Teología de la Historia y fundamentación científica. Parte II
Introducción: La relevancia de Pannenberg en la fundamentación científica
Si hay un tema que Wolfhart Pannenberg privilegia en su extensa y difícil obra es el del estatuto histórico-científico de la fe cristiana en Dios.[1] Es el hilo conductor de su trabajo teológico. Va desde su obra programática de 1961: La revelación como historia, hasta el último volumen de su obra madura: Teología Sistemática, que constituye el proyecto cumbre que inició en 1988: Mostrar la fundamentación del estatuto histórico-científico de la fe cristiana en Dios. Para esto usa la categoría de pretensión de verdad, lo cual se puede observar ya en Teoría de la ciencia y teología (1973), extendiéndose renovadamente hasta su acuciante visión panorámica del pensamiento filosófico occidental: Una historia de la filosofía desde la idea de Dios (1996). La cuestión del estatuto científico de la teología por el que Pannenberg aboga se halla inmediatamente en Cuestiones fundamentales de teología sistemática (1967):
«Una teología que permanezca consciente del compromiso intelectual que entraña el uso de la palabra «Dios», se preocupará en la medida de lo posible de que toda verdad, sin dejar por tanto para último lugar los conocimientos de las ciencias extrateológicas, quede referida al Dios de la Biblia y sea desde él comprendida de una forma nueva».[2]
I La formulación veritativa del estatuto histórico-científico
«¿puede el hombre [sic.] de hoy honesta y sinceramente creer con esta fe?», es la primera pregunta que Pannenberg formula en La fe de los Apóstoles (1972)[3] en torno a la problemática de la increencia de la modernidad. La pregunta es compleja en cuanto reclama la apertura del horizonte de esperanza como «confianza incondicionada»;[4] categoría con la cual se pretende asumir la dimensión total de la fe. Sin embargo, optar por relegar la verificación de la fe cristiana al futuro indeterminado, no es ninguna solución mínimamente aceptable para «el hombre de hoy»; pues la fe tendría como epicentro la incertidumbre y la duda, además de la irracionalidad, lo que sería muy similar a un “salto de fe” en el vacío existencial, replegando toda idea de Dios a la mera interioridad de la subjetividad sentiente. En este sentido, Pannenberg reconoce prudentemente que «la confianza y la fe van siempre acompañadas de la duda y su amenaza. Fe y duda no se excluyen, sino que la duda es la sombra que sigue por todas partes a la fe y a la confianza.»[5] La duda es potencialmente benéfica a la fe cuando su reto veritativo es aceptado, es entonces que se descubre que –en el decir de Pannenberg– «El Dios eterno, que ha revelado su amor a los hombres [sic.] por medio de Jesucristo, les ha ofrecido el fundamento imperturbable sobre el que el hombre puede construir incondicionalmente.»[6]
La afirmación apunta al criterio histórico-científico de la fe. Sería imposible y contradictorio apelar a cualquier noción de fundamento sin su fáctica constatación desde la razón que interroga. Aquí se da una superación de las teologías de corte existencial que se caracterizaban por lo no central del carácter histórico de la fe. Pannenberg valora correctamente la centralidad de la experiencia, el sentimiento y lo vivencial, pero, al mismo tiempo, llama a trascenderlas en orden a lo históricamente determinante para la modernidad. Esto es palpable, sobre todo, en su valoración positiva de la teología de Schleiermacher y, también en la profunda comprensión de Karl Barth. Su llamado estriba básicamente en tomar con suma seriedad la cuestión de la totalidad. Por ello refiere que «La decisión sobre la realidad de Dios se toma en el contexto más amplio de la experiencia de toda la realidad.»[7]
II El reto de la concentración antropológica en la teología
En la teología crítica de Pannenberg la comprensión de Dios y su verdad –la razón teologal– queda desligada de su concentración en el puro carácter antropológico. Característica muy propia de los siglos XIX y XX. La crítica teológica de Pannenberg a la problemática suscitada en estos siglos rebate la concepción antropologizada de Dios iniciada por Feuerbach; a quien pone como «La figura clave del ateísmo moderno»,[8] y, nos dice, además, que «Todas las corrientes ateístas posteriores de importancia dependen de Feuerbach.»[9] La tesis de Feuerbach de 1841 contiene dos enunciados centrales: «La teología se ha convertido, desde hace ya mucho tiempo, en antropología.»[10] y: «La antropología es el misterio de la teología.»[11]
Ante este intento reduccionista de la teología, Pannenberg propone que «Hay que trascender los límites de la argumentación meramente antropológica»[12] La trascendencia viene cuando la visión de totalidad se asume en su plenitud conceptual. La categoría filosófica que Pannenberg utiliza es la de «totalidad de sentido».[13] A esta «totalidad de sentido» es que Pannenberg remite la cuestión histórico-científica de Dios:
A la unidad de Dios le corresponde sólo la totalidad de la realidad, y ésta considerada como proceso todavía inacabado; una totalidad de sentido, en la cual quepan y ocupen su lugar todas las experiencias, también las experiencias negativas de la necesidad, del sufrimiento, de la culpa y del absurdo, puesto que esta totalidad de sentido trasciende lo que ya es, pero a su vez incluye también en sí lo que es y ha sido. Para el cristianismo ha sido siempre decisivo que el Dios que nos ha liberado y redimido por Jesucristo no sea ningún otro que el creador del mundo. Por muy intensas que fueran todas nuestras experiencias de salvación, y liberación, en última instancia, no servirían para nada si en ellas no estuviese presente y activo el mismo creador del mundo.[14]
Hemos de ser cuidadosos en el tratamiento que Pannenberg hace de la antropología. No la descuenta de golpe sino que le da un somero y extenso espacio altamente técnico en su voluminosa Antropología. Ahí se dice que: «la antropología se ha convertido en la modernidad, de hecho –más también con necesidad objetiva–, en el terreno sobre el que la teología tiene que fundamentar la pretensión de que sus enunciados poseen validez universal.»[15] Sintéticamente esta concepción ya se nota en La fe de los apóstoles, al indagar sobre la pretensión de verdad del fundamento antropológico:
«La naturaleza no tiene su unidad histórica en sí misma, sino que sólo puede conocerse retrospectivamente desde el hombre. Pero su fundamentación tampoco se encuentra en el hombre. Con esto se plantea la cuestión de si no es el Dios de la Biblia, el Dios de la historia, el que fundamenta también la unidad histórica del acontecer de la naturaleza.»[16]
La «totalidad de sentido» queda remitida a un hombre concreto en la historia: a Jesús, el Cristo de Dios. Consecuentemente: «Al confesar que Jesús es el Cristo, decimos que nuestra vida adquiere su sentido a partir de él, que sólo a partir de él se convierte en una totalidad, se hace salva.»[17] La formulación veritativa del estatuto histórico-científico de la fe cristiana en Dios tiene aquí un importante avance: hay propiamente una «justificación objetiva» en torno a la historicidad de este hombre concreto. De ahí que en Fundamentos de cristología, se propone
«comprobar ante todo el derecho objetivo del fenómeno histórico-tradicional por el que el hombre Jesús, calificado como hijo de Dios, fue reconocido en unidad con Dios mismo. Este fenómeno histórico-tradicional implica en sí mismo el tema central de la cristología, o sea la tarea que consiste en hacer ver como este hombre es Dios.»[18]
III La Historia como horizonte total de la teología
Fraijó dice que para Pannenberg «La historia, entendida como realidad total, es el horizonte abarcador de todo su esfuerzo teológico».[19] La asertividad de tal valoración es constatable en una de las formulaciones más conocidas de Pannenberg:
«La historia es el más complexivo horizonte de la teología cristiana. Todas las cuestiones y respuestas teológicas sólo tienen su sentido dentro del marco de la historia que sostiene Dios con la humanidad y, a través de ella, con su creación entera; historia encaminada a un futuro, oculto aun para el mundo, pero manifestado ya en Jesucristo.»[20]
Posiblemente esta formulación pueda representar sintéticamente la tesis central del pensamiento del teólogo luterano con respecto al carácter histórico de la fe cristiana en Dios. El estatuto histórico-científico de la teología se discute pormenorizadamente en el capítulo IV de la Sistemática, bajo el título de La revelación como historia y como palabra de Dios, claramente evocando su obra programática de 1961. Ahí Pannenberg dice:
«Si quiere seguir remitiéndose a una acción histórica de Dios en el nivel de la facticidad, la teología no puede prescindir del concepto de historia. De ello depende el contenido de realidad de lo que se diga sobre una revelación de Dios en Jesucristo y, por tanto, también la lucidez y la seriedad de la fe en el Dios de la Biblia.»[21]
Conclusión
Hasta aquí, podemos presentar seis cuestiones básicas de la formulación veritativa del estatuto histórico-científico de la fe cristiana en Dios en los textos analizados de Pannenberg: 1). Ofrece un amplio marco de verificación centrado en la totalidad de la realidad; 2). Provee una concepción clara de la unidad de Dios como fundamento de totalidad de la realidad; 3). Concede una facticidad histórica del obrar divino mediante la persona concreta de Jesucristo y su historicidad; 4). Ubica la cuestión antropológica y su complejidad en el lugar que le corresponde; 5). Mantiene la cuestión del futuro como horizonte siempre abierto del obrar divino y de la esperanza en el presente y, finalmente; 6). Garantiza la construcción categorial de la más amplia teleología como mejor opción al responder ante todo el que demanda razón de la esperanza cristiana.
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[1] Este artículo es parte de mi ensayo inédito: Wolfhart Pannenberg y el estatuto histórico-científico de la teología. Una indagación a partir de su obra de 1972: Das Glaubensbekenntnis, presentado en la Maestría en Teología –Comunidad Teológica de México–, con el Dr. David Brondos, –Teologías del Siglo XX, el 18 octubre del 2021–, quien conoció personalmente a Pannenberg.
[2] Wolfhart Pannenberg. Cuestiones fundamentales de teología sistemática, Salamanca, Sígueme, 1976, p.15 [3] ___La fe de los Apóstoles, Salamanca, Sígueme, 1975, p.15 [4] Ibid., 16 [5] Ibid., p.18-19 [6] Ibid., p.18 [7] Ibid., p.38 [8] Ibid, p.30 [9] Ibid., 31 [10] Ludwig Feuerbach, La esencia del cristianismo, Madrid, Trotta, 2009, p.32 [11] Idem [12] La fe…, op. cit., p.38 [13] Ibíd., p.49 [14] Ibid., pp.49-50 [15] Pannenberg, Antropología en perspectiva teológica, Salamanca, Sígueme, 1993, p.22 [16] La fe..., p.57 [17] Ibid., p.74 [18] Pannenberg, Fundamentos de cristología, Salamanca, Sígueme, 1964, p.41 [19] Manuel Fraijó, El sentido de la historia. Introducción al pensamiento de Wolfhart Pannenberg, Madrid, Cristiandad, 1986, p.12 [20] Pannenberg, Cuestiones fundamentales…, op. cit., p.211 [21] ___, Teología Sistemática I, Madrid, UPCO., 1992, pp.251-252