Ser Metodista: viviendo en la gracia y llamados a ser cuidadores de la vida
Hace dos semanas recordamos la identidad metodista y celebramos el día del metodismo a nivel mundial (24 de mayo de 1738), por tal motivo, quería traer a la memoria algunas ideas sobre este ser metodista. Nos unimos a los más de 90 millones de metodistas (un pedacito del cuerpo de Cristo) en todo el mundo que lo celebraron.
Quiero comenzar justamente con el texto del apóstol Pablo en 1 Corintios 15:10, que dice: “por la gracia de Dios soy lo que soy …”. Lo elegí como texto bíblico porque justamente, la experiencia de la gracia de Dios (dicen los que saben sobre nuestra identidad metodista) es el centro de nuestra tradición y de nuestra identidad. Esta gracia de Dios manifestada en Jesús operando en nosotros es la clave de nuestra tradición. Esto lo podemos ver en una frase de Juan Wesley cuando se refiere a quiénes son metodistas. Él dice en su escrito “El carácter de un metodista”:
“Metodista es quien tiene el amor de Dios derramado en su corazón por el Espíritu Santo que le fue dado, quien ama al Señor su Dios con todo su corazón y con toda su alma y con toda su mente y con todas sus fuerzas… Y mientras siempre ejercita su amor a Dios de esta manera… , este mandamiento está grabado en su corazón: “El que ama a Dios ame también a su hermano”. Y por a su prójimo como a sí mismo como a su propia alma. Su corazón está lleno de amor hacia la humanidad, hacia cada criatura del Padre de los espíritus de toda carne.”
Es importante rescatar esto porque como decíamos al comienzo: la experiencia de la gracia de Dios transformando nuestras vidas y relaciones es el centro de nuestra tradición. Esa vivencia que nos lleva amar a Dios, que nos lleva a amarnos a nosotros mismos y amar al prójimo. Es la eficacia de la gracia de Dios transformando la vida de cada uno de nosotros y haciéndonos crecer en la transformación que Dios quiere, que según el apóstol Pablo es la santificación. Wesley advirtió que esa experiencia nos lleva al crecimiento constante, lo que él solía llamar la gran salvación, la nueva creación, que operan en cada persona que se abra a ese amor de Dios, pero también en la comunidad y también en todo el mundo. Obrando a través de su Espíritu Santo, forjando anticipadamente la nueva tierra y los nuevos cielos de los que habla la Escritura.
Por ello me parece importante rescatar hoy estas memorias que son fundamentales a nuestro ser metodista. Una experiencia de la gracia que como dice un autor metodista contemporáneo (Joerg Rieger en su libro “Gracia bajo presión”, Ed La Aurora, BsAs,2015) opera especialmente (y esto se ve en el movimiento metodista y en muchos otros) bajo presión, es decir, en los momentos más difíciles de la historia – como en esta pandemia- o en los momentos más difíciles de nuestra vida. Esa gracia de Dios a través de su Espíritu que recuerda a la acción de Jesús, opera en cada uno de aquellos/as que se abren a ese movimiento de la gracia de Dios y nos lleva justamente amar a las personas que especialmente están sufriendo o están en un momento difícil, aquellos que más sufren la presión de la vida cotidiana o las injusticias de la vida. Que también nos arranca de nuestro egocentrismo y comodidad y nos lleva justamente, a causa del caminar junto a ellos; a cuestionar a los poderes de la muerte. Que son los que generan la opresión, la presión y las injusticias.
Esta gracia de Dios que nos permite crecer en amor y cuidado. Otro aspecto clave de nuestro ser metodista, es lo que Wesley denomina y enfatiza –en otro de sus escritos- que el mejor título que le podemos dar a un seguidor de Cristo y a un metodista es: ser mayordomo (encargado/a responsable principal de la casa). Quizá la palabra y concepto nos resulta un poco lejana, pero podríamos encontrar un sinónimo actual contemporáneo y que tiene mucho que ver con lo que estamos viviendo en este momento de pandemia. Wesley lo extrae al concepto de los relatos del Génesis, cuando Dios hace al ser humano encargado, mayordomo, cuidador del jardín del Edén.
Pensaba en nuestra coyuntura actual: qué bueno identificarnos y vernos a nosotros mismos como cuidadores de toda criatura, como dice Wesley. Cuidadores de nuestra vida y de la vida de los demás y de nuestra casa común, la tierra. Cuidadores que somos llamados a dar testimonio también en nuestra vida personal (al estilo de Jesús), pero también en la dimensión social, política, económica y también en lo ecológico.
Por la gracia de Dios soy lo que soy, somos lo que somos y seguramente podremos ser, dependiendo de cómo nos abramos y dejemos que esa gracia cuidadora de Dios opere en nosotros y nuestras relaciones.
Recordamos hoy que el ser metodista está anclado en esta experiencia de la gracia de Dios. Gracia que nos libera de los miedos y de toda clase de odios e indiferencia para ser cuidadores de toda vida. Que podamos crecer en ese amor a Dios, al prójimo, a nosotros mismos y a toda la creación. Que Dios nos bendiga al recordar y celebrar en estos días nuestro ser metodista: y que Dios nos ayude a ser coherentes con esa identidad, a buscar cada día ser coherentes con la fe que se inspira en la vida, muerte y resurrección de Jesús de Nazareth. Esa fe que en definitiva nos hace seguidores de Jesús, que es nuestra identidad última, por gracia de Dios.