Tácticas de entrenamiento para la reflexión ética
En el artículo anterior hable de los puntos de partida de la ética cristiana. Entre dichos puntos de partida particularmente reflexioné en las dificultades que existen en cuanto a la diversidad de la interpretación bíblica, y sobre el rol y la autoridad de las tradiciones cristianas. Todo este aparato interpretativo afecta no solo el punto de partida de cada modelo ético, también afecta el cómo los valores morales son evaluados y adquiridos. Utilicé la analogía de una carrera para hablar de cómo podemos “correr” o movernos en el campo ético.
En este artículo quiero hacer hincapié en la importancia de entender los diferentes tipos de estrategias que son utilizados en la reflexión ética. Esto es muy importante porque conforma la base de las dos filosofías de partida, y como son desarrolladas en la práctica. Los tipos de estrategias de reflexión ética y los modelos éticos que salen de ellas se pueden catalogar (o yo diría resumir) en dos grupos filosóficos:[1]
Primero, están los modelos que caen en las estrategias de conducta. La estrategia de conducta a su vez puede ser resumida en estrategias de decisiones, además, en estrategias de deberes y derechos. En estos modelos los deberes y los derechos son el punto de partida. El deber moral es el axioma de operación que guía la vida ética. De la misma forma la ética de conducta da vida a los modelos de resultado. En donde el resultado adquirido es lo más importante en el proceso decisivo.
Segundo, están los modelos de principios (o algunos dirían estrategias de carácter), que de una forma más cruda, este tipo de estrategias nos dejan bien claro que los seres humanos pueden ver a través de las acciones del agente moral, tanto lo que Dios ha hecho con dicho agente, como lo que Dios está haciendo en el mundo a través de este.[2]
Sin embargo, es importante decir que la práctica pastoral (o algunos dirían la vida de la iglesia) hace del ejercicio académico no solamente algo indispensable. Quizás a simple vista esto parece un mero ejercicio académico. Pero el ejercicio en sí, volviendo a la analogía de la carrera, el cual es desabrido o incluso muerto para algunos, será la aplicación urgente del entrenamiento teológico para poder correr una carrera ética exitosa. Al final del día no se trata solamente de correr, sino también de cómo corremos, y cuán rápido llegamos a la meta. El éxito, claro está, lo determina el tipo de entrenamiento ético que tengamos y el tipo de tácticas que utilicemos.
Queda claro que estas dos tácticas de “hacer” ética teológica tienen un tipo de epistemología distinta. Es bueno tomarse un tiempo y ver como estos dos tipos pueden a veces ser complementarios, y en otras ocasiones pueden ser contradictorios.
De una forma simple la diferencia epistemológica de las tácticas puede ser resumida en dos preguntas: ¿Cómo podemos saber lo que Dios está haciendo en el mundo? Y ¿Cómo nos movemos al determinar los propósitos de Dios a cuál es la acción correcta de los seres humanos? Esto a su vez da vida a estas escuelas de pensamiento.
En primer lugar, está la escuela que se centra en la actividad y los propósitos de Dios en el mundo. Pero los desacuerdos no vienen en el entendimiento en sí (o el punto de partida), más bien, vienen en el discernimiento de saber cuáles son dichas actividades y propósitos. En esto, el agente moral busca ver cuál es la evidencia que hay (evidencia bíblica, evidencia teológica) que juzga la voluntad de Dios, y de cómo Dios quiere que nos comportemos como hijos e hijas de él. En otras palabras, el “cómo” determina el “qué”.
Este tipo de dilema ético no es algo ficticio, lo podemos ver incluso plasmado en las escrituras, por ejemplo, en los diferentes manuscritos que existen en los primeros 5 libros de la Biblia. La diferencia entre los escritos levíticos, por ejemplo, o los sacerdotales, son evidencias de cómo los dilemas éticos se valorados desde las diferencias de la voluntad de Dios para con el pueblo de Israel.[3] De la misma forma, podemos ver hilos similares en los evangelios. El cual es tema para más adelante en la serie.
Entonces, el punto de partida dicta que las acciones humanas o, algunos dirían, la humanización de las acciones de Dios, se vuelve el medio que juzga. La acción de Dios es moralmente correcta, no porque es Dios el que la hace, sino porque Dios hace dicha acción por ser moralmente correcta.
En segundo lugar, está la escuela de pensamiento que se centra no en la evidencia en sí, sino más bien en la relación que existe entre lo divino y lo humano, y por ende entre lo humano y lo humano (Dios/persona y Persona/persona). Es un tipo de escuela relacional, pero a la misma vez interpretativa. Claro está que este tipo de axioma da vida a modelos éticos de carácter, el cual no solamente lleva a un entendimiento particular de la relación con Dios, sino que también dicta cómo dicha relación nos lleva a actuar en cuanto a la relación con otros seres humanos.
Estas dos tipologías las podemos ver en la práctica de una forma clara en nuestras respuestas a diferentes “problemas contemporáneos.”[4] Qué modelo utilizamos para llegar a la “respuesta” del dilema ético, nos deja claro que tipo de epistemología (y por ende teología) estamos empleando, no únicamente en la respuesta en sí, sino en el proceso de como discernimos y llegamos a la misma.
En el próximo artículo delinearé esta práctica pastoral con algunos ejemplos que pueden ilustrar lo que he querido expresar hasta ahora. Muchas de las diferencias actuales de la Iglesia global parten de nuestras teologías y nuestras respuestas a los dilemas éticos siguiendo la misma vía de pensamiento. De la misma forma, millones de personas viven sus “teologías” y sus problemáticas muy diferente. Esto crea ciertas grietas teológicas, en el cual millones de personas, con culpa o sin culpa, se pierden en ellas.
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[1] Wayne G. Boulton, Thomas D. Kennedy, and Allen Verhey, Editors. From Christ to the World: Introductory Readings on Christian Ethics. (Grand Rapids, Michigan. William B. Eerdmans Publishing Company. 1994), 8. [2] Gustafson, James M. (James Moody). 1968. “Two Approaches to Theological Ethics.” Union Seminary Quarterly Review 23 (4): 337–48. https://search-ebscohost-com.ezproxy.asburyseminary.edu/login.aspx?direct=true&db=rfh&AN=ATLA0000715511&site=ehost-live. [3] Cuando hablo de fuentes levíticas y sacerdotales, no me refiero a libros de la Biblia en sí, como por ejemplo, el libro de Levítico. Sino que me refiero a las diferentes fuentes (o filosofías) que dan vida a los manuscritos originales de los primeros libros de la Biblia. Para más información ver: Michael David Coogan, A Reader of Ancient Near Eastern Texts. Sources for the Study of the Old Testament, (Oxford University Press, 2013) [4] Por problemas me refiero a un dilema ético. Por ejemplo, mucho hablamos del aborto, o el homosexualismo, etc. No importando el problema, las dos filosofías pueden ser empleadas, y las conclusiones que ellas nos llevan pueden ser similares o contradictorias. Lo cual hace la carrera ética muy compleja.
Excelente articulación y muy clara. Da para debates interesantes y esperamos con gusto la parte siguiente
Gracias Jony