El Renacimiento: Hermenéutica, Movimiento y Cultura
A través de las historias, se han manifestado movimientos políticos y artísticos que han marcado en gran manera el pensar y la convivencia entre sociedades. Uno de los movimientos que más ha impactado los registros históricos, es conocido como ‘El Renacimiento’. La era del renacimiento data en los siglos XV y XVI donde artistas como Leonardo Da Vinci y Filippo Brunelleschi impresionaron a muchxs con sus pinturas y modelos de arquitectura. A este movimiento se le llama ‘renacimiento’ porque lxs artistas vuelven a explorar temas ‘clásicos’ del Griego/Romano en donde los sujetos ‘renacen’ nuevamente. Durante este período las artes y creatividad fueron influenciadas por la filosofía humanista. Esta filosofía está basada en el potencial que tienen las personas, y cómo este potencial puede ser refinado a través de un modelo de maestro/discípulo. El valor y enfoque de la vida está concentrado en el individualismo y lo intelectual. El humanismo, no solo colocó lo humano sobre lo divino, sino que despertó dudas sobre interpretaciones bíblicas incoherentes, que luego fueron renovadas para poder tener un entendimiento más preciso de la realidad y de aquellas cosas que aún no se habían descubierto.
Ahora, es importante hablar del trasfondo de dos movimientos adicionales que acompañaron al renacimiento. La primera manifestación fue una de gran transformación teológica que sucedió en Europa, conocida como la ‘Reformación Protestante’. Uno de los grandes protagonistas fue Martín Lutero. Este monje Alemán, se percató de falsas enseñanzas bíblicas que la Iglesia Católica practicaba y con valor protestó contra esas falsas doctrinas. Específicamente se opuso a la venta de indulgencias, en la que se otorgaba a una persona la absolución de los castigos por el pecado; y a la simonía, la venta de oficinas/cargos en la iglesia.[1] Gracias a la invención de la imprenta de Johann Gutenberg, Lutero pudo esparcir sus ideas con mucha facilidad y en grandes cantidades. Sin la imprenta, las 95 tesis de Lutero no hubieran sido más que lo que el Reformador originalmente se propuso: un documento para ser discutido en las aulas universitarias entre un círculo limitado de teólogos y eruditos.[2] La segunda manifestación se trata de la ‘Revolución Científica’. Científicos como Nicolaus Copernicus, Galileo Galilei e Isaac Newton trajeron a luz descubrimientos que cambiaron nuestro conocimiento del mundo y por ende, desafiaron interpretaciones bíblicas tradicionales que se consideraban como verdades absolutas. Es en este movimiento en donde se desarrolla el famoso ‘método científico’ que enfatiza la importancia de la observación y la experimentación. Por ejemplo, el descubrimiento de la ley de la gravedad de Newton, que tuvo efectos importantes. Él utilizó ecuaciones muy complejas para nombrar la fuerza que mantiene los planetas en órbita, y la llamó gravedad.
Por otro lado, en esa época muchos institutos eclesiásticos, guiados por avances tecnológicos limitados, apoyaban con mucha certeza que el planeta tierra era plano. Más tarde, con el establecimiento del modernismo que inculcó el objetivismo y la interpretación literal, esto cambió. Anteriormente la gente confiaba en su propia percepción, reconocían con mucho respecto la autoridad de los institutos eclesiásticos y confiaban a plenitud en las escrituras bíblicas. Uno de los famosos textos bíblicos usado para interpretar que el planeta tierra era plano fue Apocalipsis 7:1 que dice: “Después de esto vi cuatro ángeles, cada uno de ellos en pie sobre uno de los cuatro ángulos de la tierra.” Geométricamente y lógicamente hablando, si una figura geométrica tiene cuatro ángulos, es imposible que sea una esfera. En otras palabras, la interpretación literal de este texto, es que el planeta tierra, geométricamente hablando es de superficie plana, ya que tiene cuatro ángulos de esquina. Recordemos que en el siglo XVI muchas de estas ideas eran dictadas por institutos de poder, ya que todo lo que se escribía era a mano y los manuscritos se producían mayormente en los monasterios. Lo que se copiaba y circulaba era aquello que era del agrado de las autoridades eclesiásticas y monásticas.[3] Sin embargo, a través de la mejora de herramientas tecnológicas como la navegación, la carabela portuguesa, la cartografía y la astronomía entre otras, muchxs exploradores pudieron descubrir que el planeta tierra era más grande de lo pensado. No fue hasta Septiembre 8 de 1522, que los sobrevivientes de la histórica embarcación del navegador Ferdinand Magellan fueron los primeros en circunnavegar el planeta tierra.[4] Con este descubrimiento se desacreditó la idea y la interpretación bíblica de que el planeta tierra era plano.
De la misma forma, la idea de que el planeta tierra era el centro de nuestro sistema solar también era apoyada por los centros teológicos. La física a mediados del 1500, en medio de la revolución científica, trajo un despertar sobre conocimientos abstractos de nuestro universo físico. Aún hoy día, la física continúa evolucionando ideas abstractas sobre nuestro universo. En aquel entonces, muchxs eruditxs defendían la afirmación que el planeta tierra era el centro de nuestro sistema solar, especialmente aquellxs teólogxs que usaban el texto bíblico de Josué 10:13: “Y el sol se detuvo y la luna se paró…” Usando la física y la lógica, un objeto que se detiene en el tiempo, en algún momento tuvo que tener movimiento. Dicha afirmación sería retada por el modelo heliocéntrico del universo, propuesto por el Polaco científico Nicolaus Copernicus. El modelo heliocéntrico propone que el sol es el centro de nuestro sistema solar y el planeta tierra es uno de los varios planetas que giran alrededor del sol. La teoría de Copérnico fue apoyada por las investigaciones de muchxs científicxs, especialmente por el Italiano astrónomo Galileo Galilei. Este famoso astrónomo inventó un telescopio con poderosos lentes, que lo ayudaron a observar y reconocer que la teoría de Copérnico era correcta. Galileo fue juzgado y sentenciado de por vida a un arresto domiciliario, por creer en lo que se catalogaba como una herejía.
Tengo tres conclusiones personales que compartir para reflexionar. La primera es que he podido apreciar que la fe y la ciencia no son estáticas. Ambas evolucionan y se perfeccionan a través del tiempo y el desarrollo del ser humano. La segunda es que no todas las interpretaciones de los textos bíblicos son verdades absolutas. El teólogo Wolfhart Pannenberg fue muy preciso con la idea de que la biblia era falible y que el lenguaje religioso es en gran parte metafórico.[5] Es por esta razón que la crítica bíblica histórica es practicada. La crítica histórica es la disciplina que nos invita a reconocer e investigar el lado humano de la Biblia. Pannenberg demostró que la crítica histórica tiene la responsabilidad de proporcionar respuestas basadas en la lógica de probabilidades y no de certezas absolutas.[6] Por último, la tercera es que la ciencia puede aumentar nuestro conocimiento teológico y afinar nuestras interpretaciones bíblicas. La fe y la ciencia se pueden complementar y nutrir la una a la otra, ya que la fe trata sobre quién creó el universo, la ciencia descubre cómo se creó el universo.
Mientras nuevos descubrimientos suceden, ¿de qué manera cambian nuestras interpretaciones bíblicas? ¿Cree usted que deberían de cambiar? ¿Qué posibles descubrimientos tecnológicos en el futuro pueden hacer que usted reconsidere sus interpretaciones bíblicas?
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[1] Perfection Learning, “World History: Preparing for the Advanced Placement Examination” (Des Moines, IA: Amsco School Publications, Inc., 2017), 279.
[2] Justo L. Gonzalez, “Retos Y Oportunidades Para La Iglesia De Hoy”, (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 2011), 16.
[3] Gonzalez, “Retos Y Oportunidades Para La Iglesia De Hoy”, 15-16.
[4] Elisabeth Gaynor Ellis and Anthony Esler, “World History”, (Upper Saddle River, NJ: Pearson Education, Inc., 2013), 265.
[5] Laurence W. Wood, Theology as history and hermeneutics: A Post-Critical Conversation with Contemporary Theology, (Lexington, KY: Emeth Press, 2005) 29.
[6] Wood, Theology as history and hermeneutics: A Post-Critical Conversation with Contemporary Theology, 31.