Jesús en pañales

 In Pastoral

Jesús nació bebé, por lo que, en lugar de regañarte, balbucea. En lugar de verte con reproche, fija su mirada en la tuya pidiendo de tus brazos. En lugar de estar “molesto” por tu “pecado”, llora de hambre. En lugar de decirnos “se los dije”, ofrece sus primeras sonrisas a la humanidad.

Re imaginar a Jesús en pañales, cambia el panorama de nuestras teologías de un Dios barbudo, gruñón, patriarcal, de corte militar (que vigila, esperando que seas, hagas, y digas algo incorrecto, indebido, e indecente para después castigar). Por suerte, la Navidad se trata de recordar su nacimiento y todo lo que ello representa: paz, alegría, esperanza, y ternura a partir de una sonrisa, Su sonrisa.

La natividad de aquel bebé precisamente reside en repensar a Dios como un niño, que antes de ayudarnos, necesita ser ayudado; pues aquel Jesús antes de cambiar el agua en vino, debió mamar leche del pecho de su madre, antes de alimentar a los 5,000, debió ser alimentado, antes de caminar sobre las aguas, debió gatear, antes de sanar a enfermos, debió ser curado con el ungüento de la abuela, antes de limpiar el pecado de los hombres, le tuvieron que limpiar su pañal, y antes de morir en la cruz, debió nacer en un pesebre. Entiendo lo incomodo que todo esto puede ser, dado a nuestras posturas docetistas; de un Jesús hiperdivinizado.

Empero, Jesús en pañales lo cambia todo. Una teología del pesebre abre la posibilidad de reflexionar que, quizá, no es la cruz la que nos salva, sino el pesebre, que no fue su muerte la que nos rescató, sino su vida, y que no fue su sangre la que nos limpió de toda maldad, sino sus risas. Así, sus “últimas palabras” son tan teológicamente importantes como sus primeros balbuceos. Incluso, no estaría nada mal caer en cuenta que el seguimiento de Jesús no radica en tomar la cruz (como sentido de sufrimiento), como lo es tomar aquel bebé en brazos (como sinónimo vida).

He ahí la dicha; que si fijemos los ojos en el niño de Belén, ese Jesús en pañales al que la religión aún no le ha logrado domesticar, lejos de encontrar sentimientos de terror, culpa, miedo y vergüenza, frente a su mirada se dibuja la esperanza de que hoy, mañana y siempre nace la confianza de Dios hacia su humanidad. O sea, que Dios sigue poniendo su fe en nosotros.

Por eso, hoy que recordamos que Jesús ha nacido, que el verbo se hizo niño, carguémosle (no en penitencia, sino en esperanza) que Jesús en pañales, pide de nuestros brazos.

¡Feliz Navidad!

Mi nombre es Efraín Belmontes, y soy de la frontera, Cd. Juárez Chih., México. Soy egresado de Garrett Evangelical-Theological Seminary con un MDiv. (Maestría en Divinidades). Actualmente, junto mi familia dirigimos el ministerio, Estandarte en el que trabajamos con niños, adolescentes y jóvenes. A la mano emprendemos junto a amigos una Comunidad de Fe, Dar.

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