Liberación, Historia y Teología.
Liberación, Historia y Teología.
Las crisis tienen la inmensa capacidad de fomentar la producción de nuevas visiones. Sin embargo, la actual crisis mundial pone en jaque la misma noción: es tan durable, tan heterogénea, tan multicausal; sus consecuencias son de alcances tan locales, tan globales, tan iguales y, a la vez tan diversas, que empezamos a nombrar rasgos y ya estamos en el ocaso de la validez de lo que acabamos de decir. Asistimos a una proliferación de cosas nuevas. La nueva derecha, las nuevas tecnologías, el nuevo orden mundial, las nuevas estrategias represivas, la nueva conflictividad social, la nueva mayoría, el neo fascismo. La honestidad intelectual nos obliga a adjetivar como nuevos aquellos fenómenos que vemos reinventarse. Y lo fundamental sobre ellos, ya fue dicho antes. Lo nuevo son los dispositivos, no sus resultados.
Es precisamente por esto que el pensamiento teológico crítico debe animarse de nuevo a reconceptualizar, a crear pensamiento, más que a reproducir. Y esta criticidad teológica no debe limitarse a los otros, al adversario. Es también una crítica de nuestras propias premisas, supuestos, tradiciones y modos de acción teológica. La aparente victoria cultural e ideológica de una hipermodernidad neoliberal que aniquila personas, identidades, naciones y territorios nos incentiva a hacer una apuesta más. Una apuesta a la unidad, la diversidad y la creatividad. Una apuesta intelectual a un modo de reflexión que no solo analice, sino que también dispute el poder para transformar la realidad , usando el poder al estilo de Jesús de Nazareth .Durante siglos las elites que detentan el poder real en América han elaborado distintas estrategias para ubicar al campo de las ideas como algo ajeno al día a día, a lo común, a lo útil. Cuanto más ajenidad hay, menos apropiación, representación y rechazo. Y a mayor rechazo, más campo para reproducir las dominaciones y las neocolonialidades. Sin embargo, ya en el siglo pasado Antonio Gramsci dibujó uno de los conceptos que mejor sintetiza a una filosofía política transformadora: el de intelectual orgánico.[1] Y lo define sin titubeos: es aquel que debe combatir con toda su tenacidad a la hegemonía dominante, es aquel que no solo describe sino que actúa -de manera colectiva- y se anima a proponer nuevas formas de ver el mundo. Hoy, en tiempos donde la posverdad nos confunde y la meritocracia nos invita a autoexplotarnos de formas cada vez más descarnadas, se torna imprescindible discutir cuál es el rol del pensamiento crítico y de los intelectuales.En este caso de los que nos consideramos teólogos.
En la América Latina de hoy, tan distante de la revolución (cualquiera sea), la ausencia de un “sujeto revolucionario” en un contexto de crisis de la democracia liberal, vivimos un tiempo de resistencia al imperio, de guardar la esperanza activa en la nueva creación divina signada por la gracia liberadora. Es en esta América faltante de gracia – de relaciones líquidas signadas por la exclusión, el individualismo y el consumismo -, y marcada por una subjetividad imperial, con consecuencias de desgracia en todas las dimensiones humanas y ecológicas, donde creemos que el debate en torno a la gracia y la unidad, nos puede iluminar para nuestra caminata espiritual, teológica y misionera.
La «vida líquida» es la manera habitual de vivir en nuestras sociedades modernas contemporáneas. Esta vida se caracteriza por no mantener ningún rumbo determinado, puesto que se desarrolla en una sociedad que, en cuanto líquida, no mantiene mucho tiempo la misma forma. Y ello hace que nuestras vidas se definan por la precariedad y la incertidumbre constantes. Dada la velocidad de los cambios, la vida consiste hoy en una serie inacabable de nuevos comienzos, pero también de incesantes finales. Así se explica que procuremos por todos los medios que los finales sean rápidos e indoloros, sin los cuales los nuevos escenarios serían impensables. Entre las artes del vivir líquido (pos)moderno, no tener memoria y descartar sin empatía cobran prioridad . [2]
Por ello una mirada histórica-teológica es fundamental en este tiempo. Ya que el historiador- y el teólogo- es alguien que recupera memorias perdidas y las distribuye como un sacramento a aquellos que perdieron la memoria. Y parte de esas visiones y esperanzas que queremos sembrar en este tiempo, es la de proponer la importancia y la relevancia misionera de varios temas claves para la teología cristiana y wesleyana, desde una hermenéutica que se posiciona en el margen y desde abajo, que creo ha sido uno de los grandes aportes de la teología latinoamericana de la Liberación y un continuum de ese itinerario de casi 40 años de la Teología Wesleyana en América Latina y el Caribe.
Recuperar la memoria peligrosa y subversiva de Jesús de Nazareth para este tiempo. Memoria y futuro . Sin memoria no hay futuro. Sin las lecciones del pasado no hay lugar para abrigar la esperanza del nuevo cielo y tierra. La nueva creación que Dios está haciendo en medio nuestro, como gustaba decir a Juan Wesley.
Como suele decir Joerg Rieger “la teología es un asunto de vida o muerte”[3]. Ella misma ha funcionado como dadora de muerte o de vida en la historia. Esperamos, que con los aportes que ofreceremos podamos dar vida y colaborar con la Nueva Creación, comenzada en Jesucristo y tan necesaria y urgente en nuestra querida América.
Tanto teológica como culturalmente me siento –y nos sentimos- desafiadxs a no imaginar un futuro común de nuestra comunidad humana y cristiana, y su misión local y mundial, sin la participación de aquellos que han sido excluidos durante siglos. Esta es nada más y nada menos nuestra tarea, porque estamos convencidos por su Espíritu, que desde el paso de Jesucristo por nuestra historia; “todo acto de amor no queda nunca sin futuro”.[4]
[1] Por medio de la noción de intelectuales orgánicos, Gramsci caracterizaba la labor de grupos específicos que cumplían funciones de producción, reproducción, conexión y cohesión ideológica que habilitan a las clases dominantes y las subalternas para sostener, respectivamente, la hegemonía y la disputa contrahegemónica. Gramsci destacaba tres formas históricas de “intelectual orgánico”: el clero en las sociedades feudales medievales, el intelectual liberal en el mundo burgués, y el partido revolucionario del movimiento obrero. Gramsci, A.: La formación de los intelectuales.( México, Grijalbo, 1967). p.9
[2] Zygmunt Barman, Vida Líquida, (Madrid, Ed. Paidós ,2005). En la introducción, p.6.
[3] Gracia bajo presión, (BsAs, Aurora, 2015) p.115 . Recordamos que este tema de la gracia puede ser mal instrumentado como una teología de muerte , recordando como decía Bonhoeffer, que la Gracia no es barata sino que la Gracia cara de la entrega de Jesús fue y es costosa en el Reino, y costoso es nuestro seguimiento de sus pasos. Ver El precio de la gracia, (Salamanca,Sígueme,1968).
[4] J. Míguez Bonino,Espacio para ser hombres, (BsAs, Aurora, 1990).p. 70.
Muy bueno el articulo. Definitivamente, la unidad, diversidad y creatividad es indispensable hoy dia.