¿Miguel Reyes o Michael Kings?

 In Caminando en Justicia, Movilidad Humana

Como director de jóvenes de mi iglesia, además de estar envuelto en el crecimiento espiritual de lxs estudiantes, una de mis responsabilidades es estar presente en las reuniones semanales de mi iglesia, en donde se discuten temas de administración y negocios. Me acuerdo que en una de estas reuniones, el equipo pastoral discutía candidatxs para un cargo disponible en el departamento de limpieza de nuestra iglesia. Mientras hablábamos sobre los candidatxs, nuestra secretaria se percató que había dos aplicaciones bastante similares. Como pensamos que era muy extraño, revisamos los diferentes currículums para ver si había un error. Al hacer la búsqueda, nos dimos cuenta de lo que había pasado y no podíamos creer lo que habíamos hallado. Encontramos dos currículums muy idénticos, pero con tan sólo una diferencia, el nombre. Aparentemente, el solicitante había entregado dos aplicaciones. La primera aplicación con el nombre Miguel Reyes y la segunda, con el nombre Michael Kings. Esta situación nos tomó a todxs por sorpresa. Esta realidad nos lleva a muchas preguntas éticas para reflexionar. Por ejemplo, ¿Por qué el solicitante hizo esto? ¿Qué llevó a esta persona a pensar que cambiar su nombre de español a inglés iba esto a hacer alguna diferencia? ¿Será que su nombre en inglés tiene más valor? ¿Habrá sido rechazado este solicitante en el pasado por tener un nombre en español? Aún más importante, ¿Cómo la Iglesia responde a este dilema?

El teólogo Orlando Crespo explica que encontrar la integridad en su identidad étnica no tiene que terminar con usted mismo. Como seguidorxs de Cristo, estamos llamadxs a compartir con otrxs lo que hemos aprendido en nuestro viaje con Dios.[1] Nuestra identidad étnica es parte de nuestra relación personal con Jesucristo. Entender y aceptar quiénes somos, es el principio del conocimiento y amor que Jesucristo tiene por nosotrxs. La lectura de Daniel 1:3-8 nos sirve como ejemplo para tener un acercamiento teológico y cultural más profundo sobre la tensión de la identidad.

Para tener un poco de contexto de este pasaje, es importante saber que Judea estaba en exilio en las manos de Babilonia. Por tradición y costumbre, aquellxs que Babilonia determinaba que tenían “valor y potencial” eran tomadxs bajo control para ser “reinventados” en una versión Babilónica. En este proceso muchxs tenían que negar su identidad en Dios. También perdían su cultura, lenguaje, literatura, su dieta y hasta su nombre. Daniel 1:3-8 dice lo siguiente:

Además, el rey le ordenó a Aspenaz, jefe de los oficiales de su corte, que llevara a su presencia a algunos de los israelitas pertenecientes a la familia real y a la nobleza. Debían ser jóvenes apuestos y sin ningún defecto físico, que tuvieran aptitudes para aprender de todo y que actuarán con sensatez; jóvenes sabios y aptos para el servicio en el palacio real, a los cuales Aspenaz debía enseñarles la lengua y la literatura de los babilonios. El rey les asignó raciones diarias de la comida y del vino que se servía en la mesa real. Su preparación habría de durar tres años, después de lo cual entrarían al servicio del rey. Entre estos jóvenes se encontraban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, que eran de Judá, y a los cuales el jefe de oficiales les cambió el nombre: a Daniel lo llamó Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abednego. Pero Daniel se propuso no contaminarse con la comida y el vino del rey, así que le pidió al jefe de oficiales que no lo obligara a contaminarse.

En ambas situaciones, tanto la de Daniel en aquel entonces, como la de Miguel hoy día, al ser extranjeros se vieron obligados a comprometer su identidad. Sea por necesidad o por baja autoestima, muchxs han pasado por esta problemática. De la misma manera que Babilonia, de acuerdo a sus estándares determinaba quién tenía valor y potencial, muchxs extranjerxs sienten que les pasa lo mismo cuando llegan a los EE.UU. El sistema de inmigración y naturalización selecciona quién es digno de quedarse de acuerdo a su estatus económico, social, perfil racial, y religión. ¿Acaso no todxs son dignos para Dios? ¿Qué ejemplo damos cuando extranjerxs no son aceptadxs por quien verdaderamente son? ¿Por qué es aceptable que estxs extranjerxs comprometan el regalo de identidad que Dios les ha otorgado?

Como extranjero, me identifico mucho con la crisis de identidad de Miguel. Cuando niño recién llegado a los EE.UU., en ocasiones rechacé mi idioma y mi cultura con intenciones de poder asimilarme y sobrevivir a la cultura dominante. Sin embargo, ahora comprendo que debemos tener cuidado de no concluir que la única forma en que alguien puede adaptarse bien es abandonando su propia cultura. Si bien esto es cierto para algunxs, no lo es para todxs.[2] A través de nuestra relación con Jesucristo podemos permanecer en nuestras raíces culturales, mientras asimilamos otras, convirtiéndonos en personas multiculturales.

Ahora bien, en este texto bíblico, no solo aprendemos cómo responder individualmente, sino también como Iglesia. En lo individual, Daniel demostró asimilación y resistencia. Daniel asimiló el idioma, leyes y cultura como nuevo ciudadano civil de Babilonia. Por tres años, Daniel estudió en preparación para servirle al gobierno de Babilonia. Esta adaptación lo ayudó a convertirse en una persona multicultural. A pesar de esto, Daniel también demostró resistencia. Al proponerse no comer de la dieta del rey, Daniel muestra lealtad a sus raíces tradicionales. Recordemos que Daniel era judío y le era prohibido comer ciertas carnes y mariscos. Como Iglesia, nos educamos a actuar en fe y unidos en justicia. Daniel estuvo dispuesto a confiar en Dios aún después del exilio. Aún cuando la injusticia hacia los inmigrantes es un estigma mundial, en fe tenemos que reclamar y retomar la igualdad que Dios ofrece a todxs, incluyendo a lxs extranjerxs. Como comunidad de fe, es vital responder a estas realidades en unidad y justicia. Dios nunca abandonó a su pueblo, al contrario, se mantuvo unido en justicia entre sufrimientos y necesidades. Dios caminó junto con lxs exiliadxs y esto continúa siendo verdad hoy a través de nosotrxs. En conclusión, ¿qué pasos puede tomar la Iglesia para caminar junto a problemas de identidad como el de Miguel? ¿Hasta qué punto estamos dispuestxs a confrontar la cultura dominante para mantenernos purxs y verdaderxs? ¿Cómo alentamos la aceptación de diferentes patrimonios culturales en la Iglesia de hoy? Estos son los diálogos que emprenden nuevas perspectivas e inspiran a responder con mejores métodos.

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[1] Orlando Crespo, Being Latino in Christ (Downers Grove, Illinois: InterVarsity Press, 2003) p. 124.

[2] Orlando Crespo, Being Latino in Christ (Downers Grove, Illinois: InterVarsity Press, 2003) p. 41.

 

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Showing 3 comments
  • Andrea

    Tremendo artículo, me identifico mucho con la historia que hay detrás de un inmigrante o desterrado como los son nuestxs ciudadanos venezolanxs..a veces no es una opción sino una decisión que forzosamente tomamos y renunciamos a nuestras raíces, pero que bueno que Dios nos adopta como hijxs y nos da una ciudadanía sin prejuicios.
    Felicidades Alex.

    • Jonathan D Sánchez

      Gracias Andrea por compartir tu historia con nosotrxs!!! Bendiciones

  • Pablo G. Oviedo

    Si gracias Andrea y excelente artículo Alex¡¡ .La aceptación de nuestra identidad cultural es clave para una sana autoestima y para una vida en abundancia, como dices. Y es un desafío para las iglesias, para que realmente vivamos la misión de Dios al estilo de Jesús, encarnada en nuestra realidad y asumiendo lo que somos en la diversidad de la creación y cultural, hacia la redención plena. Me hizo acordar la frase : No se redime lo que no se asume. O “lo que no se asume, no se redime”. Ireneo de Lyon.

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