cambio, el obrar del Mesías es futuro, pero futuro atrapado en su “carácter inminente deísta”, en cuanto que la inminencia de su venida traiciona su obrar en el aquí y ahora, en el Jetztzeit que nos desgarra, aprisiona, mata y sepulta la esperanza de toda transformación. Es inversión categoría en cuanto que la inminencia es su maldición. Nada puede hacerse en el Jetztzeit real porque viola la esperanza del más allá. La historia queda arrojada al señorío perverso del Anticristo que triunfa sin obstáculos: «ni los muertos estarán seguros ante el enemigo si es que éste vence. Y éste enemigo no ha cesado de vencer». Sobre el carácter de inminencia en las Escrituras, W.T. Purkiser escribe lo siguiente:

«Sin embargo, la doctrina de la inminencia no está tan apoyada claramente en el Nuevo Testamento como generalmente se cree. Esta es cuestión de todo el Discurso en Olivet. Jesus advierte en contra de esperanzas prematuras…mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin” (Mt. 24:6) […] La Iglesia con frecuencia ha aplicado equivocadamente las señales a su mundo contemporáneo, pero esto de ninguna forma debilita la intención obvia de Cristo, de que la Iglesia debe reconocer el verdadero fin de los tiempos.»[8]

 

Conclusión

Para Benjamín, es el Mesías quien se exalta como Señor soberano de la historia, venciendo finalmente al Anticristo. En su brevísimo Fragmento político-Teológico nos dice: «Es el Mesías mismo quien sin duda completa todo acontecer histórico, y esto en el sentido de que es él quien redime, quien completa y crea la relación del acontecer histórico con lo mesiánico mismo».[9] «La “razón en la historia” tiene una luz mesiánica».[10] De igual manera, se puede decir que Anticristo es también todo aquel que niega la irrupción del Verbo encarnado en el aquí y ahora, pues el Mesías no solamente ya vino y vendrá, sino que continuamente está viniendo. Quien en el presente rehúye resistir la marcha del Anticristo como seductor de la humanidad se constituye su aliado y, en consecuencia, es también Anticristo. En esta lógica, la Iglesia o el cristiano que enmudece ante el avance de la injusticia, es así mismo un Anticristo. La apariencia ilusoria de piedad es un Anticristo, su distintiva marca es el aborrecimiento del prójimo, así, los Anticristos abundan infiltrados en las comunidades de fe, o dirigiendo las comunidades de fe. La Primera Carta de San Juan ya lo había anticipado: «ahora han surgido muchos anticristos» (2:18 RV95). En 3:10 continua diciendo: «En esto se manifiestan los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia y que no ama a su hermano no es de Dios». ¡Es del Anticristo! ¡Es un Anticristo!   

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[1] Benjamín, Walter. Obras. Libro 1.Vol. 1, Madrid, Abada, 2006, pp. 307-308

[2] Gibellini, Rosino. La teología del siglo XX, Santander, Sal Terrae, 1998, p.13

[3] Hegel, G.W.F. Fenomenología del espíritu, México, FCE., 2017

[4] Troeltsch, Ernst. El protestantismo y el mundo moderno, México, FCE., 2005

[5] Benjamín, op. cit., p.

[6] Weber, Max. La ética protestante y el espíritu del capitalismo, México, FCE., 2003

[7] Benjamín. Obras, 1 Vol. II, p.305

[8] Purkiser, W T. et. al., Dios, hombre y salvación. Una teología bíblica, Kansas, CNP., 1991, pp.661-662

[9] Benjamín, Obras, 2 Vol. 1, p.206

[10] Moltmann, Jürgen. Teología de la esperanza, Salamanca, Sígueme, 1981, p.349

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