En medio del caminar – Un Puro más
Era una mañana típica Floridana, con el sol fuerte, pero en sí fría. El cielo azul, pero un poco velado. Recuerdo levantar la mirada y ver a Carlos sentado en ese sofá de cuero, que, a su vez cómodo, a su vez tieso, nos daba la bienvenida. Nos fumábamos un puro de Estelí sentados en una vieja fábrica de puros en Ibor City. Algunos dicen que Estelí es la meca del puro en centro América, otros piensan en Honduras o Cuba.[1] Claro está que Cuba popularizó el tabaco en la conciencia latinoamericana. Imágenes de Fidel o quizás del Che fumando, siendo tan populares personajes, nos recuerdan eso.
Pero es claro también que el puro no les pertenece a esas personas “importantes” que han subrayado la historia. Honestamente, no me interesa este tipo de historia. No me interesa la historia interpretada a través de aquellos/as que estuvieron o están en los topes de las montañas. Aquellos/as “ilustres” que “cambiaron” el curso de la humanidad. Nuestra historia, mi historia, es diferente. Un colega y amigo, argumentó que nosotros los Latinos somos “gente de los valles.”[2] Interesante el argumento, uno que necesita más atención en la comunidad filosófica y teológica contemporánea. Este tipo de interpretación (o algunos dirían filosofía) de la historia tiene mucho mérito. ¿Quizás esto fue lo que quiso decir Lucas en su reinterpretación histórica de Isaías? (Lucas 3:5)
Ese día le contaba a Carlos de mi abuelo. Mi abuelo era zapatero, sí es una profesión que ya está casi muerta, pero él hacía y reparaba zapatos en un pequeño taller anexo a su casa. Yo recuerdo ir al taller y ver las máquinas, recuerdo los olores de la pega también y a mi abuelo sentado en una silla trabajando. Pero una de las imágenes que tengo más grabada de mi abuelo en mi limitada memoria de niño, era la de él, sentado en el porche de la casa, fumándose un tabaco después de un arduo día de trabajo. Carlos me recordó a él sentado en ese sofá. Quizás ni siquiera fue la imagen, quizás fue el aroma del lugar. No lo sé. Esos puros de Estelí que dejan los labios dulces no son nada malos para viajar al pasado.
Esta es la historia que me interesa. La historia de aquellos/as que nunca serán reconocidos en los gloriosos libros escolares. Las historias de millones que no tienen voz, de millones que han vivido una vida digna, impactado a muchos/as y que, hasta cierto punto, se encuentran en un silencio espantoso. Pero el silencio también habla, y a veces habla más fuerte que las palabras necias. Aprendí más biblia de mi abuela que de Karl Barth o de Jürgen Moltmann. Mi abuela nunca los leyó, estoy seguro de que ni siquiera sabía quiénes eran ellos. Sin embargo, su teología sigue viva en la conciencia familiar. Ahora, tanto Moltmann como mi abuela me instruyen, eso es lo irónico del caso. Sin embargo, algunos dirán que las palabras de Moltmann son más importantes que las de mi abuela. De eso si no estoy seguro, particularmente cuando sus palabras son tan similares.
Pero esta es la realidad de nuestras experiencias como Latinos. Nuestras experiencias son únicas, son bellas y son muchas, tantas que merecen ser escudriñadas por la historia (o algunos/as dirán, insertadas en un tipo de historia). Por ejemplo, comparo la experiencia de David, que en medio de su lucha, busca pertenecer y busca un nuevo comienzo. Nunca es tarde para comenzar de nuevo. Pero esto requiere mucho valor y paciencia. Comparo su vida a la de otro David, cuya crianza, junto con su hermana, les dará una experiencia colectiva de vida muy diferente. Si la experiencia es mejor o peor, no es el debate. El punto es la diferencia entre ellas. Estos David-es son parte de mi propia historia, y son parte de la experiencia fusionada que existe en la conciencia latinoamericana en los EE. UU.
Mi pregunta es: ¿puede la gracia de Dios llegar a estas conciencias? ¿La salvación? Algunos argumentan que es ahí dentro de estas historias donde Dios cobra vida, o donde la salvación integral se realiza.[3] Ver a Carlos sonreír o explicar su pasión por un buen café, O a Daniel hablando de una carne buena en el fuego, y ver cómo intercambiamos nuestras historias, puede ser parte de una memoria teológica que nunca pasará. Pero ¿cómo transmito esa memoria al conocimiento de mis hijos o a la hija de Carlos? Es difícil. Mi trabajo como teólogo es tratar de pasar estas imágenes a ellos/as. Pero cada uno de nosotros tiene un trabajo arduo adelante.
Debo descansar en la idea de que Dios está presente en cada una de nuestras vidas. De que la gracia, como explica Wesley apasionadamente, los alcanza. Descanso también en la idea de que Dios nos encuentra en donde estamos, o en muchos casos, a donde vamos. Nuestros chicos crecerán juntos, pero sus experiencias van a ser muy diferentes a la de sus padres. Daniel migrando de Brasil hacia un nuevo futuro, Carlos huyendo de una nefasta guerra, Melanie quebrando ciclos de abuso y abandono, yo inmigrando a los EE. UU. quizá por la providencia divina. Esa es nuestra fe, una que llena nuestras vidas de sabor, pique y sazón.
Fumarnos un puro, tomarnos un mate, en sí no es lo importante, sino más bien la construcción de estas crónicas futuras que deben ser pasadas a las próximas generaciones. He ahí el detalle de la teología que empieza en los márgenes.[4] Es en estas historias donde esta teología vive y se nutre. Jesús mismo vivió en ellas. Vivió en la historia de la samaritana o en la historia de un enano llamado Zaqueo. Lo irónico del caso es que, conocemos de estas historias bíblicas, porque algunos/as entendieron la importancia de ellas y tomaron el tiempo de pasarlas de generación en generación. Pudieron haber escogido hablar de los Césares o los Faraones, pero decidieron plasmar en su razón a un leproso, a una niña muerta, o a un simple pesebre. ¿Por qué? ¿Qué pasaremos a las nuevas generaciones? O, ¿cuál es la vida que es digna de ser vivida?
Esto en sí no son preguntas filosóficas. No es una reencarnación de Sócrates filosofando la “buena vida.”[5] Tampoco es una pregunta ética, aunque tiene un toque ético en su naturaleza. En sí es una pregunta práctica, o yo diría teológica/práctica. Algunos/as estarán en desacuerdo con mi exégesis, y eso está bien. Mi labor aquí no es convencer a nadie. Mi labor es la preocupación como padre, de cómo transmito la experiencia de estar sentado en Ibor City, esa mañana fría, tomándome un café, fumándome un puro, con un viejo amigo. ¿Por qué es esto importante? Y, ¿cuál es el punto?
El punto es que esa es la fe que quiero vivir. Una fe de familia, de ideales, de justicia y cambios. De experiencias mixtas, de las personas que están a mi alrededor impactándome día a día y que a veces tomamos en vano. Como está escrito… las palabras del profeta Isaías… Voz del que clama en el desierto… Todo valle se rellenará, Y se bajará todo monte y collado; Los caminos torcidos serán enderezados, Y los caminos ásperos allanados… Y verá toda carne la salvación de Dios.
Es un gran reto hacerle justicia a estas historias entretejidas, que buscan de una forma u otra amor, justicia y liberación. Esta es mi preocupación, darle vida a las historias que hacen nuestra experiencia migratoria (o no) única. La preocupación de ser éticamente consistente, y teológicamente fundamentado.
Algunos dirán que esto es imposible. Quizás tengan razón. Pero mi reto va más allá de dicha crítica. Va al corazón de nuestro propio vivir. El ser siervo, el ayudar, el vivir una vida que entienda la importancia de otros/as. Una vida que vea otras historias. Esa es mi posición filosófica, una que le de vida al caminar juntos, servir juntos, en medio de estas historias como la de mi abuelo, o la de mi esposa, o David, o Daniel, o la de Carlos sentado en ese sofá. ¿Mi reto para ti? Concibe tu vida, no como una que es insignificante, sino más bien como una que está llena de regalos y de historias que son dignas de pasar a las próximas generaciones. Eso es historia y teología.
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[1] https://www.centralamericadata.com/es/article/home/Tabaco_Industria_pujante_en_Nicaragua. Accesado en noviembre 18 del 2021.
[2] Justo L. González, Teología Liberadora. Enfoque desde la opresión en una tierra extraña. (Segunda edición. Buenos Aires, Argentina: Kairos Ediciones, 2014). En este libro, pienso que González desarrolla muy bien no solo una teología propia de la experiencia latina en los EE.UU., sino también una filosofía propia de teologizar la historia. Ahora también es mi opinión, que no se le ha prestado mucho caso dicho paradigma en las redes académicas.
[3] Jon Sobrino, Jesus in Latin America. (Wipf and Stock Publishers. Eugene, Oregon., 1987), 62. Sobrino desarrolla los dos cimientos más importantes para una cristología latina: la centralidad de la realidad del Jesús histórico, y el discipulado (o las relaciones humanas) como la forma mas importante para conocer a ese Jesús.
[4] Scott Wright, Minor Sinclair, Epica, Margaret Lyle, David Scott, Editors. El Salvador. A Spring Whose Water Never Run Dry. (Epica. Washington D.C. 1999.), 24. En el detalle de la vida de Mirian, que estoy seguro mochos recuerdan.
[5] Wayne G. Boulton, Thomas D. Kennedy, and Allen Verhey, Editors. From Christ to the World: Introductory Readings on Christian Ethics. (Grand Rapids, Michigan. William B. Eerdmans Publishing Company. 1994), 3.
Gracias John! Si, es en lo cotidiano que se ven los detalles del amor y sufrimiento. Creo que el compartir de nuestro diario vivir forma parte de lo que es hacer teología “latinamente”. Es muy crucial pasar estas historias con nuestra proxima generacion. Ademas de que esto sea un arte, es una responsabilidad. Al fin y al cabo, no hay cima, sin valle.
Gracias!!